viernes, 2 de febrero de 2024

CONVOCATORIA: REVISTA PERUANA DE FILOSOFÍA APLICADA # 25

La REVISTA PERUANA DE FILOSOFÍA APLICADA (RPFA) celebrando sus 30 años de fundada tiene el gusto de invitarle a participar con un artículo para su próximo número 25 sobre:

¿PARA QUÉ FILOSOFÍA? 

¿Puede o no la filosofía resolver los problemas sociales, políticos, económicos, etc. o solo es una mera especulación?

¿Se está quedando rezagada o no la filosofía ante los avances científicos y tecnológicos?

¿Necesitamos o no más estudiantes y profesionales de la filosofía?, etc.

El artículo, sea investigación o ensayo, tendrá resumen y palabras clave en castellano e inglés y, en el primer caso, referencias bibliográficas en sistema APA, y será grabado en un archivo Word. En ambos casos, no deben aparecer en este archivo los datos del autor.

El título del artículo y el nombre del autor, su grado y/o título académico u ocupación, y su correo-e se incluirán en otro archivo.

Los 2 archivos serán enviados al correo-e: rpfa@yahoo.com hasta el 30 de junio del 2024, 10 pm.

La REVISTA PERUANA DE FILOSOFÍA APLICADA (RPFA) está en el International Directory of Philosophy & Philosophers del Philosophy Documentation Center, Charlottesville, Virginia, USA








miércoles, 3 de enero de 2024

ESTUDIO SOBRE LA LIBERTAD Y SUS FORMAS

 STUDY ON FREEDOM AND ITS FORMS

Iván Meza Vélez, Bachiller en Ciencias Biológicas (UNMSM) e Investigador, Museo de Historia Natural (UNMSM),

Correo-e: imv2999@gmail.com

Resumen

La libertad nace en el individuo e interactúa con el medio material y social; donde actúan la Física y la Sociología respectivamente, ambas se relacionan con su psicología; pero por su condición biológica, le son innatos el deseo de supervivencia y el egoísmo, expresado en la búsqueda de un tener para sí lo que necesita, para ello elige y rechaza ejerciendo su libertad. Como ente social, forma grupos con objetivos comunes, donde se dan acciones de cooperación en busca de un tener para sí colectivo, actuando también la libertad. Estos grupos se interrelacionan con otros en una dinámica compleja que abarca  la sociedad, donde la economía y la política son esenciales para lograr el bienestar. Ahí aparece el Estado con sus políticas liberales, tanto en lo social como en lo económico, relacionando transversalmente todas las libertades dentro de un sistema democrático, con el fin de alcanzar el mayor desarrollo y bienestar de sus componentes. En cambio, la supresión de la libertad, en uno o en todos los niveles, traería consigo lo contrario.

Palabras clave: libertad, individualidad, tener para sí, sociedad, Estado.

Abstract

Freedom is born in the individual and interacts with the material and social environment; where Physics and Sociology act respectively, both are related to his psychology; but due to his biological condition, the desire for survival and selfishness are innate to him, expressed in the search for having-for-itself what he needs; for that, he chooses and rejects by exercising his freedom. As a social entity, he forms groups with common objectives, where cooperative actions are given in search of a collective having-for-itself and freedom act too. These groups interrelate with others in a complex dynamic that include society, where the economy and the policy are essential to achieve welfare. The state appears with its liberal policies there, both socially and economically, cross-linking all freedoms within a democratic system, in order to achieve the greatest development and welfare of its components. Instead, the suppression of freedom, at one or all levels, would bring about the opposite.

Keywords: freedom, individuality, having-for-itself, society, state.

1. Introducción

Cuando se habla de liberalismo nos estamos refiriendo a un sistema político y económico; sin embargo, también a un estilo de vida. Reconocidos filósofos, ideólogos, políticos y economistas, defensores de la libertad, han escrito sobre este concepto, como valor fundamental para el desarrollo humano. Los términos: economía de mercado, propiedad privada, sociedad abierta, o libre competencia están presentes en los discursos de aquellos pensadores como principios a seguir por el Estado. Simultáneamente, personas, parejas y familias de diferentes países llevan un estilo de vida liberal, en donde la independencia, la autosuficiencia, la igualdad de derechos, la igualdad de géneros, la tolerancia, etc., dentro de un contexto de amplia libertad, son su esencia. Ambas categorías del liberalismo están relacionadas: el Estado liberal y una sociedad liberal, que incluye la educación, psicología individual, cultura y estilo de vida.

Detrás de todo concepto libertario se encuentra como fuerza motriz la libertad, que unifica las diferentes variantes del concepto. La libertad es consustancial al ser humano, está íntimamente vinculado a su naturaleza biológica y social. Estamos frente a una idea con distintas apariencias, que nos lleva a una nueva cosmovisión del ser humano en sociedad.

2. Objetivos y método

Este estudio tiene por objetivo principal unificar el concepto libertad, desde la que posee un individuo hasta la que puede tener una sociedad y un Estado; además, describir las características de las diferentes formas del concepto. El método utilizado es el inductivo, es decir, de lo particular (individuo) a lo general (sociedad y Estado).

3. La libertad y la Física

La física cuántica nos presenta un universo donde reina la incertidumbre en el microcosmos, mientras que a gran escala el cosmos luce ordenado que obedece a las leyes de la física clásica, como la relatividad y la física newtoniana. El cerebro humano, desde el punto de vista material, responde a esas leyes, y según cuáles sean, deterministas o indeterministas, definirán total o parcialmente su funcionamiento. Asumiendo que leyes de la física cuántica actúan en el cerebro, las consecuencias observables, como la conducta, serían por naturaleza imposibles de predecir; aun así, habría una dependencia de las leyes indeterministas de la física. Sin embargo, se podría afirmar la presencia del libre albedrio, entendido como la voluntad que elige libremente, o la llamada libertad de elección, es decir, la facultad de decidirse con plena libertad por lo uno o lo otro en una situación dada (Müller & Halder, 1976, p. 274). Santo Tomás de Aquino afirma que “El hombre posee libre albedrío; de lo contrario, serian inútiles los consejos, las exhortaciones, los preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. (…). La oveja que ve venir al lobo, juzga que debe huir de él; pero con un juicio natural y no libre, puesto que no juzga por comparación sino por instinto natural. De igual manera son todos los juicios de los animales. El hombre, en cambio, obra con juicio, puesto que por su facultad cognoscitiva juzga sobre lo que debe evitar o preocuparse; y como este juicio no proviene del instinto natural ante un caso práctico concreto, sino de una comparación hecha por la razón, síguese que obra con un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas. (…) cuando se trata de lo contingente, la razón puede tomar direcciones contrarias (…). Luego es necesario que el hombre posea libre albedrio, por lo mismo que es racional. ” (Santo Tomás, 1970, t. II, p. 300). Como veremos más adelante, notamos que Santo Tomás esboza una explicación etológica para fundamentar la existencia del libro albedrío.

De un universo determinista, el cerebro humano funcionaría con precisión, del cual se podría predecir, en teoría, todas sus consecuencias observables. Actualmente, la posición determinista sigue teniendo defensores, aunque se ha impuesto el indeterminismo.

La conciencia es un nivel que está más allá de lo material. Nadie duda de que antes de nacer un ser humano su conciencia no existe, luego del nacimiento aparece y se va haciendo más elaborada simultáneamente con el desarrollo cerebral, en otras palabras, hay una dependencia material. Dos alternativas tenemos de la relación conciencia–materia. En la primera, la conciencia obraría independientemente de la fisiología del cerebro y estaría regida por sus propias leyes, originadas y desarrolladas a partir de las leyes físicas conocidas y tendrían una correspondencia o correlación con estas últimas, es decir, una propiedad emergente. La otra alternativa presenta una conciencia que dependería totalmente de los mecanismos fisiológicos cerebrales, a través de ellos se podría estudiar y determinar su naturaleza y funcionamiento, determinista o indeterministamente, según sea el caso. En ambas opciones, estamos ante la cadena evolutiva del universo: materia, vida y conciencia; a través del cual el universo se conoce a sí mismo, como lo afirmó el astrónomo Carl Sagan en el primer capítulo de la serie Cosmos.

De la primera opción se desprende que existiría una libertad que llamaremos intrínseca, pero que no podríamos llamar absoluta, porque actuaría en función del medio y las circunstancias, eligiendo y rechazando, lo cual le daría a la conciencia una libertad que denominaremos extrínseca, que esta fuera de uno, que se evidencia y se siente al interactuar con el medio. La segunda opción tendría solo la libertad extrínseca. En cualquier caso, por lo menos permanece la libertad extrínseca, la que es vivida y sentida psicológicamente. La prueba de su existencia no es de tipo racional o científica, es una autoevidencia experimentada intuitivamente, es decir, nos vivimos libres, tal vez por momentos, muchos o pocos, dependiendo del individuo y sus vivencias. Lo sentimos como algo que está antes de cualquier racionalización del problema. Es una condición humana a priori que no necesita demostración racional.

Todo parece indicar que en nuestro cerebro yace la incertidumbre como en todo el universo, y el destino, pensado antes como algo definido e insalvable, le da paso al libre albedrío para hacer de aquel un sinfín de posibilidades. La libertad, una condición humana individual, tiene en la conciencia misma, independientemente de si depende total, parcialmente o nada de la materia, la evidencia intuitiva de su existencia.

4. La libertad y la Psicología

El aprendizaje y la conducta del ser humano vienen determinados por la interacción entre el medio (estímulos) y el cerebro, dependientes del condicionamiento genético con el que nace. La psicología del ser humano tiene como condición necesaria, pero no suficiente, los estímulos externos para su determinación. La dependencia con el medio es determinante, pero no última o absoluta. Aun a falta de estímulos externos –si esto fuera posible-, tendríamos la capacidad de acogernos a nuestros propios estímulos que surgen de nuestros recuerdos, pensamientos y sentimientos. Entonces, la conducta de un individuo está dada por la interacción con el medio, como por sus contenidos mentales y psicológicos adquiridos en su desarrollo. Dentro de los estímulos no consideramos los que producen una reacción instintiva, como el movimiento brusco para evitar quemarnos. Los estímulos externos e internos, que producen una respuesta emocional o racional, generan una dependencia externa e interna respectivamente, que podría llevarnos a afirmar la no existencia de la libertad en el primer caso, y a su existencia en el segundo. Una dualidad fluctuante dependiendo de los estímulos y sus frecuencias. El mecanismo de esta libertad está profundamente ligado al intento de liberarse de todo lo que nos puede dañar, tal como afirma Skinner (1987, p. 25). Según este investigador, “Su última razón de ser no es el amor a la libertad; son simplemente formas de conducta que han demostrado su eficacia en eliminar amenazas para el individuo, y, consecuentemente, para la especie, a lo largo del proceso de evolución”. Esta libertad tiene niveles de complejidad. En su forma más primitiva funciona como elementales formas de conducta de tipo instintivo o de reflejos de naturaleza biológica, como liberar el estómago de un contenido nocivo a través del vomito. En este nivel podemos identificar mecanismos biológicos de defensa y preservación, que lo podríamos definir como proto libertad. El siguiente nivel es de tipo biológico-psicológico. Aquí se conjugan los dos factores para depender uno del otro, dándole forma a una libertad primitiva. Cuando vemos en algunas tribus africanas que, como parte de su estética personal o cultura, se perforan los labios estamos ante una subordinación del dolor o molestia física (nivel biológico) a una mentalidad condicionada por la cultura y costumbres. En occidente, en cambio, se prefiere evitar el dolor. Entonces, rechazamos o elegimos en función de esa dualidad.

El último nivel es enteramente psicológico o de conciencia, es el nivel de los valores morales, éticos y estéticos. En este caso, rechazamos racionalmente –o por lo menos no instintivamente- lo que nos afecta en ese plano. Por ser de tipo racional, incluso con alguna carga emocional, y operar en el ámbito de la conciencia, tiene la facultad, no solo del rechazo a la fuente aversiva, sino a la búsqueda de alternativas u opciones donde el sujeto se sienta identificado o no agredido en el plano moral, ético y estético. En este nivel no hay una dependencia biológica en forma directa, es donde la autoevidencia de la libertad se manifiesta claramente.

La afirmación de Skinner es reduccionista, porque restringe el problema a uno o dos niveles de libertad, o en todo caso a no diferenciarlos. Al suceder esto, no se llega a ver la otra dirección del problema: la de elegir. Sin embargo,  se rescata que la libertad alcanza su forma madura en la psicología.

5. La libertad y el entorno social

El entorno psicosocial es la siguiente esfera del ser humano donde se desarrolla la libertad, es decir, una visión desde la individualidad hacia el entorno social. Es la libertad del individuo como ente social. Es la primera jerarquía, que será relacionada con la libertad colectiva, como segunda jerarquía.

Es característica de todo ser vivo el instinto de conservación y la lucha por la supervivencia. La mejor adaptación y la competencia por dejar descendencia  entre las especies es parte de los mecanismos de la evolución. La selección natural actúa incluso en los mecanismos de cooperación y altruismo entre algunas especies. En la vida animal también hay un plano social que sigue las leyes de la evolución, sobre todo en los órdenes superiores. En el ámbito humano, ese instinto animal de lucha por la supervivencia, toma la forma de individualismo, o llamado también egoísmo, concepto respaldado por la genética en el denominado “gen egoísta” de Richard Dawkins (1985, p. 67-97), donde plantea las máquinas de genes de supervivencia; y como parte de las bases biológicas de la conducta, Dawkins (1985, p. 99) afirma que el individuo es “como una maquina egoísta, programada para realizar cualquier cosa que sea mejor para sus genes considerados en su conjunto”; simultáneamente, el altruismo se ve en algunos grupos de mamíferos, como fuerza opuesta al egoísmo y que también tiene una función evolutiva.

El egoísmo primitivo es el que se da en forma más instintiva, donde predomina una relación directa con la biología. Un nivel intermedio es un egoísmo que nace de una relación biológica-psicológica. En este nivel la parte afectiva es una característica. Un ejemplo es cuando la madre arriesga su vida por la cría, cuando esta está en peligro; pero no haría lo mismo por la cría de otra madre. Aquí, el individualismo incluye a la cría como parte del ser de la madre. El último nivel es el individualismo con carga cultural o ideológica. Es el más elaborado, ahí actúan los intereses, las costumbres, las ideas y los valores. Tiene por características la reflexión, la razón y los sentimientos elevados, como el amor a la patria, a un ser divino, etc.

El individualismo humano es un tener para sí lo que menos nos afecte física, mental y moralmente; o, visto en positivo, lo que nos agrada, satisface, necesitamos, hace sentir bien, o con lo que nos identificamos o estamos de acuerdo. Este tener para sí implica un rechazo y una búsqueda con elección constante para poseerlo, por lo que estaríamos poniendo en ejercicio nuestra libertad, desde la protolibertad hasta la libertad extrínseca con sus diferentes niveles. John Stuart Mill (1984, p. 4) lo expresa de otra forma: “La única libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse para conseguirlo”. En algunos casos, el individualismo es altamente elaborado y muy sutil en reconocerlo como tal, como en los monjes budistas, por ejemplo, que renuncian al deseo y a lo material; pero tras esa renuncia existe una filosofía, que es el objeto que se tiene para sí. Cuanto más complejo es el individualismo, produce un relativismo en la expresión de la libertad; lo que es bueno para una población, es malo para otra.

En este tener para sí, mediado por la libertad, juega un papel importante el placer y la sensualidad. La búsqueda o elección de ese para sí actúa, en gran medida, en función de lo que siente una persona, y este sentir se da por medio de los sentidos en forma directa o indirecta. Sensación directa es la que nos causa placer físico o emocional, este último condicionado por la cultura, como el placer estético. Es el caso de la belleza humana a través de las culturas. Los placeres exclusivamente sensitivos, como el comer o el sexual, tienen un menor condicionamiento cultural. Los placeres indirectos son los que producen una satisfacción puramente mental o, como dirían los místicos, espiritual; pero tienen como intermediarios a los sentidos que reciben la información. Este caso es el más condicionado ideológicamente y culturalmente, por lo tanto, es muy relativo, variando entre personas, no solo entre culturas. Por ejemplo, el placer que produce para un matemático leer un libro de matemáticas, y el rechazo que generaría el mismo en un novelista. Los sentidos, por lo tanto, dejan de ser un fin en sí mismo para el goce del placer. El placer, sea directo o indirecto, juega un papel muy importante a la hora de elegir o rechazar, de poner en juego nuestra libertad, y es el mejor indicador de qué es lo que nos conviene, porque nos satisface física, emocional o “espiritualmente”.

Se puede hipotetizar que la felicidad es un estado temporal en el que nos sentimos bien, ya sea con uno mismo y/o con el medio, donde el placer -directo o indirecto- es la medida y el objeto de la felicidad; la libertad,  el medio para encontrarla; y el individualismo, el punto de partida.

Cuando en una población existen intereses comunes, o pocas diferencias culturales entre sus miembros, el tener para sí individual se eleva al plano grupal: un tener para sí colectivo, que está vinculado al individual, porque del bienestar colectivo depende del bienestar de cada integrante. En este nivel, se dan comportamientos de cooperación, como se observan en muchas especies, que es campo de estudio de la Etología. Este mecanismo de preservación individual puede ser inconsciente cuando se está dentro del grupo. La identificación con el grupo y la visión del individuo reflejada en cada uno de sus miembros, da seguridad, sensación de pertenencia, generando causa común entre sus integrantes. Del egoísmo individual se construye el egoísmo colectivo o de grupo. El carácter social del ser humano radica en esta evolución del egoísmo, es una característica del Homo sapiens desde nuestros ancestros cazadores y recolectores, justificado por la biología y la antropología. El egoísmo colectivo lo encontramos en niveles básicos como el racial, hasta el plano intelectual, moral, etc. El individualismo de grupo, como en una institución o en una familia, son un ejemplo.

Una propiedad de este egoísmo es el de ser incluyente, es decir, que forma parte o está incluido en otro mayor. Ambos unidos por lazos egoístas, pero menos solidos o eventuales. Las competencias deportivas entre equipos de diferentes continentes, son un ejemplo. Otra propiedad es la persistencia del egoísmo de cada integrante, el que puede ser una persona o un subgrupo. Los componentes del grupo los definimos como entidades más sólidas, con una causa común más consistente que la de los lazos del siguiente nivel jerárquico. La formación de estos grupos está dada por la existencia de otros grupos diferentes. Una forma de preservar el grupo ante la existencia de otros es la cohesión por intereses comunes. Esta es la razón por la cual no existe el grupo de la humanidad como unidad de egoísmo; probablemente ante la amenaza de seres extraterrestres –otro grupo-, la situación cambiaría. Se observa que la sucesión de inclusiones se da de lo individual a lo colectivo, por la naturaleza individual del egoísmo. La existencia de alguna relación entre las unidades, determina la existencia del conjunto. En un conjunto, cuanto más diversidad haya, que puede estar relacionado a la cantidad de elementos (la persona es la unidad mínima), las afinidades dentro del grupo tienden a la heterogeneidad. Eventualmente, como en un enfrentamiento bélico entre dos grupos, los lazos entre los elementos pueden fortalecerse, ahí actúa el fuerte mecanismo de supervivencia.

El egoísmo, por su naturaleza individual básica, produce fricciones con otros elementos. Los enfrentamientos entre grupos pueden ser constructivos o destructivos y si sus lazos internos son de nivel primario, como el racial, se pueden dar encuentros del mismo nivel, llegando en algunos casos a la violencia. En elementos con vínculos de niveles superiores, como el racional o el “espiritual”, los encuentros serán más elaborados y sus consecuencias podrían incluso ser constructivas.

Los encuentros se dan en la competitividad humana como una lucha por la supervivencia, para la preservación del conjunto y el beneficio de sus integrantes. Pero no siempre es así, existe el altruismo y la cooperación en la especie humana, conducta observada en nuestros primos hermanos los chimpancés. Aquí, la Etología nos da más luces sobre la conducta humana en libertad. La cooperación puede juntar a grupos dispares buscando un beneficio común. También se dan los encuentros constructivos, como en la competencia leal, donde los grupos salen beneficiados. En cambio, en un encuentro destructivo, un grupo atropella y se aprovecha de las debilidades del grupo oponente; en este caso, las relaciones entre y dentro de los grupos son, por lo general, de nivel primario. Recíprocamente, cuando las relaciones son de nivel superior, la competencia será más constructiva. Debido a una mayor racionalidad y ética, el egoísmo resulta ser fundamental para la superación de los grupos e individuos involucrados. Visto de esta manera, se podría denominar con mayor propiedad, individualismo positivo (o egoísmo positivo).

La libertad extrínseca es la búsqueda y elección de un tener para sí. Todos los individuos tienen esa facultad y estando en interacción con otros individuos resulta la libertad extrínseca en sociedad, donde la libertad individual comparte y se desenvuelve en un mismo espacio y momento. El individualismo puede dificultar el flujo continuo de todas las libertades en juego en un espacio y tiempo determinados. Dependiendo de qué tipo de egoísmo o individualismo predomine en un determinado medio social, se tendrá mayor flexibilidad o rigidez de las libertades. Otra forma de inducir flexibilidad de las libertades, es con la capacidad de dar libertad y de obtenerla. Es una cualidad que no disminuye nuestro individualismo, porque radica en la racionalidad, es decir, se da libertad como un principio racional, por el cual esperamos a cambio recibirla en la misma medida. También podemos dar libertad instintivamente, para recibirla a cambio por una necesidad no consciente. Ambas formas pueden actuar juntas. Probablemente detrás de una libertad racional este la instintiva o irracional a partir de la cual se construya la primera. Esta convivencia de libertades individuales es un complejo mecanismo de frágil estabilidad. La dinámica de la libertad colectiva depende del tipo de libertad.

El grupo más natural es el que se mantiene libre de sanciones y reglas que coaccionan la libertad, donde la libertad se expresa en su forma más “pura”, es el caso de una familia liberal. Cuanto mayor calidad haya en los vínculos en los grupos naturales, mayor calidad de libertad habrá; libertad que no afectará al prójimo y se respetará la libertad ajena como propia. Por otro lado, denominamos grupo artificial al excesivamente reglamentado, generalmente su existencia se debe a la búsqueda de una mayor efectividad en su funcionamiento. Encontramos, en este grupo, que la libertad es pobre o limitada. Un ejemplo de este caso es la institución militar. En ella, la supresión por largo tiempo de la libertad, tal como la conocemos en la sociedad civil, puede llegar a generar la falsa sensación de no sentir la falta de libertad, lo que beneficiaría al grupo y se mantendría en sólida unidad, aunque de manera artificial. Un término medio es donde existe rigidez, pero que ha surgido de manera natural. Tiene parecido efecto al de un reglamento creado. Las familias conservadoras son un ejemplo de este caso.

El grupo deja de serlo cuando aumentan las diferencias y hay un constante atropello a la libertad, provocando su desintegración. Los egoísmos enfrentados en aumento originan cruces conflictivos de las libertades. En los grupos artificiales es más probable que esto ocurra. En grupos antagónicos, eventualmente, durante un conflicto la libertad es atropellada, fruto de egoísmos primarios, que son, por lo general, de naturaleza opuesta.

La libertad colectiva es, por lo tanto, la dinámica de las libertades individuales en función de la evolución, intereses y solidez de los grupos. Esta interacción entre grupos humanos deja apreciar la consistencia e identidad de la libertad del ente colectivo, a su vez compuesto de subgrupos, sean naturales, artificiales o de grados intermedios. Es una libertad más abstracta, que conjuga muchas variables; además, puede haber grupos que sean la intersección de otros grupos, es decir, elementos (subgrupos o individuos) que pertenecen a más de un grupo a la vez. En estos grupos de intersección existiría una yuxtaposición de libertades colectivas, conviviendo con objetivos diferentes. Podemos, entonces, hablar de libertades colectivas con dinámicas propias y complejas, que, en muchos casos, forman verdaderas redes, donde interactúan individuos, subgrupos, grupos, grupos de intersección y distintos niveles de libertades. Esta enorme cantidad de elementos interrelacionados en diferentes grados, nos plantea la existencia de un sistema complejo; a diferencia de un sistema simple, que es predecible, los sistemas complejos cambian con el tiempo, evolucionan, se adaptan al medioambiente y tienen propiedades que surgen de la interacción de sus elementos, pero son independientes de estos; en otras palabras, la interdependencia de los elementos origina que comportamientos a nivel macro del sistema surjan de esa interacción, son las llamadas propiedades emergentes (Earls, 2011, p. 23). Aunque difícil de identificar desde dentro del sistema, las propiedades emergentes de una sociedad libertaria probablemente favorezcan a sus individuos. Por lo tanto, un sistema complejo, como el de la dinámica de la libertad y sus elementos, se hace impredecible y su evolución puede llevarla a su decadencia o florecimiento.

El condicionamiento cultural es uno de los factores que le da matices o diferentes apariencias a las libertades colectivas. En un pueblo con una alta carga religiosa, como el que profesa la religión islámica, donde la libertad tal como la conocemos en occidente está coaccionada, sus integrantes no sentirán la falta de libertad. Pero esto no significa que la existencia de la libertad sea relativa. La libertad es independiente de cualquier perspectiva. Una demostración es la conversión que ocurre en personas musulmanas en sociedades de occidente, más no así sucede lo contrario sin sentir la privación de la libertad, salvo adoctrinamiento religioso previo. Las razones teóricas están en que la base psicológica de la libertad extrínseca le pertenece a todos los seres humanos por igual, porque sus raíces están en lo instintivo, a un nivel biológico, está antes de cualquier construcción social o cultural. Otro ejemplo es la libertad del pueblo árabe, que tiene diferente dinámica y apariencia que la libertad de cualquier pueblo de occidente, es decir, tiene diferente identidad.

Dos jerarquías en una es la fusión de la libertad individual y la colectiva, porque no hay libertad individual que no interactúe en algún momento con la colectiva. Nuestro actuar individual está en función del actuar de los demás miembros del grupo al cual pertenezcamos. Ambos tienen  la misma importancia y existen simultáneamente. Es una dualidad.

6. La libertad a gran escala

La libertad colectiva es la que elige o rechaza cosas en común a sus integrantes. Estas cosas son afines entre sí en los grupos naturales, donde el ejercicio de la libertad está en función de criterios racionales y/o afectivos. Un criterio racional en un conjunto de individuos hace que las diferencias sean menores y, de manera natural, se logran los tener para sí, los acuerdos, las posiciones y el rol que le toca a cada miembro del grupo, sin necesidad de reglamentos, controles y coacciones; logrando equilibrio, organización espontanea, compensación de fuerzas y consistencia en el grupo.

En los grupos artificiales y de término medio priman los criterios pobres en racionalidad o en mayor medida, los irracionales. Otro criterio que mueve a las unidades artificiales es la racionalidad no natural, es decir, estructurar, organizar y especificar esa racionalidad en función de una mayor eficiencia para alcanzar los objetivos que la unidad o grupo persigue. De un tener para sí en este caso, nace una organización, donde la libertad está relativamente limitada, pero se anda en ella con racionalidad. Para mantener la solidez de estas unidades, es necesario los controles y reglamentos, y debe ser jerarquizada.

Cuanto más grande es el grupo humano, la racionalidad natural se va haciendo más difícil de sostener, porque la heterogeneidad aumenta. También la comunicación personal se dificulta en grupos grandes, entonces necesita una estructura, y esta se sustenta en la organización. Esta es necesaria para mantener la unidad y funcionamiento de un colectivo grande y heterogéneo. En general, la racionalidad artificial es necesaria para el funcionamiento eficiente de grupos humanos, a costa de una limitación de la libertad. Los grupos naturales no necesitan de una organización, porque su constitución se da espontáneamente, sin fines preestablecidos, como es el caso de una familia o un grupo de amigos.

La organización es necesaria para los grupos no naturales, pero puede degenerar, convirtiéndose en controlista, arbitraria y represora. Así esta consiga sus objetivos, es perjudicial para sus integrantes, como es el caso de una secta religiosa. Independiente de como sea la organización, si no consigue sus objetivos o consigue resultados contrarios, también es una organización perjudicial. Si la organización logra sus objetivos, pero es una organización que afecta en alguna medida a sus integrantes, entonces es el llamado mal necesario. Es el caso de los grupos militares que tienen una instrucción espartana. La organización, cuanto más se aleja de la racionalidad o de lo natural, tiende a ser más coactiva y arbitraria, convirtiéndola en artificial negativa. Lo contrario son las organizaciones racionales y libertarias.

La competencia entre organizaciones forma parte de la razón de ser de estas, pero puede ser perjudicial para el medio social, es ahí donde es necesario un orden extraorganizacional, una organización de organizaciones que establezca las reglas del juego. Ese papel lo tiene el Estado.

El Estado es el ente administrador de sus elementos, para velar por los intereses de todo el conjunto. Para satisfacer esos intereses, tiene para sí lo que necesita para ello. En dos campos busca el tener para sí: el interno y el externo. En este último, tiene que competir y compartir con las demás naciones, y para ello necesita un espacio de libertad externa (de naturaleza comercial) en interacción con las relaciones diplomáticas de la comunidad mundial. El éxito del ejercicio de la libertad externa está en función de su organización y desarrollo interno, porque es desde ahí donde surge lo que ofrece (producto-precio) en el ámbito internacional para poder competir.

El tener para sí interno es cualitativamente más importante. El Estado, podría pensarse, debería buscarlo para sus elementos (empresas, instituciones e individuos); pero el tener para sí es mejor entendido por el propio elemento, él, mejor que nadie, sabe lo que quiere y necesita, y para lograrlo precisa poner en ejercicio su libertad. Como esta libertad está en función de sus intereses, y estos se mueven por el egoísmo colectivo o individual, pueden generar conflictos perjudiciales; para esta situación está el Estado que garantice las mismas reglas de juego para todos, sin obstaculizar con un exceso de reglamentos el accionar de los elementos. Entiéndase por elemento los individuos, unidades productivas, instituciones, etc. El Estado logra estas condiciones para todos cuando obedece a una organización racional y ética que garantice una libertad donde la creatividad, esfuerzo individual o de grupo y la calidad sean los factores principales del progreso de cada uno de ellos. El Estado tiene como fin el de asegurar, velar y promover, a través de su organización, la realización individual determinado por el propio individuo o grupo de individuos. Un Estado no democrático, regido por un gobierno dictatorial, impone a sus elementos lo que conviene a sus intereses, prescindiendo del derecho de libertad de sus ciudadanos; tarde o temprano, degenerará en corrupción y violencia.

La mayor abstracción libertaria es la libertad de una Nación, la que el Estado da a sus componentes y la que necesita en el frente externo. En la medida de cuánta y de qué calidad sea la libertad, el Estado será liberal, traducido en una política y economía liberales. La libertad que un Estado ofrece a sus elementos, traducida en libertad de mercado (económica), política y social, origina más opciones de conseguir el tener para sí en todos sus niveles, llegando finalmente al elemento básico y fundamental de la sociedad: el ser humano, el individuo. El ser humano es el que recoge la libertad que el Estado promueve, gracias a ella es que el individuo puede realizarse como desea, de acuerdo a su proyecto de vida, y que lo hace diferente de los demás.

Una sociedad libre estimula la libertad de ideas y criterios, generando una diversidad de nuevos conceptos y opciones que enriquecen la base cultural y de conocimientos de una sociedad; asimismo, la pluralidad se ve reflejada en la diversidad individuos, que va desde las ideas personales hasta la identidad de género, pasando por la apariencia. Es lo opuesto al pensamiento único, la uniformización y la ausencia de matices. Entonces, es el medio ideal para formar libre pensadores, que son los motores del desarrollo científico, artístico y humanístico de un pueblo. La libertad de pensamiento pone en juego la creatividad, el ingenio y el espíritu descubridor, que son factores para la realización individual y no tienen límites en un país que cultive la libertad. Junto con los conocimientos, formación y educación logran la calidad y grandeza de la realización personal y por ende de una sociedad. Se puede afirmar que el camino a la realización y el éxito van de la mano con la libertad.

La libertad que el Estado promueve el individuo la utiliza como un medio para lograrse; pero, a su vez, su estilo de vida se mueve dentro de ella, convirtiéndose en fin en sí misma. El individuo que alcanza sus objetivos se sentirá autosuficiente, seguro de sí mismo, con mayor autoestima y formará parte del arreglo jerárquico natural de la sociedad, de las funciones dentro de ella y de la división del trabajo. En este medio, todos los individuos deberían tener los mismos derechos y oportunidades, donde lo racional y pragmático evitaría las coacciones y los excesivos controles. En un medio así, los acuerdos, decisiones, el rol que le toca a cada individuo tienden a surgir espontáneamente. La libertad no solo es un medio para la realización plena del individuo, sino también es parte de su propia vida.

La libertad también actúa como medio para la búsqueda del placer directo o indirecto. En individuos inmersos en una cultura que impera la racionalidad, sus placeres tenderán a tener el mismo nivel. Una Nación con un real Estado liberal propicia un estilo de vida liberal; y viceversa, un pueblo que tiende a la liberalidad, genera un Estado liberal, concretado en las autoridades elegidas. Ambas dinámicas actúan juntas en mutua retroalimentación. En países con Estados no liberales se puede producir un cambio, a través de la difusión de las ventajas que tiene la libertad en otras realidades. El Estado liberal reconoce y promueve la singularidad del individuo, expresada en las cualidades humanas productivas y elevadas, como la creatividad, el ingenio y la utilización plena de los conocimientos adquiridos. Otro factor que el Estado liberal apoya es la propiedad privada, que es el espacio dentro del cual se desarrolla el individuo, el campo que impulsa su realización y le brinda seguridad, características vinculadas al ejercicio de la libertad. La propiedad privada y los bienes en general son, en parte, el reflejo de la realización del individuo, una expresión de su singularidad, son un refuerzo de su autoestima y autosuficiencia.

En lo económico, un Estado liberal promueve la economía de mercado, la libre competencia, el no intervencionismo y controlismo del Estado, el apoyo al capital extranjero, la economía abierta, la iniciativa e inversión privadas, y está en contra de los monopolios y las empresas públicas. El rol del Estado debe circunscribirse al desarrollo de la infraestructura, la seguridad interna y externa, y garantizar una educación y salud de calidad al alcance de toda la población, es decir, todo aquello que la empresa privada no puede cubrir a cabalidad. Gracias a la libertad en la que actúan las empresas, toman políticas de conquista y descubrimiento de nuevos mercados, utilizando la creatividad y profesionalismo con que cuentan sus integrantes, y por supuesto la inversión; es un grupo con objetivos comunes, cuyo tener para sí les proveerá de ingresos, bienestar, desarrollo laboral y crecimiento empresarial. La no planificación por parte del Estado favorece la libertad de las políticas empresariales en busca del propio tener para sí.

Del éxito individual de los agentes económicos, se tendrá el éxito económico del país. En esta dinámica por alcanzar el éxito, las empresas que utilizan procedimientos mercantilistas pueden producir encuentros o interacciones destructivas, perjudicando a otras. Es ahí donde el Estado debe intervenir y corregir las anomalías que generan el mercantilismo y el mal uso de la libertad. La libre competencia, sin anomalías, es el mayor estímulo de superación individual y colectivo, es un empuje que potencializa toda actitud que conlleve al éxito. El motor del empuje es la necesidad actuando en libertad sin el asistencialismo del Estado, donde cada individuo o grupo tiene que conseguir, por sí mismo, los elementos para su supervivencia y bienestar.

Las unidades económicas privadas tienen más claras sus metas que las unidades públicas, porque los logros conseguidos por aquellas son asumidos individualmente por el sentido de propiedad y pertenencia al grupo; y del éxito de este, dependerá el bienestar y desarrollo de cada integrante. La economía de mercado es el sistema que coloca, de manera natural, la posición y jerarquía de la unidad económica, en función de su eficiencia, competitividad, capital y tiempo de vida dentro del mercado.

Un Estado liberal debe respetar y no interferir en el proyecto individual que toda unidad económica se ha trazado por sí misma y para sí misma, solo ella sabe lo que quiere y necesita.

La abstracción final es la fusión de la libertad colectiva con la libertad más abstracta: la de una Nación.

7. Dinámicas de la libertad a gran escala

A todo grupo humano le es inherente la libertad, porque sus integrantes la poseen, y de la suma e interacción de estas, resulta la libertad de una sociedad, la que es más abstracta y compleja por las múltiples y diversas interrelaciones entre sus individuos e instituciones. Debido a su naturaleza colectiva no posee identidad propia y única como una conciencia que pueda regular y controlar adecuadamente esa frágil –por inestable- libertad. El Estado es esa conciencia que necesita una sociedad y el encargado de ponerle límites y mantenerla, por medio de sus leyes y principios, tan natural como la de un ser humano. Para Maquiavelo, la ley debe erigirse en fundamento de la libertad, y cuando hay un poder arbitrario y de dominación surge el conflicto, que no siempre contribuye a la causa de la libertad; el pensador sostiene que estos conflictos normalmente tienden a la corrupción, a la destrucción o a la tiranía, pero si se canalizan mediante una legislación adecuada son también un camino hacia un espacio de libertad y prosperidad (Maquiavelo, 2011, p. LXXVIII, LXXIX).

Dentro del Estado, el papel del gobierno es fundamental, porque define la naturaleza y grado de libertad de los gobernados; pero no necesariamente es así. John Stuart Mill (1984, p. 41) afirma que “No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea su forma de gobierno, en la cual estas libertades no estén respetadas en su totalidad; y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y plenamente garantizadas”.

Una persona, la que es consciente y dueña de sus actos y decisiones, puede mal utilizar su libertad, reprimiéndola o desbordándola. En el primer caso no afecta a los demás, y conscientemente podría no afectarse a sí mismo; en el segundo, sí puede perjudicar a otros individuos. Entonces, el Estado debe interpretar las libertades de sus elementos (individuos y grupos) para mantenerlas en armonía con las libertades del Estado liberal expresadas en su marco jurídico. Reprimirlas produciría mecanismos de evasión, deliberados y violentos en algunos casos, perjudicando al medio y deteriorando más al sistema, haciéndolo más rígido –por reacción– y corrupto. En el campo económico los síntomas son: las coimas, prebendas, favoritismos, corruptelas en general, que surgen entre el Estado y los agentes económicos.

Un Estado represor mantiene un sistema bajo un criterio no racional, alejado de lo natural e inspirado en antivalores, en donde los intereses personales de los gobernantes están por encima de los intereses de la Nación. En el campo político, no estimula las cualidades individuales para el desarrollo personal; todo lo contrario, las reprime, impidiendo la libertad de acción, expresión y de pensamiento. Un Estado represor planifica lo que se debe creer, realizar, etc., en una sola dirección impuesta para todos, que serializa a los individuos, enajenando su identidad e individualidad y mutilando sus aptitudes hacia la realización plena. En el campo económico, las unidades económicas privadas, por la ausencia de una economía de mercado y de competitividad, son desestimuladas en su accionar; más aún, si la planificación del Estado decide el tener para sí de aquellas, anula el interés y coacta el surgimiento de la creatividad y el espíritu emprendedor y descubridor de mercados. Una de las consecuencias será la mediocridad de lo producido por las unidades económicas, lo que deviene en una cultura del consumo de la cantidad, mas no de la calidad. Instalada esta cultura, puede derivar en una mediocridad de los individuos. En el orden intelectual y artístico, donde la libertad es fundamental, una fracción de la producción se alineará con el sistema, como parte de sus bases ideológicas y culturales; pero otros evadirán esa realidad impuesta. Las obras y creaciones estarán al servicio del sistema, y los conocimientos y sus aplicaciones serán limitados o dirigidos hacia los objetivos del régimen represor, como sucedió en la China de Mao, la Unión Soviética de Stalin y la Alemania de Hitler. En estas sociedades, las jerarquías naturales –personales y colectivas- tienden a no existir en favor de una igualación forzosa de sus integrantes, que generalmente es hacia una mayor mediocridad y pobreza productiva económica y humana (artes, ciencias, letras). Esta situación produce tensiones en el sistema, generando mecanismos de evasión, que son reprimidos, lo que a su vez genera mayor evasión, sembrando el germen de su propia destrucción.

Un Estado represor puede tener diferentes grados, el menor es el que solamente restringe la libertad económica o de empresa, es decir, un Estado estatista, controlista, intervencionista. El mayor grado sucede en el campo económico y político, es decir, un Estado represor que coacta las libertades ciudadanas y sus derechos fundamentales, con una ruptura del equilibrio de poderes, es una quiebra del orden constitucional y democrático, instalándose una tiranía o dictadura.

Otra clase de Estado, que linda con la anarquía, es el que permite el canibalismo económico entre sus elementos, donde la mayoría de los agentes productivos ven reducidas sus libertades. Este sistema, en apariencia liberal, es antiliberal, provocando mecanismos de evasión en el campo social, es decir, violencia estructural. Son Estados fallidos, ausentes y altamente corruptos.

En el mundo hay países que, como complemento de sus medidas económicas de coyuntura y de mediano plazo, necesitan una reforma del Estado que liberalice la economía y la política. En esta deben estar incluidas las libertades sociales, como el reconocimiento de los derechos civiles de las minorías. El fin de la transformación del Estado es lograr el  mayor beneficio y desarrollo de los habitantes de una Nación, como entes productivos y como seres humanos en libertad.

8. El comportamiento pendular de la libertad

La ola libertaria de inicios de los 90 es parte de un ciclo: sociedades abiertas-sociedades cerradas, libertad-coacción de la libertad, que se ha presentado a lo largo de la historia de la humanidad, que puede ser a nivel global o regional. Friedrich Nietzsche (1983, p. 177-182), en su doctrina del “eterno retorno”, trata sobre la naturaleza cíclica del tiempo, en un transcurrir infinito y cerrado, donde todo se repite: la vida y la historia; del mismo modo, en el hinduismo se abordan los ciclos de la existencia: destrucción y renovación, controlados por el dios Shiva.

La presencia de ese constante retornar lo apreciamos en el anhelo de libertad de fines del siglo XVIII, con la revolución francesa y la independencia de los Estados Unidos, igual que la acontecida en Latinoamérica a principios del siglo XIX y a la progresiva descolonización de muchos países del Asia y África; para luego, en el primer tercio del siglo XX, surgir los regímenes totalitarios y nacionalistas, como el fascismo, el nazismo y el stalinismo. Latinoamérica también sufrió la supresión de la libertad en los años 70.

Los sistemas sociales están sustentados en el ser humano, que en su aspecto psicosocial varía de acuerdo al medio cultural en el que vive; a pesar de ello, mantiene rasgos psicológicos básicos, comunes e inherentes, como la dinámica de la libertad. Por lo tanto, los sistemas políticos y económicos son la suma de personas con esa dinámica que interactúan entre ellas y con su estructura. Este enfoque puede ser explicado por la psicología social. Erich Fromm (1985) en El miedo a la libertad afirma que el ser humano necesita de libertad, porque le es inherente; pero al encontrarla, bajo situaciones insalvables, se siente aislado, disminuido, desprotegido, y busca mecanismos de evasión, algunos de ellos: el deseo de sumisión y la búsqueda de poder y mando. Esto ocurre en forma masiva, como en la Alemania Nazi, porque es el sistema el que se libera estructuralmente en interacción con sus elementos en mutua retroalimentación, y posteriormente la supresión de la libertad.

Evitar el retorno de la abolición de la libertad debe pasar por evitar los mecanismos de evasión. Un posible contrapeso es el bienestar de la sociedad, que ofrezca seguridad al individuo. El fortalecimiento del individualismo positivo, que genera solidaridad y respeto por los demás, también es una fuerza opuesta a la fuerza que ataca a la libertad. Estos cambios se tendrían que dar a nivel estructural y humano.

9. El ser liberal, el libre pensador y la libertad de a dos

Un liberal, antes de ser teórico, es práctico y vive su liberalidad, porque este no se restringe al ámbito económico y político, sino que es una manera de ser, una filosofía de vida, que abarca todos los aspectos de la persona y se origina en su ser, que va más allá de lo racional. Se podría decir que se nace liberal en algunos casos, como también se construye el ser liberal.

Un liberal parte, ante todo, del ser humano y por lo tanto de él mismo, para responder al medio con sus acciones y opiniones. Para el individuo liberal, lo principal es la persona humana y su libertad de acción y de pensamiento, por eso utiliza aquellas facultades que le son inherentes sin subordinarlo más que a sus propias ideas y convicciones; pero reconoce que toda persona posee igual libertad y que no hay libertad mayor o más privilegiada que otra. En ese sentido, la libertad ajena es respetada como la suya propia.

Tratar de definir la libertad humana racionalmente sería limitarla, ponerle condiciones. Sin embargo, los mecanismos e interacciones de la libertad sí son objeto de estudio y conceptualizaciones, sin riesgo de afectar el concepto libertad. Por lo tanto, es una facultad, al menos de los mamíferos superiores, que se siente y vive, y que solo sabemos dónde están sus fronteras cuando las traspasamos invadiendo la libertad del otro.

La libertad, bien utilizada, ayuda al desarrollo de la creatividad, el ingenio y explota las canteras del intelecto y el pensamiento humano, como ya dijimos. Las grandes creaciones de la mente humana se han dado en condiciones de máxima libertad intelectual y, en la mayoría de los casos, de manera no planificada por el creador.

La libertad y sus posibilidades son producto de la evolución mental e intelectual del sujeto, determinada por características propias de su personalidad y de su relación con el medio, el cual es un permanente flujo de ideas, conocimientos y sensaciones que marcan su mente desde la infancia, donde la educación y el ejemplo de los padres es fundamental. En la madurez, el individuo con esencia liberal se independiza intelectualmente; este proceso lo distingue de los demás por sus decisiones, elecciones e ideas, reafirmando y tomando conciencia de su condición humana única. Esta independencia intelectual incluye el alejamiento de los dogmas que recibió en la infancia o temprana juventud.

La relación entre el dogmatismo religioso y la psicología liberal es conflictiva, porque la religión somete autoritariamente a la inteligencia y su capacidad de discernir libremente. Las autoridades religiosas y la tradición, durante cientos de años, han presentado preceptos como dogmas irrefutables, que están en los libros sagrados. A menos que sea a través de un Concilio, los dogmas no están sujetos a comprobación y discusión. De esta forma, existe un sometimiento voluntario de parte de millones de individuos. Un liberal auténtico no debería aceptar esas condiciones por razón de su psicología liberal que le permite pensar libremente para poder someter al dogma al análisis de la razón, la lógica y la ciencia. El pensar libremente puede originar conflictos en el camino de un liberal hacia el agnosticismo o el ateísmo. Son diversas las reacciones de los liberales ante un dogma. El libre pensador afronta el dogma analizándolo, si tiene conocimientos para hacerlo, como el científico o el filosófico. Otra reacción sería no afrontarlo, no dándolo por verdadero o falso. Por último, están los liberales no libre pensadores que conviven con el dogma, es decir, lo toman como algo que existe y lo aceptan por inercia sin que condicione su libertad de acción; en la práctica, no influye en su vida liberal.

El grupo mínimo dentro de una sociedad, es la pareja. Su papel atraviesa el comercio, el trabajo, la vida de estudiante, los valores y la prueba de libertad más compleja: la libertad de a dos y su unidad. A pesar de su pequeñez en cantidad, la pareja es la base de la sociedad, de ahí se construye la familia, del tipo que esta sea. Pero también es altamente dinámica, se hacen y deshacen constantemente.

En una pareja, ambos poseen la misma cantidad de libertad, la calidad o contenido depende de cada uno. Los acuerdos mutuos deben limitar lo menos posible la libertad de cada uno. El respeto mutuo es indispensable y no debería nacer en la relación de pareja, sino desde antes.

Sin necesidad de autoritarismos y roles protagónicos, en una pareja, si vive en armonía y respeta la libertad, se acomodarán de manera natural lo quehaceres, los momentos de compartir, los roles, etc. En esa dinámica existen factores clave para la supervivencia y evolución de la pareja. Un primer factor importante es la confianza mutua, y no se da en abstracto, se gana con acciones; y la desconfianza no debería generar acciones coactivas, sino de diálogo. Luego, la comunicación, entendida como el intercambio de ideas, gestos, actitudes, pensamientos y contacto físico, para el mejor entendimiento y compenetración, es un factor para evitar todo impulso humano que traiga consigo la intolerancia, la incomprensión y las acciones que coaccionan la libertad.

La pareja, si bien de alguna manera es una unidad, no debe ahogar el individualismo de cada uno, entendido como la absorción de parte o toda la identidad de uno por el otro. Los rasgos particulares de la personalidad y su exteriorización en gustos y acciones propias deben conservarse, porque de otra manera se atenta contra la naturaleza individual y todos los beneficios que trae, incluyendo el empobrecimiento de la riqueza de la relación. Una pareja son dos individualidades que conservan su libertad, que en unidad tienden a un objetivo: la felicidad con uno mismo y con el otro, sean del género que fueren.

10. Conclusiones

·         La libertad es un concepto que posee diversidad y complejidad.

·         La libertad, a nivel colectivo, es frágil y está sujeto a cambios como parte de los sistemas complejos en los que actúa.

·         La libertad es necesaria en todos sus niveles para el desarrollo del ser humano y de los grupos humanos.

·         Las libertades individuales, de grupo, de una sociedad, de una Nación, y la del Estado a través de sus leyes y normas sociales, económicas y políticas, están interrelacionadas y tienen una dinámica propia.

Referencias bibliográficas

Earls, J. (2011). Introducción a la teoría de sistemas complejos. Fondo Editorial de la PUCP.

Dawkins, R. (1985). El gen egoísta. Biblioteca Científica Salvat.

Fromm, E. (1985). El miedo a la libertad. Obras del Pensamiento Contemporáneo. Origen/Planeta.

Maquiavelo, N. (2011). Maquiavelo el arte del Estado, Estudio introductorio por Juan Manuel Forte Monge, GREDOS.

Mill, J.S. (1984). Sobre la libertad. Los Grandes Pensadores. SARPE.

Müller, M. & Halder, A. (1976). Breve diccionario de filosofía. Herder.

Nietzsche, F. (1983). Así habló Zarathustra. Los Grandes Pensadores, SARPE.

Santo Tomás de Aquino. (1970). Suma Teológica, tom. II. Editorial Universo.

Skinner, B. (1987). Más allá de la libertad y la dignidad. Biblioteca Científica Salvat.

 

Ir a la RPFA Nro. 24

Reseña: Polo Santillán, Miguel Ángel; y Carlos Abel Mora Zavala (coords.). Poder, religión y secularidad

Huanta: Fondo Editorial, Universidad Nacional Autónoma de Huanta, 2023.


Por Manuel A. Paz y Miño

Este libro digital está conformado por una introducción por los coordinadores del mismo, 11 artículos agrupados en 3 secciones: Secularidad, laicidad y modernidad (con 4 artículos); Religión y política: dos casos de estudio (2) y Secularidad pensada desde la filosofía práctica (5), y una entrevista.

Entre los participantes, la mayoría sanmarquinos, hay 7 filósofos, 3 abogados, un sociólogo, un antropólogo y un educador, claro muchos de ellos con posgrados en filosofía entre ellas una colaboradora que, sabemos, ingresó al doctorado de filosofía (y que no está en la lista de los autores al igual que el abogado con quien hizo la entrevista final).

En nuestra apreciación de esta obra enfatizaremos solo algunos conceptos clave de la misma.

La introducción, por los coordinadores del libro Miguel A. Polo y Carlos Mora (quien no hace otro aporte en el resto de la publicación), empieza con una frase que consideramos, muy importante para nuestra profesión y enfoque:

La filosofía práctica, sobre todo desde el marco ilustrado, debe dar cuenta de la realidad circundante. Y parte de esa realidad en nuestros días es la presencia de la religión en el espacio público... (p. 11)

Enseguida se hace una serie de interrogantes sobre los conceptos y la presencia en la realidad social de la secularidad, su relación con la ética y los estados laicos, etc., interrogantes relacionados con el proyecto «La ciudadanía  y el lugar de la religión en el espacio público» que ha originado el libro (id.), esto es, una investigación registrada en el Vicerrectorado de Investigación de la UNMSM y, por ende, financiada por éste. Sin embargo, fue publicada virtualmente por la Universidad Nacional Autónoma de Huanta y, así, al alcance fácil y rápido de cualquiera interesado con el tema.

A continuación, comentaremos algunas ideas que nos han llamado la atención de los capítulos del libro y la entrevista.

En “Los significados de la secularidad”, Polo muy bien aclara que el Estado laico o aconfesional no es anticlerical o antirreligioso (p. 21). Además, discute el fenómeno de la post secularización, sobre todo en Europa, como un resurgimiento de la religión en lo público (p. 26).

En una de sus conclusiones dice que “[l]as sociedades seculares se caracterizan por ser plurales, y serán éticas en la medida  que respeten la libertad  de conciencia de las personas, la no coacción, el derecho  a la participación,  y puedan  ir generando  relaciones justas  y pacíficas” (28).  Eso nos recuerda algunas sociedades seculares donde ha habido Estados antirreligiosos autoritarios y totalitarios sin tal respeto sobre todo en el siglo pasado.

También afirma Polo acertadamente:

… sociedades desiguales, inequitativas, generan  relaciones conflictivas,  también  en asuntos  religiosos.  Esto  nos lleva al problema  de la vulneración de los principios,  por una parte,  del Estado mismo y, por otra, de miembros  de la sociedad.  En el primer  caso,  estamos en presencia de un Estado que asume alguna concepción  religiosa de la vida buena, privilegiando  una y perjudicando a las demás (id.).

Y eso justamente sucede en el Perú, “la realidad circundante” de los contribuyentes del libro, donde el Estado privilegia a la Iglesia católica con subvenciones económicas, exoneraciones tributarias y la enseñanza de sus doctrinas en el curso de religión de las escuelas públicas, todo eso “legalizado” por el Concordato o tratado entre los Estados del Perú y de Ciudad del Vaticano de 1980, cosa que no se menciona en ninguna parte de esta obra.

Continúa “La laicidad y sus contradicciones” de Aníbal Campos, quien hace un recuento histórico crítico de la “relación unitaria” entre Estado y cristianismo a partir del siglo IV de la era común hasta la laicidad en Francia que “se presentó  con la mayor fuerza y con la mayor violencia” con la Ilustración y su revolución (p. 21-36).

Hace una observación importante: “la separación de Estado y Religión le impone  al primero  la obligación de ser garante  de la neutralidad frente a la vida y acciones de la religión. Es, pues,  una situación muy curiosa en la que, al liberarse,  el liberado quede sometido a aquel del que se ha liberado” (p. 42).

De forma aguda, Campos termina su artículo diciendo:

La laicidad  parece,  en el fondo  un proceso en el cual la religión cristiana católica se acomodó  a las nuevas condiciones históricas.  En estas,  sin ejercer control  político,  siguió teniendo  presencia,  aunque ya no desde arriba pero sí desde abajo. En algunos lugares quizás compartiendo con otras religiones, pero en otras con la exclusión de las mismas (id.).

En "El nihilismo,  entre la metafísica  y la religión.  Una lectura comparada de Santo Tomás de Aquino y Friedrich Nietzsche" su autor, Javier Hernández Soto, nos recuerda que “[e]l objetivo primordial de la religión es echar fuera de la existencia al sinsentido,  dotar al hombre  de un propósito y darle a su acción una perspectiva trascendente,  de modo  que ahí donde  hay religión no hay nihilismo;  ... No obstante,  en el caso de la llamada religión revelada, encontramos un aspecto muy interesante: ella contiene  en germen lo que será el nihilismo  en el mundo  actual (p. 45).

El capitalismo logra imponer el nihilismo y el sinsentido por toda la tierra: “no hay más sentido que la acumulación irracional  del capital;  esto impone  que no somos  más que medios para el incremento incesante del capital” (id.).

Concluye Hernández su artículo diciendo que el nihilismo nos libera de lo absoluto, el totalitarismo, el fanatismo y la opresión. En ese contexto pueden crearse nuevas formas de religiosidad a través del deporte, el cine y la TV (p. 55-56).

Sigue el texto "El ateísmo ético: la filosofía de Ronald Dworkin aplicada a la religión" donde sintetiza las ideas de éste en su libro Religión sin dios (p. 62). Además, para Dworkin, las polémicas sobre el aborto y la eutanasia “no son debates meramente  jurídicos o político-morales, sino que son  polémicas religiosas” (id.). Esto es, discusiones éticas personales: solo la persona debe decidir si continua o no existiendo, en el caso de la eutanasia, por ejemplo (p. 66)

Ramírez concluye que las proposiciones religiosas no son inferiores a las “racionales”. Por ende, los creyentes, como ciudadanos con deberes y derechos, no deben dejar de mencionar sus creencias en la esfera pública y política. Es más, tienen el derecho a que el Estado al no solo considere importante sus creencias, sino que también les ayude a promocionarlas y divulgarlas (pp. 66-67):

… afirmamos que la laicidad es una impostura mal llevada a cabo; ningún Estado debe mostrarse ajeno a las preocupaciones espirituales de sus ciudadanos. … [¿]qué posición  debe asumir  frente justamente a la diversidad  de estos o de comunidades religiosas en un  mismo  territorio[?].  ¿A quién  promover  y a quién  no? El criterio  del «daño» como límite establecido  por Dworkin  parece muy adecuado: todas las prácticas religiosas son importantes, pero no se debe dañar a una en desmedro  de otra (p. 67).

La respuesta para nosotros es simple: el Estado no debe defender ni mucho menos promover ideas religiosas que vayan contra la libertad, el respeto, la igualdad, la vida y la salud de sus ciudadanos (subvencionar económicamente o exonerar de impuestos a una y no a las otras, enseñar las doctrinas de una y no las de las demás en las escuelas públicas, que las mujeres deben estar sujetas a sus maridos, que sean optativas las transfusiones de sangre de menores, etc.).

El texto "El  catolicismo   tradicional,  la  resistencia  al  secularismo  y la emergencia política de los evangélicos  en el Perú de fines del siglo XX y en las primeras décadas del siglo XXI" por Javier Aldama nos habla de la resistencia conservadora católica y evangélica ante la arremetida de la nueva izquierda, el feminismo y el movimiento LGTBIQ+ por un Estado (realmente) laico para el Perú para legalizar el aborto (por violación), la unión civil y la perspectiva de género en las escuelas públicas. Menciona, de modo general el contexto político y teológico del siglo XX (sin hablar del Concordato de la Santa Sede con el Estado peruano) e inicios del XXI (p. 71).

Aldama también hace un breve recuento histórico del laicismo francés y español (pp. 73-74). Luego menciona a importantes pensadores anticlericales como González Prada y Haya de La Torre, pero también a Mariátegui en tanto que vieron a la Iglesia como aliada de la oligarquía y el militarismo (pp. 74-75).

También, por supuesto, menciona el surgimiento de la izquierdista teología de la liberación influenciada por el Concilio Vaticano Segundo (pp. 76-77). Continúa con la aparición de la insurgencia de Sendero Luminoso en los 80s (sigue sin hablar del Concordato de 1980) y los crímenes contra pentecostales en Ayacucho. En respuesta los evangélicos forman parte del partido Cambio 90, con 50 candidatos al Congreso y que llevó a Fujimori a la presidencia. Luego del autogolpe de Estado de éste, aparecen los neopentecostales conservadores en los 90s (pp. 77-79).

Estos junto con los conservadores católicos hacen marchas contra el aborto, (la unión civil)  y la educación sexual en las escuelas públicas (y por la defensa de la familia tradicional) (pp. 79-80).

A continuación, Aldama hace una defensa antropológica de la familia nuclear (que satisface la necesidad sexual, la reproducción y protección de la mujer durante la preñez y la lactancia, la educación y la subsistencia) y alerta contra “[e]l peligro de dejar la educación escolar en manos del Estado o de un grupo político que asuma la tarea de enseñar trae consigo el peligro de una ideologización perjudicial”, como sucedió con los maestros senderistas que politizaron a sus estudiantes (p. 80).

A continuación, anota que los (llamados) progresistas y neoconservadores, al ser extremos, no pueden dialogar con argumentos sobre el aborto, la eutanasia, la educación y la familia (p. 81).

Seguimos con el texto de Carlos Ráez Suárez “Religión y política: el FREPAP en el congreso  (2020)” sobre los 15 escaños ganados por ese partido en las elecciones congresales del 2020, brazo político de la Asociación  Evangélica de la Misión  Israelita del Nuevo Pacto Universal (Aeminpu) de la que hace una reseña histórica y doctrinal, mezcla de judaísmo bíblico y prehispanismo inca (pp. 84-93), así como de su papel en el Palacio legislativo (pp. 93-96): nunca presentaron proyecto alguno a favor de la religión o la suya, practicaron la separación entre lo personal y lo público (p. 97), y su mayor preocupación es sobre todo lo moral no proselitista (p. 98). Ráez concluye que la presencia electoral del FREPAP incluyó a parte de la población tradicionalmente marginal (p. 99) y que las críticas contra ese partido se basan en su vínculo con su religión (p. 100).

El escrito de Jesús Sánchez Berríos "Un abordaje a la secularidad desde la perspectiva de Charles Taylor" empieza tratando de las ideas de ese filósofo canadiense sobre la secularidad (pp. 105-108), la relación de la religión con la trascendencia y lo sobrenatural, así como su eclipse (pp. 108-109), y de la vinculación de la secularidad con un humanismo excluyente de lo no humano y trascendente (p. 109-110). Además, con el avance de la ciencia la religión, con sus seres espirituales y milagros, retrocede (p. 110). Pero también entre las sociedades creyentes y humanistas está la etapa intermedia del deísmo providencialista (mundo diseñado por Dios, nos relacionamos con Dios al conocer el orden de su diseño, y la idea de una religión natural eclipsada por la religión tradicional) con desplazamientos antropológicos (el objetivo de Dios para los humanos es su florecimiento, el eclipse de la gracia y el declive del infierno, el misterio se desvaneció paulatinamente, el  eclipse de que  Dios  planeaba  una trasformación de los seres humanos en la otra vida) (pp. 111-113).

Se sigue con la Reforma protestante que impulsó los desplazamientos antropológicos mencionados. Irónicamente los reformadores al buscar una vida ordenada para los fieles, dejaron de centrarse en lo divino para hacerlo en lo humano, apareciendo el humanismo moderno (pp. 113-117).

Pasamos al artículo de Jorge Quispe Cárdenas “Religión, democracia e interculturalidad” que, entre otras cosas afirma, la deficiencia “de la filosofía práctica para resolver los problemas más sentidos de la humanidad” lo que ha dado lugar a la aparición de la filosofía posmoderna (p. 124). Nos parece algo ingenua esta apreciación exigente de la ética la cual solo reflexiona sobre lo bueno y lo malo de esos problemas muchos de los cuales solo pueden solucionarse a diferentes niveles extra filosóficos y morales.

Menciona la crítica de Camps a la ética a partir de las ideas de Habermas: la fuerza motivadora de nuestra conciencia será posible en lo religioso. Lo que se puede rescatar de la religión es su sentimiento, dice Camps apoyándose en Mill, Comte, James, Bergson e incluso Russell (pp. 124-128). Además, discrepa de la descalificación de la fe en la creencia en un Dios inmortal pues la historia reciente latinoamericana nos demuestra que esta fe no ha sido superada aún (p. 131). Aquí también nos parece algo débil esta crítica a la increencia: el que no se hayan superado las creencias religiosas en nuestra región no las hace verdaderas es solo un proceso histórico social que continúa por diversos factores, siendo uno de los fundamentales, por ejemplo, la indoctrinación católica en las escuelas públicas de nuestro país.

Concluye diciendo:

La democracia  intercultural debe concretizar  valores  como  la tolerancia,  la autonomía del individuo  singular y social. Son compatibles las éticas de la interculturalidad y de los sentimientos (p. 138).

Vladimir Sosa Sánchez en su “Formación de ciudadanos críticos en entornos seculares” nos dice que la educación de la ciudadanía en hará “que los estudiantes desarrollen … el pensamiento crítico (p. 141) y que “la  educación  debe  apuntar tanto al desarrollo de la ética como a la reflexión a través del pensamiento crítico” (p. 142).

Además “el desarrollo del pensamiento crítico no es propio del desarrollo escolar, sino que este se puede enseñar desde el hogar, con actividades simples como el diálogo.  En la actualidad, con  el  avance  desmesurado  de  la  virtualización,  la  conversación  está  quedando  relegada a un segundo plano... (p. 146).

Por otro lado, “la educación filosófica debe partir desde la problematización cotidiana, dejando de lado la repetición de ideas; por el contrario, es importante inducir a los estudiantes a pensar y reflexionar de todo lo que les rodea, por eso la filosofía no obedece a un solo modelo, ya que cada realidad es diferente (p. 149). El profesor de filosofía debe “dejar que la filosofía vuelva a la calle, a las plazas, a debatir y cuestionar con las personas y poner en jaque a todos aquellos que pretenden tener en sus manos la verdad absoluta e incuestionable” (p. 149). En otras palabras, ser un intelectual comprometido con su “realidad circundante”.

Siguiendo a Salazar Bondy, plantea que la  educación  filosófica  debe  buscar “transformar la sociedad, formando a los nuevos ciudadanos  con capacidad para reflexionar de forma crítica. Ciudadanos pensantes frente a una sociedad que condena  el libre pensamiento” (pp. 150-151).

Una educación filosófica “en torno  a los problemas sociales,  políticos,  económicos y religiosos que permitan que los estudiantes sean capaces de ejercer una mirada crítica dentro del ámbito  educativo. Se necesita más filosofía dentro de las escuelas, no solo para generar pensamiento crítico, sino ciudadanos pensantes y no sumisos ante una sociedad que busca alienarlos en el consumismo(p. 151). Concordando de esa manera con nuestra concepción y fines de la filosofía aplicada que seguimos y promovemos.

Marco Barbaza en “La ciudad  heroica:  apuntes  sobre  política,   religión  y ciudad  en  tiempos hipermodernos” nos recuerda la relación de las primeras ciudades con “funciones simbólicas religiosas, incluso en cuestiones como la arquitectura o la fortificación” (p. 157). Y en la Patria hipermoderna del siglo XXI, el espacio público tiene una simbología elementos sagrados y religiosos (p. 158-159): “El peregrino hipermoderno  es ahora el héroe de una urbe resacralizada, con todos sus símbolos y marcas milenarias rearticulándose” (p. 161).

Miguel A. Polo dice en su “El sentido de la ética cívica en la sociedad secular”, entre otras cosas, que la palabra secularidad, históricamente, tomó diversas formas concretas (en Francia, EE. UU. y Latinoamérica), “lo cierto es que el proyecto liberal pretendió  ubicarla en el ámbito privado, pero, ante su fracaso, hoy se habla de postsecularidad, entendida como la vuelta de la religión” (p. 166). Además, “instalados  desde Latinoamérica, la religión  nunca  dejó de estar o influir  en el ámbito político  ni en la esfera pública, por lo que no se hace necesario hablar,  desde este contexto,  de postsecularidad” (id.).

Y si las religiones quieren  pronunciarse  en el espacio público plural, “tienen  la exigencia de traducir  su mensaje para ese mundo  plural, pero considerando el bien común, lo que implica darse cuenta del sufrimiento  de las personas y del planeta” (p. 173).  Por eso, la secularidad (o la postsecularidad, si se desea) no implica que los sujetos  dejen sus convicciones,  sino  que tengan  en cuenta metas  globales y purifiquen  sus convicciones desde ahí. Después  de todo, las grandes tradiciones religiosas o espirituales tiene fuentes tradicionales  desde las cuales pueden  modular sus ideas y prácticas según las necesidades contemporáneas” (p. 175). Es evidente que lo pueden hacer y lo hacen sin necesariamente mencionar, paradójicamente, a su dios y/o libro sagrado como fundamento de su teoría y praxis.

Concordamos con este autor en que

[t]odos  los  sujetos  tenemos  los  mismos  derechos como ciudadanos, por lo que no podemos restringir el acceso a la ciudadanía solo a los que piensan de una determinada manera. … Una razón pública, más valores universales que las propias tradiciones puedan reconocer y más el sentido teleológico expresado en asumir los problemas actuales, puede hacer que las religiones sean genuinas motivaciones morales para construir un mundo  mejor (pp. 175-176).

En la entrevista a Leonardo Franceschini, por Miguel Girao Isidro y Maria Luisa Bertani, el filósofo italiano afirma aguda y crudamente, entre diversas cosas, que “la Iglesia de Roma fue…  una estructura política que supo  penetrar y hallar  su  espacio en todas  las esferas  de los Estados  y de la vida de sus ciudadanos (p. 184).

Además,

cada Estado,…  se forma a partir de un sustrato, de una herencia cultural más o menos fuerte que sin embargo siempre está profundamente vinculada con la religión y la religiosidad, la cual se manifiesta a través de centenas de aspectos diferentes, ¿hablar de neutralidad  no significa, quizás, pretender  que un organismo se vuelva independiente de los seres que lo han generado? ¿Imaginar una autonomía  del Estado no desvela, entre otras cosas, cuán arriesgadamente hemos olvidado este marco, este prisma profundamente religioso alrededor de lo que el mismo Estado organiza, gestiona y emana de sus funciones vitales? (p. 185).

Como europeo, dice, entiende la historia del papel de la Iglesia de Roma,  en “términos de esclavitud, sistemática infravaloración, genocidio  físico y cultural  en todos los territorios ocupados, siglo tras siglo, por las potencias europeas. Afortunadamente, las múltiples  formas  de resistencia  que se enfrentaron a esta  violenta agresión,  a partir  de 1492, han permitido, y siguen haciendo  posible la existencia de varias visiones  del mundo, todas  ellas fundamentales” (p. 187).

Además, “no se puede prescindir [de la enseñanza  de la religión]  si se desea conocer  realmente  el substrato  cultural  de una comunidad; la cuestión central radica más bien en las formas, en los modos y características a través de las que se otorga este mismo saber: que me parecen, queriendo  utilizar un eufemismo,  típicamente bufonescas” (id.).

Por otro lado,

[c]ada confesión religiosa tiene su historia peculiar vinculada a determinados territorios, pueblos,  idiomas, formas y estilos de vida.   el substrato  religioso juega, sin duda alguna,  un papel fundamental.  Desde la educación  primaria, pasando  por los códigos morales, las estructuras de pensamiento, el lenguaje y la sexualidad, hasta llegar a los comportamientos diarios,  esta fuerza milenaria y sus aparatos direccionan  y modelan  nuestras existencias (p. 188).

Esto es muy cierto, incluso podemos hablar de “ateos judíos, cristianos o musulmanes, hindúes, etc.” en el sentido que, como seres humanos, son parte de determinadas tradiciones morales, sociales y culturales en general. Ahí tenemos, por ejemplo, a no creyentes celebrando la navidad como una fiesta familiar (como muchos creyentes lo hacen).

Dice también muy críticamente que la «recuperación de la espiritualidad» de los europeos es su intento de llenar la carencia de sentido de la vida:

… tratan, por un lado, de recuperar una especie de fantástico «sentido originario  del cristianismo», ignorando  por lo menos dos factores …: …esta presumida  «originalidad»  nunca  existió;  y,  en segundo lugar,  desconociendo totalmente todos aquellos horrendos  crímenes …de los que la Iglesia de Roma, a lo largo de los siglos, se ha manchado (id.).

Unos tratan de volver a una

espiritualidad perdida raptando y colonizando, …el espíritu "oriental". Meditación, yoga, budismo e incluso unas interpretaciones extravagantes y caricaturescas del taoísmo, entre otras prácticas, representan  precisamente una moda, con su mercado  y sus mercancías, sus lugares de culto y sus liturgias. Por no hablar del ecologismo occidental, un triste borrador del auténtico ecologismo practicado  desde siglos, aunque no sea el único, por  los pueblos  originarios  en Abya-Yala -que nace a partir de una relación completamente diferente entre el ser humano y la naturaleza, además del lugar no céntrico que este ser humano  ocupa a nivel cósmico- y de lo que los europeos intentan apoderarse, de forma  además profundamente grosera (id.).

Otra vez,

en su y tras su nombre [el de la Iglesia de Roma] se ha practicado  sistemáticamente, …el genocidio físico y cultural, la esclavitud y los procesos de colonización: todos acontecimientos que, siendo efectivas e impactantes prácticas políticas, aun que mejor  disfrazadas,  siguen  lamentablemente  perpetrándose en muchas  partes del planeta.  ¿Un ejemplo concreto? Jeanine Áñez, la ario-rubia  orgullosa de no llevar en sus venas ni una gota de sangre indígena (según sus mismas declaraciones), en un país cuya población  está compuesta en su mayoría absoluta por descendientes de los pueblos  originarios,  enseña la Biblia,  símbolo  supremo  de lo antedicho, en el día de su juramento como presidenta (p. 189).

A través de la dimensión religiosa

fluyen múltiples relaciones de poder que evidentemente marcan y dirigen  también las relaciones sociales que las constituyen, teniendo siempre en cuenta que el poder no cae desde arriba, sino que todos y a cualquier  nivel somos sus  agentes  reproductores:  en sintéticas  palabras,  una  horizontalidad del poder. … se trata de una historia milenaria  que ha visto  una  mezcla continua entre  varias  dimensiones, creo que más bien  tendríamos que preguntarnos cuáles,  entre  las  formas políticas que se refieren a la sociedad civil, han  adquirido  matices y significados seudo-religiosos (id.).

Dice sobre el dogma católico de la virginidad de María que es un discurso

estratégico, una violenta propaganda psicológica donde

el sexo, gradualmente,  empieza a ser un mecanismo social y político por medio del que se ejercita un poder coercitivo, de dirección, gestión y control hacia todas las que intentan  readquirir el dominio de su cuerpo, del placer y del deseo:  es decir,  a reapropiarse de una parte fundamental de su propia existencia.  María … simboliza la madre, entonces la indispensable y sagrada propagación de la especie) pero, simultáneamente, virgen: es decir,  aprisionada,  moralizada,  domesticada.  Es alta [o superior] porque es procreadora; humilde porque es sumisa, perteneciente  al ser masculino. 

Por eso, siguiendo esta imagen de María,

[l]a mujer tiene que callarse, no puede mirar unas cosas o dirigir ojeadas de un cierto tipo. Ella no puede vestirse como quiera, no puede salir sola, no puede recibir una instrucción. No puede resistirse a obedecer ante todo al padre, luego a los hermanos, y finalmente al marido y a sus hijos varones ... La mujer  está entonces obligada a poner  la máxima atención  sobre  gestos,  comportamientos,  maneras de moverse y habitar  el mundo. Es entonces «santa» y «buena» sólo a condición  de que no salga de este antiquísimo círculo que el varón le ha trazado alrededor (pp. 190-191).

Felizmente esta sumisión está retrocediendo y disminuyendo incluso en los países tradicionalmente católicos, aunque no tan rápida y completamente como se quisiera.

Aunque «las cosas han cambiado» por las diversas corrientes del feminismo,

… ¿acaso no seguimos viviendo en unos Estados presumidamente laicos donde son los individuos masculinos los que … opinan, describen y deciden, a través de discursos y prácticas, sobre el cuerpo femenino? ¿No asistimos, en estos mismos lugares, a una multiplicación  siempre más espantosa de violencias -físicas, verbales, psicológicas, simbólicas, epistémicas- en contra de las mujeres? ¿No siguen siendo, estos organismos, forjados a imagen y semejanza del ser masculino? (p. 191).

Es evidente eso con la cosificación y mercantilización del cuerpo femenino.

Añade que los intelectuales europeos

siguen llevando la misma ignorancia heredada tratando de explicar a los afroamericanos qué es el racismo y cómo tienen que luchar para abatirlo. En ambos casos, localizo la misma actitud soberbia: la típica de los que, a pesar de no poder entender -por razones tanto biológicas como culturales- lo que realmente significa llevar por el mundo un cuerpo racializado y perpetuamente observado, juzgado, medido, demonizado  o vuelto en mero objeto de deseo, en propiedad  somática (id.).

¿Quiénes sino los mismos que aún sufren por el color de su piel, e incluso condición socioeconómica, para explicar lo que padecen?

Concluye, diciendo:

¿No corre entonces el riesgo la misma universidad, teóricamente un lugar en el cual no debería existir censura alguna, una institución civil que sigue lamentablemente cuidándose de elementos eminentemente religiosos, así como la sacralidad de la Palabra o de formas que se asemejan, en unos casos, a una verdadera y propia policía del pensamiento, es decir, la contemporánea  caza de las herejías, de transformarse siempre más en una iglesia cuyo espacio está rodeado por anatemas y múltiples interdicciones?” (id.).

Esa censura “políticamente correcta” sucede seguramente en gran parte del primer mundo, pero en nuestro medio hay universidades con capellanes o invitan a un sacerdote a dar misa o sus autoridades van a la iglesia como tales, e incluso hay en algunas de ellas conferencias sobre ángeles o cursos sobre terapias alternativas (pero a la vez hemos sido testigos de cómo se boicoteó una serie de debates entre científicos con defensores de algunas de las así llamadas pseudociencias).

En suma, estamos ante un libro con diversos matices de interpretación y grados de crítica de las relaciones de poder e influencia de la religión en el mundo occidental, Latinoamérica y el Perú con los aciertos y carencias ya señalados arriba.

 

Huanta, 22 de noviembre del 2023

  

Ir a la RPFA Nro. 24