viernes, 24 de octubre de 2025

Réplica a la reseña crítica por Manuel A. Paz y Miño de "La conquista del diseño".

Luis Solari Reinoso

Crítica a la parte ontológica

En esta, respecto del animismo que desarrollo, se me objeta que los objetos inorgánicos no pueden registrar ni sensorialmente ni mentalmente a los objetos externos. Así, la piedra no puede percibir la presencia de la rosa, pues no tiene olfato, ni vista, ni tacto, ni papilas gustativas, ni audición para ello. No obstante, en respuesta a ello, diría que todos estos sentidos funcionan y se activan mediante una determinada articulación para las especies orgánicas. ¿Por qué no pensar que existe una articulación o estructura distinta para dichos sentidos en el caso de los objetos inorgánicos? Por ejemplo, nosotros captamos el olor a nuestra manera articulada: inspiración –ingreso a pulmones– transmisión al cerebro – percepción. La piedra podría “registrar” el mismo olor a su manera mediante alteraciones ínfimas que va teniendo en su estructura. La mediación de un cerebro es tan solo una alternativa de registro de las emanaciones sensoriales exteriores.

En cuanto al no tildar de “alma” o “espíritu” a la fuerza que anida en toda materia, se explicó en el primer párrafo de la página 81 que la fuerza es una energía idéntica, universal, sin personalidad por decirlo así. Es cuando se cristaliza, cuando se hace cuerpo, cuando adopta una configuración única propia de su contrastación, que tendrá un “alma”, en el sentido de la singularidad sentimental de un ente. Esta configuración única será percibida por las demás otredades, quienes, a su vez, proyectarán dicha percepción en dicho ente, haciendo que este forje su yo. Digamos que, para un ente determinado, mientras que la fuerza es meramente el latido –semejante al de cualquier otro–, la cristalización de la fuerza sería el alma del ente.

Por último, se descarta la postura de que entidades como la comida y el agua reaccionen según se les hable bien o mal. Se señala que, en todo caso, las alteraciones que padecen objetos que supuestamente no tienen vida, es cuando se proyectan emisiones sonoras muy altas. En el caso de las plantas y el agua, por ejemplo, cuando se les grita. Pareciera que la crítica ha confundido el hablar mal con gritar. Hablar con el mismo tono a una planta, a un agua, a un alimento, les afectará diferentemente según lo que se les diga. Hay un factor cualitativo antes que cuantitativo que interviene aquí. La roca, a su vez, ciertamente que no se va romper si se le habla mal o fuerte. Ello no quiere decir que no asimile lo que se le dice o el sentimiento que se le proyecta. No conocemos el modo de esta alteración que se da en ella, pero de hecho lo hay.

Crítica a la parte antropológica

En esta parte, habría básicamente dos críticas: la primera es por el uso del término “raza”, supuestamente ya obsoleto, y la segunda, es de que la propuesta es racista, del mismo modo que un nazismo, pero a la inversa. Respecto de lo primero, la misma crítica reconoce que hay diferencias físicas, pero que son producto de la adaptación al medio. La pregunta que yo le hago a esta crítica es: ¿por qué la ciencia acepta la existencia de razas dentro de las especies animales no-humanas, mas no en la humana? La existencia de subgrupos dentro de un grupo mayor, de razas dentro de una especie, es perfectamente científico y razonable. Las diferencias físicas que observamos no son aisladas ni casuales, sino grupales. Si responden a una adaptación al medio ambiente, ello no quita que se constituyan como grupos identificables distintos entre sí. El hecho que, en la especie humana, ello haya generado constructos racistas es otro asunto.

El racismo, a su vez, que sería la segunda crítica, es cierto que no tiene que ser unilateral, puede ser a la inversa (por decirlo así) de lo que usualmente se entiende, a decir, de lo ario rechazando lo no-ario. De este modo, lo mío también sería un racismo. Sin embargo, lo que pregono no es la superioridad como la entendemos, y mucho menos el criterio que utilizaban los nazis para justificar la superioridad de la raza aria –como se acaba de señalar. Ellos, si bien se basaban en la historia, señalando que las más grandes civilizaciones fueron obra de arios, o de razas imperfectamente arias pero cercanas a ésta, no terminaron de dar con el criterio de superioridad que manejaban. Se referían meramente a parámetros cuantitativos: mayores descubrimientos científicos, mayores desarrollos tecnológicos, más conquistas que engendrarían grandes civilizaciones, pero no analizaron qué hace grande a una civilización. Ni siquiera su noción de belleza la cuestionaron, tan solo se limitaron a señalar científicamente los rasgos arios.

Yo, en cambio, no hablo tanto de una performance científica o de organización civilizatoria (que después de todo ha habido en todas las razas), sino de una humanidad más sana, más acorde con la naturaleza. Ciertamente que hago una discriminación, no lo voy a negar. Pero el término racismo inmediatamente se emparenta con una postura superlativa (más inteligente, más bello, más valiente). El hombre de raza, más bien, teniendo el grado de inteligencia que tenga, el grado de perfección física que tenga, e incluso, teniendo el desarrollo moral que tenga, siempre guarda una sensibilidad natural, que, en última instancia, es una sensibilidad estética. Sería un acercamiento descriptivo a nuestra humanidad. Consideraría injusta la clasificación de racista o de nazismo a la inversa a mi teoría.

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