Luis Solari Reinoso
Crítica a la parte ontológica
En esta, respecto del animismo que desarrollo, se me
objeta que los objetos inorgánicos no pueden registrar ni sensorialmente ni
mentalmente a los objetos externos. Así, la piedra no puede percibir la
presencia de la rosa, pues no tiene olfato, ni vista, ni tacto, ni papilas
gustativas, ni audición para ello. No obstante, en respuesta a ello, diría que
todos estos sentidos funcionan y se activan mediante una determinada
articulación para las especies orgánicas. ¿Por qué no pensar que existe una
articulación o estructura distinta para dichos sentidos en el caso de los
objetos inorgánicos? Por ejemplo, nosotros captamos el olor a nuestra manera
articulada: inspiración –ingreso a pulmones– transmisión al cerebro –
percepción. La piedra podría “registrar” el mismo olor a su manera mediante
alteraciones ínfimas que va teniendo en su estructura. La mediación de un
cerebro es tan solo una alternativa de registro de las emanaciones sensoriales
exteriores.
En cuanto al no tildar de “alma” o “espíritu” a la
fuerza que anida en toda materia, se explicó en el primer párrafo de la página
81 que la fuerza es una energía idéntica, universal, sin personalidad por
decirlo así. Es cuando se cristaliza, cuando se hace cuerpo, cuando adopta una
configuración única propia de su contrastación, que tendrá un “alma”, en el
sentido de la singularidad sentimental de un ente. Esta configuración única
será percibida por las demás otredades, quienes, a su vez, proyectarán dicha
percepción en dicho ente, haciendo que este forje su yo. Digamos que, para un
ente determinado, mientras que la fuerza es meramente el latido –semejante al
de cualquier otro–, la cristalización de la fuerza sería el alma del ente.
Por último, se descarta la postura de que entidades
como la comida y el agua reaccionen según se les hable bien o mal. Se señala
que, en todo caso, las alteraciones que padecen objetos que supuestamente no
tienen vida, es cuando se proyectan emisiones sonoras muy altas. En el caso de las
plantas y el agua, por ejemplo, cuando se les grita. Pareciera que la crítica
ha confundido el hablar mal con gritar. Hablar con el mismo tono a una planta,
a un agua, a un alimento, les afectará diferentemente según lo que se les diga.
Hay un factor cualitativo antes que cuantitativo que interviene aquí. La roca,
a su vez, ciertamente que no se va romper si se le habla mal o fuerte. Ello no
quiere decir que no asimile lo que se le dice o el sentimiento que se le
proyecta. No conocemos el modo de esta alteración que se da en ella, pero de
hecho lo hay.
Crítica a la parte antropológica
En esta parte, habría básicamente dos críticas: la
primera es por el uso del término “raza”, supuestamente ya obsoleto, y la
segunda, es de que la propuesta es racista, del mismo modo que un nazismo, pero
a la inversa. Respecto de lo primero, la misma crítica reconoce que hay
diferencias físicas, pero que son producto de la adaptación al medio. La
pregunta que yo le hago a esta crítica es: ¿por qué la ciencia acepta la existencia
de razas dentro de las especies animales no-humanas, mas no en la humana? La
existencia de subgrupos dentro de un grupo mayor, de razas dentro de una
especie, es perfectamente científico y razonable. Las diferencias físicas que
observamos no son aisladas ni casuales, sino grupales. Si responden a una
adaptación al medio ambiente, ello no quita que se constituyan como grupos
identificables distintos entre sí. El hecho que, en la especie humana, ello
haya generado constructos racistas es otro asunto.
El racismo, a su vez, que sería la segunda crítica, es
cierto que no tiene que ser unilateral, puede ser a la inversa (por decirlo
así) de lo que usualmente se entiende, a decir, de lo ario rechazando lo
no-ario. De este modo, lo mío también sería un racismo. Sin embargo, lo que
pregono no es la superioridad como la entendemos, y mucho menos el criterio que
utilizaban los nazis para justificar la superioridad de la raza aria –como se
acaba de señalar. Ellos, si bien se basaban en la historia, señalando que las
más grandes civilizaciones fueron obra de arios, o de razas imperfectamente
arias pero cercanas a ésta, no terminaron de dar con el criterio de
superioridad que manejaban. Se referían meramente a parámetros cuantitativos:
mayores descubrimientos científicos, mayores desarrollos tecnológicos, más
conquistas que engendrarían grandes civilizaciones, pero no analizaron qué hace
grande a una civilización. Ni siquiera su noción de belleza la cuestionaron,
tan solo se limitaron a señalar científicamente los rasgos arios.
Yo, en cambio, no hablo tanto de una performance
científica o de organización civilizatoria (que después de todo ha habido en
todas las razas), sino de una humanidad más sana, más acorde con la naturaleza.
Ciertamente que hago una discriminación, no lo voy a negar. Pero el término
racismo inmediatamente se emparenta con una postura superlativa (más
inteligente, más bello, más valiente). El hombre de raza, más bien, teniendo el
grado de inteligencia que tenga, el grado de perfección física que tenga, e
incluso, teniendo el desarrollo moral que tenga, siempre guarda una
sensibilidad natural, que, en última instancia, es una sensibilidad estética.
Sería un acercamiento descriptivo a nuestra humanidad. Consideraría injusta la
clasificación de racista o de nazismo a la inversa a mi teoría.
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