Manuel A. Paz y Miño
El mismo Luis Solari explica la carencia de sentidos
sensoriales en los seres inorgánicos al decir “que todos estos sentidos
funcionan y se activan mediante una determinada articulación para las especies
orgánicas”. Es decir, los seres vivientes han desarrollado cuerpos con sistemas
y aparatos complejos para relacionarse con su medio ambiente y sobrevivir. Pero
cuando dice, “¿Por qué no pensar que existe una articulación o estructura
distinta para dichos sentidos en el caso de los objetos inorgánicos?” La
respuesta es simple, para que la piedra tenga alguna capacidad sensitiva, necesitaría
de partes o estructuras, como órganos sensoriales y neuronas, capaces de
identificar y distinguir color, olor, superficie, sabor, sonido, pero hasta
ahora no se ha descubierto eso. Y eso es distinto a, por ejemplo, impregnar en
la piedra pintura o sustancias orgánicas, o golpearla con un martillo, de hecho,
va a ver alguna reacción química o física quedando un rastro material o
registro que es la palabra que usa Solari.
Luego, nuestro autor persiste en proyectar cualidades
humanas en las cosas, al hablar que la fuerza que hay en toda materia que “cuando
se cristaliza, … tendrá un “alma” ... Esta configuración única será percibida
por las demás otredades, quienes, a su vez, proyectarán dicha percepción en
dicho ente, haciendo que este forje su yo”, “la cristalización de la fuerza
sería el alma del ente”.
En cuanto al hablar mal o bien a las cosas inanimadas
como una roca dice que ésta “no se va romper si se le habla mal o fuerte. Ello
no quiere decir que no asimile lo que se le dice o el sentimiento que se le
proyecta. No conocemos el modo de esta alteración que se da en ella, pero de
hecho lo hay”. Afirma, por un lado, que no se sabe la manera en que se altera,
pero, por otro, a la vez dice que sí la hay. O sea, si no se puede probar esa
clase de alteración, ¿sería una cuestión de fe?
Por otra parte, hablar de razas humanas es algo
obsoleto, por lo menos para la mayoría de los científicos. En La cuestión racial (1950), la UNESCO
prefiere el término etnia o población a raza pues éste es ambiguo y confuso.
Caracterizar y diferenciar a una “raza” por el tipo de pelo o color de piel es
arbitrario ya que no toma en cuenta otras semejanzas -o diferencias-, como, por
ejemplo, el tipo de sangre. Además, gran parte de las variaciones humanas se
encuentran dentro de las poblaciones, no entre poblaciones. ¿Acaso no hay
caucásicos con pelo rizado o labios prominentes, y a la vez gente de piel
oscura con ojos verdes o azules?
También los científicos han dejado de usar el término
raza para las plantas y los animales a excepción de su uso en los domésticos
como subespecie, producidos por la selección y cruce hechos por los humanos.
Finalmente, el mismo Solari afirma en su réplica que “el
término racismo inmediatamente se emparenta con una postura superlativa (más
inteligente, más bello, más valiente)”. Y justamente eso hace cuando dice que “el hombre de raza … se constituye en un ser más perfectible, más
exigente respecto de su acabado…Por su parte, el ario, al no ser un diseño
propiamente dicho, o por lo menos, al ser un diseño débil y pobre, debido a su
parca contrastación, no solo no se identifica
significativamente con ningún diseño, sino que tampoco lo hace con su especie…”
(pág, 117 de su libro).
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