Manuel A. Paz y Miño
Este
libro obtuvo en el 2022 el primer lugar en el área Ensayo en la categoría
Docentes en los II Juegos Florales Universitarios Nacionales, de la Universidad
Nacional de Trujillo donde enseña. Se suma a otras ya publicadas antes sobre el
tema: Sociedad, ley y universidad peruana (1998) por Felipe Mac Gregor, sobre la legislación universitaria del
siglo xx en el Perú; La universidad en el Perú (2002) editado por
Cristóbal Aljovín de Losada y César Germaná, sobre lo qué es la universidad,
cómo debe administrarse una de tipo público, y sus relaciones con la sociedad y
la empresa; Los desafíos de la universidad peruana (2015) por Daniel
Mora, sobre la ley universitaria del 2014 o Universidad y política en el Perú:
Un siglo de mitos, proyectos y fracasos (2023) por Omar Manky y Noelia
Chávez, que mencionan los casos de Haya de la Torre y las universidades
populares; Abimael Guzmán, el profesor universitario subversivo; Alberto
Fujimori, que fue presidente de la Asamblea Nacional de Rectores y dictador; y
César Acuña y José Luna, dueños de universidades con fines de lucro.
La
obra que presentamos utiliza para armar y fundamentar el contenido de su
ensayo, una variada bibliografía: 55 fuentes de las que 6 son del autor
(páginas 123-129), así como una rica jerigonza helenística conceptual
conformada por 9 palabras griegas: episteme (pág. 21, 97, 112), ethos
(p. 23, 53, 56, 65, 73, 74, 75, 76, 77, 79, 101, 103, 104, 105, 116), telos
(p. 73, 89, 116, 117), praxis (p. 73, 89), eudaimonia (p. 89), praxistileia
(p. 89, 102, 111, 112, 117), poiesis (p. 89, 111, 112), diagnosis
(p. 111, 112), prognosis (p. 111, 112).
El
primer capítulo del libro nos habla de la universidad enclave que, como parte
del sistema económico neoliberal, debe estar al servicio del mercado laboral
como proveedora (página 48), pero que en Latinoamérica hay una “desarticulación
entre universidad y empresa” (pág. 49), además está enajenada de lo social, los
problemas planetarios y la injusticia social (p. 50).
El
modelo neoliberal reduce el Estado y así los servicios de educación y salud
públicos se ven reducidos y aparecen como servicios privados a los que hay que
comprar en el mercado. Es así como aparece la universidad privada (p. 53).
Aunque
las universidades enclave “generan o validan conocimiento, lo hacen al margen
de la utilidad social y ajena a los problemas estructurales” (p. 56).
Luego
nos hace un breve recuento histórico de la universidad peruana, como
institución enclave, empezando como seguidora “del modelo obsoleto de la
Escolástica” y el intento fallido de su modernización con la Reforma
Universitaria de 1920 y los sucesivos gobiernos (p. 57). Muy bien observa el
autor “¿cómo provocar la gran tarea de la democratización y de la proyección
social en la Universidad, si no se generan conocimientos, ciencia o tecnología,
y si se deambula tras una gestión llena de vicios en su administración y
gobierno?” (p. 58). Menciona la politización por la extrema izquierda y el
aprismo de las universidades públicas entre los 60s y 90s, y en esta última
década la presencia en ellas de los movimientos subversivos senderista y
tupacamarista que produjo la intervención militar en el gobierno de Fujimori
quien, con el Decreto Ley 882 estimuló la creación de universidades privadas,
pasando de haber 49 universidades. en 1990 a 132 en el 2015, incluidas 90
privadas (p. 59). Pero eso “no mejoró la calidad educativa; tampoco el nivel de
la docencia ni la producción investigativa y, mucho menos el rendimiento de los
estudiantes (p. 59-60).
Pérez
observa muy bien:
Mientras la universidad
pública cierra una puerta y niega una vacante, las universidades privadas o las
academias preuniversitarias captan las capacidades de endeudamiento y
sacrificios reincidentes de miles de padres de familia (p. 64).
Además:
La añoranza de una
supuesta superioridad sostenida en un examen de admisión enciclopédico, más un
puñado de ejercicios de razonamiento, provocan el espejismo de la eficiente
selectividad académica, cuando solo se repite el ciclo de una selectividad
perniciosa, cuyos ritos alejan a la Universidad de su finalidad pública,
canonizándola como un espacio reservado para la superioridad intelectiva … En
un país como el nuestro, con tantísimas injusticias, no se puede seguir
sosteniendo rituales pseudoacadémicos como los típicos exámenes de admisión ya
aludidos, … (p. 65).
El
segundo capítulo del libro defiende la revaloración ética del profesional
puesto que la universidad enclave ha provocado la desprofesionalización o
pérdida del valor de hacer bien la práctica profesional, y en el caso de la
docencia sería el enseñar bien (p. 90). Pero la educación se ha usado “para
establecer controles de acción y de pensamiento” (p. 93) y actualmente debe
tener como fin el mercado,
desplazando los
discursos éticos y políticos de emancipación cultural o de desarrollo nacional…ha
posicionado el discurso de la competitividad, la empleabilidad o del emprendurismo;
promoviendo así mismo la sustitución ontológica del alumno por el del cliente,
… y finalmente, erigir la educación light o epidérmica como negación de
la educación crítica o pensante (ídem).
La
revaloración del bien profesional debe provocar “un acercamiento del estudiante
a la realidad social y a las metas de desarrollo humano y sostenible” (íd.). La
Universidad debe “propiciar una educación emancipadora y contribuyente a la
solución de los problemas sociales” (p. 94).
El
tercer capítulo del libro nos habla del cambio de universidad enclave al
servicio del mercado a una “como actor partícipe de la transformación de sus
respectivas sociedades y el rechazo a su instrumentalización por parte de la
globalización neoliberal” (p. 97).
El
autor plantea una propuesta para la revalorización del bien profesional a
través de “una educación universitaria que promueva la responsabilidad y el
sentido de trascendencia del quehacer profesional”, “que desarrolle la
conciencia atenta de las finalidades que se persigue en la actividad profesional”
(p. 101), “que forme a los profesionales para desempeñar una cuota ineludible
de invención y originalidad”, “que forme profesionales ... en favor del
bienestar social, la consolidación ciudadana y la sostenibilidad planetaria”,
“que fortalezca el sentido edificante del Proyecto personal como base de la
elección y el ejercicio de la profesión” (p. 102).
En el cuarto capítulo,
Pérez nos habla del modelo de universidad en el neoliberalismo como
enajenada y desatendida de las
necesidades sociales y del desarrollo humano y sostenible a escala local,
nacional y global. La forma que adopta de manera exclusiva y excluyente, un
modelo educativo para el mercado, al margen de la concreción histórica, la
distancia aún más de la ciencia, la tecnología y las humanidades, puesto que
asume como techo a la educación para trabajadores rutinarios o de servicios (p.
116).
En el quinto y último
capítulo o epílogo, el autor nos hace reflexionar que, a pesar de “[l]a
programación automatizada, la domesticación de las inercias de la mediocridad y
la ataraxia del desentendimiento” de la universidad enclave, una institución
como la universitaria “tiene el deber de autoevaluarse y reflexionarse
críticamente, labrar una identidad propia que no ocurrirá si persiste en la
docilidad ante el sistema avasallante” (p. 122). En definitiva
Se trata de impedir que la universidad se siga repitiendo en aquel largo
ciclo de ostracismo e insularidad académica cifrada en su desconexión con el
desarrollo social del entorno, y que aún ondea dominante en la corta historia
de la universidad peruana (íd.).
Ciertamente el lograr una
universidad así tendrá que ir de la mano de importantes cambios estructurales
no solo a nivel local o nacional sino también internacional lo cual tomará sus
años.
Lo fundamental del libro
del colega Pérez es su crítica de la situación real y actual de nuestras
universidades que son meramente fábricas de profesionales arribistas o supervivientes
de un sistema socioeconómico que los cosifica, y que investigan sobre temas y
situaciones que, por lo general, no proponen soluciones a los problemas
urgentes del país o si lo hacen, nadie se entera de las mismas.
De hecho, es indispensable
una mayor democracia y participación de todos los estamentos de la universidad
para administrarla mejor no solo en sus gastos sino en la misma gestión de la
enseñanza y la investigación. Con el neoliberalismo, muchos docentes han sido
contratados por años y décadas sin ser nombrados y así con menos derechos que
sus colegas que si lo son. La misma ley universitaria actual nos habla de
tutoría docente para los alumnos y eso en la mayoría de casos no se cumple a
excepción de las nuevas universidades que aún no tienen autogobiernos. Hay
profesores principales, con el sueldo mayor de la escala, que enseñan dos
cursos por semestres, unos 4 ó 5 horas académicas. Salones usados en un turno y
vacíos el resto del día. Academias preuniversitarias de las mismas universidades
públicas que ofrecen un número de vacantes, pero con pensiones inalcanzables
para una modesta economía y que enseñan los contenidos de cursos en los que hay
que prepararse para el examen de admisión pero que no se enseñan en los
colegios.
Así que el cambio del
paradigma actual de la universidad peruana exige un cambio en las políticas
públicas de educación empezando por la inicial, pero también y más
fundamentalmente por un cambio en la redistribución de la riqueza de un país
que se jacta de tener una economía estable y en crecimiento, pero eso no se ve
en lo social, lo educativo, la seguridad ciudadana y la salud.
Lima, 7 de agosto del 2025
(Texto leído el 7 de agosto de 2025, durante la presentación
del libro en el XX Congreso Nacional de Filosofía, organizado por la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú).

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