domingo, 3 de agosto de 2025

Reseña crítica

 



Solari, Luis (2024): La conquista del diseño. Lima: Chataro, 332 págs.

Manuel A. Paz y Miño

Este quinto libro escrito por Luis Solari Reinoso La conquista del diseño, tiene 332 páginas y fue publicado en el 2024.

Solari tiene una Licenciatura en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú, es Bachiller en Ingeniería industrial por la Universidad de Santa María de San Antonio (EEUU) y tiene una Maestría en Ingeniería ambiental por la Universidad de Leeds (Reino Unido).

Su libro tiene dos partes, la primera, El ser, con 6 capítulos, y la segunda, El Hombre, con 16.

Como en el número 25 de la Revista Peruana de Filosofía Aplicada, ya publicamos una reseña del libro de Solari, escrita por José Luis Herrera, ahora solo nos circunscribiremos a comentar de manera crítica algunas ideas que nos han llamado más la atención de su obra, esto es, del capítulo 4: Animismo del contraste, de la primera parte, El Ser, y sobre el hombre ario y de raza de la segunda, El Hombre.

Al principio del capítulo Animismo del contraste el autor se nos presenta como materialista al afirmar: “La materia no pudo haber sido creada por una fuerza trascendente, pues ésta, de haberlo hecho, hubiese tenido que actuar sobre algo ya preexistente.  Ello no podría ser otra cosa que materia (p. 76). Y cuando dice “…la evolución de los entes se produce más por una fuerza en ellos, que por una externa” (ídem) la podemos interpretar como que los entes o las cosas cambian básicamente de la manera que lo hacen debido a su estructura físico-química aunque él no menciona esto.

Además, su afirmación: “Toda materia…ya es una fuerza” (p. 77) se puede entender o interpretar como la materia conteniendo energía. Pero cuando habla del contraste como cristalización de la fuerza (íd.) ya es más complicado salvo que quiera decir el contraste como concretización o potencia.

El asunto se dificulta aún más cuando afirma: “Si las cosas han de poseer cualidades, estas son emanaciones, irradiaciones de hondas [sic] que transmigran, que “salen” de los objetos e inciden en los demás” (p. 78). Pareciera que estuviera hablando de las ondas de luz que rebotan de los objetos. De inmediato agrega: “Todo…recibe y asimila las emanaciones de dichas cualidades” (íd.) por lo que entendemos que habla de más cosas, aunque no lo dice: en el medio ambiente no solo hay luz, también hay calor, fuerza naturales y artificiales, movimiento y cambio.

Seguidamente dice: “El modo en que dicha asimilación se lleva a cabo aún no lo conocemos bien todavía [?!], aunque si sabemos de las alteraciones en las entidades” (íd.). Pareciera con lo que sostiene que nuestro autor desconoce las teorías y las leyes de ciencias naturales básicas como la física y la química que nos explican con pruebas y demostraciones empíricas los cambios en la materia y las interacciones de las cosas de la realidad natural.

Eso es mucho más claro cuando afirma: “…observamos que toda alteración se repite de una misma manera ante un mismo estímulo, que irá formando una memoria en el objeto” (íd.) [¡!]. Aquí tenemos un claro ejemplo de asignarle a las cosas cualidades de animales inteligentes como las de nuestra especie por lo que podría llamarse a tal afirmación una proyección humana en las cosas, una antropomorfización o antropomorfismo. Es decir, otorgarles cualidades humanas (como la voluntad y las pasiones) a los objetos sin vida y los fenómenos naturales: “La rosa percibe, siente…la presencia de la piedra y viceversa” (íd.). Eso podría ser si alguien tira una piedra a la rosa y la destruye o si se frota a ésta sobre aquella haciéndola olorosa. La piedra no tiene olfato y ninguna otra capacidad sensorial ni tampoco cerebro que la registre para percibir a la rosa como sabe cualquier escolar promedio.

Continúa con su antropomorfismo: “…gracias a la noción de la otredad que se va forjando a la vez se va forjando la de identidad, la del yo” (íd.) [¡¡¡!!!]. Y en la siguiente página habla de “nuestro yo” (p. 79) lo que es más entendible. Pero de nuevo continúa con la equiparación de lo vivo con lo no vivo: “…tanto lo orgánico como lo inorgánico, tienen que luchar por persistir en el tiempo” (p. 80), salvo que hable metafóricamente pero no según lo ya mencionado anteriormente.

Podemos quizá entender mejor su pensamiento cuando escribe: “No hay cosa sensible, materia, o cuerpo que no se constituya como una fuerza, que no se encuentre animado [nuestras negritas], y en todo momento” (íd.). ¿Es la noción arcaica de animismo donde todas las cosas tienen un ánima o alma? Solari explica de inmediato:

La fuerza, a su vez, ¿qué podría ser, sino el alma y espíritu?... la fuerza, la vida y el alma no habitan ni ingresan en la materia sino que “son” esta misma. No hay soplo vital que anime y dé vida a los cuerpos, los cuales, de por sí, ya son vida (íd.).

Entonces, nuestro autor ya no debería mencionar alma o espíritu pues estos términos son ambiguos, por no decir, religiosos o metafísicos. Todos los seres, vivos o no, están en constante movimiento y cambio y en relación unos con otros, en diverso grado, y el medio ambiente, sin duda, pero para eso no es necesario decir que son espíritus o almas, o que todos, sin distinción tienen vida. Para evitar ambigüedades en su lenguaje sobre lo que es la vida nuestro amigo y colega Solari debería leer un manual o introducción a la biología.

Sobre su explicación, él la aclara casi a continuación:

…esta visión coincidiría con lo que se denomina animismo, siempre y cuando se excluya [subrayado nuestro] la creencia que algún espíritu ingresa a la cosa y le da vida, rescatando de este animismo, el que las cosas estén animadas, vivas (íd.).

Por lo tanto, podríamos entender que él está hablando de un “animismo materialista”, un oximorón. ¿No sería mejor que le llamase materialismo dialéctico?

Es más claro con la nota de pie de página donde menciona los experimentos con cosas como la comida y el agua que reaccionan distintamente si se les habla mal o dulcemente, se descomponen o no (n. 45, p. 80 y 81). Este es también otro ejemplo de antropomorfización. Las ondas sonoras que llegan y rebotan en las cosas sin vida son más fuertes cuando uno habla mal o grita que en el hablar con voz suave o dulce, que experimente eso con un trozo estirado de arriba abajo de papel higiénico de medio metro, sujeto por sus bordes superior e inferior: cuanto más fuerte grite sobre el trozo, más probable que se rompa por el impacto de las ondas sonoras. En cambio, si habla con dulzura o levantando la voz a una roca, no pasará nada por la estructura molecular de ésta salvo que sea bombardeada con ondas sonoras de altísima frecuencia producidas por una máquina o simplemente por el agua de las lluvias durante cierto o mucho tiempo respectivamente.

En definitiva, pareciera que Solari al hablar y especular sobre el animismo de las cosas tuviera un pensamiento tan arcaico como el de los primeros seres humanos: llueve o no porque la lluvia misma lo quiso, tiembla fuertemente la tierra porque nos castiga a propósito, hay abundancia en las cosechas porque la sabia naturaleza nos desea el bien. Pero ya estamos en el siglo XXI, época de la inteligencia artificial, y muchos fenómenos de la realidad ya son explicados por las ciencias y, como personas de nuestro tiempo no debemos ignorar sus descubrimientos y avances.

A pesar de que Solari ha tenido una muy buena preparación tanto en filosofía como en una ciencia aplicada como la ingeniería, aparentemente no se ha desligado del pensamiento mágico-religioso o el meramente metafísico especulativo y no prima en él un pensamiento científico-tecnológico. No hay problema con eso, es muy humano y entendible, claro está. Pero a la vez tiene algunos destellos de materialismo por lo que estamos casi seguros que su pensamiento evolucionará conforme, esperemos, lo veremos en sus próximos libros y que esta crítica le ayude en algo a ello.

Ahora en la segunda parte de su libro, El hombre, Solari dice

…parte de toda especie animal es la de manifestarse mediante varios diseños que en este caso, serían razas. No puede hablarse de la esencia sin concebir a la vez su pertenencia a una raza, a un tipo. … De ahí la importancia de entender al hombre dentro de lo racial. … De ese modo, como la especie humana se divide en razas cada una de ellas constituiría un diseño. Cada hombre, pues, se identificaría antes que nada con su respectivo grupo racial… (p. 116).

Es ahí donde notamos la parte más débil de su propuesta al tener un entendimiento de la raza ya superado en la segunda mitad del siglo XX. Es cierto que hay variaciones físicas como, por ejemplo, el color de la piel, ojos y cabello pero son producto de la adaptación al medio ambiente. La ciencia de la genética ha demostrado que todos pertenecemos a una misma especie y la historia nos enseña que la postulación de una división racial entre los humanos creó una ideología (y una pseudociencia) a favor del racismo que sirvió como instrumento de dominación de unos grupos que se pensaban superiores sobre otros.

Luego el autor agrega “… siendo la división racial principal la de hombre de raza y ario, también habrá una diferencia de la medida en el que el ser de estos reposa en el diseño” (p. 117). Inevitablemente esta dicotomía nos recuerda la ideología supremacista nazi.

Seguidamente dice

No hay duda que para el hombre de raza –que se caracteriza por una mayor contrastación—el ser recaerá más en su diseño. Asimismo, significa que se constituye en un ser más perfectible, más exigente respecto de su acabado…

Por su parte, el ario, al no ser un diseño propiamente dicho, o por lo menos, al ser un diseño débil y pobre, debido a su parca contrastación, no solo no se identifica significativamente con ningún diseño, sino que tampoco lo hace con su especie… (íd.).

Con lo cual estamos con una especie de racismo contrario al nazi, más parecido al del etnocacerismo humalista que exalta lo cobrizo y andino sobre lo blanco occidental.

No obstante, en el capítulo 11, Racismo ario, de la segunda parte del libro, Solari dice acertadamente

El racismo,… se revela como falso en su constructo racional, donde se enarbola la supuesta superioridad de su propia raza, …En el racismo, … no hay una estima por lo que se considera extraño, queriendo más bien devaluarlo… el racismo es un autoengaño de superioridad… (p. 254).

Además, menciona como racistas a grandes filósofos como Aristóteles, Kant y Hegel (p. 256).

Y ante la agresión aria contra la naturaleza y el hombre de raza, Solari se pregunta

…¿qué debe hacerse con el ario? ¿Matarlo? ¿Excluirlo? ¿Odiarlo? De ninguna manera. Lo primero es, precisamente, matar el problema, no solucionarlo. Este fenotipo ha surgido de la tierra, por lo que, en el supuesto extremo de liquidarlo, volverá a surgir. Mucho mejor es aprender a lidiar con él, a neutralizar su racismo… como hermano nuestro, hay que quererlo. Pero quererlo como se quiere al hermano bastardo de la familia (p. 265-266).

Evidentemente su postura es diferente a la del etnocacerismo antaurista que es más agresiva y política.

Lima, 15 de marzo-Huanta 3 de agosto, 2025

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Reseña crítica

  Solari, Luis (2024): La conquista del diseño . Lima: Chataro, 332 págs. Manuel A. Paz y Miño Este quinto libro escrito por Luis Solari...