José Luis Herrera Díaz, Bach. en Filosofía (UNHFV)
La conquista del diseño de Luis Solari es
un libro fundante y novedoso, una obra que por su ambición intelectual resulta
raro en nuestro medio e incluso en nuestro tiempo. El autor es plenamente
consciente de esta situación y declara su pensamiento “distinto y
contestatario…” (pág. 14), pero ello en lo
absoluto lo detiene. Se trata del quinto libro de Solari (todos en la misma
dirección), pero se diferencia nítidamente del resto por su afán de desarrollar
los conceptos, de precisarlos y buscar la coherencia de los mismos, es en este
sentido que es fundante.
La obra está dividida en dos partes (El Ser, El
Hombre) siendo la segunda dependiente de la primera. En la primera desarrollara
un novedoso planteamiento que deja de lado la dicotomía materia-forma para
pensar como fundamental la dicotomía materia-delimitación. Es la apuesta por
esta nueva dicotomía, que Solari eleva a nivel ontológico, que se puede
asegurar que la teoría expuesta en La
conquista del diseño es una teoría estética, pues la delimitación de la que
nos habla es delimitación de formas físicas no teniendo delimitación los
líquidos y fluidos (pág. 39). Se trata pues de
una estética basada en lo extenso y en las figuras.
A esta altura cabe preguntarse ¿cómo una teoría
que trata del Ser puede dejar fuera del discurso a todos los entes fluidos?,
esto se debe a la peculiar forma de acercarse a los objetos.
Aquí cabe hacer una reflexión sobre las teorías
ontológicas, la ontología es una reflexión sobre el ser, implícita en ella está
la promesa de conocer las cosas tales y como son, pero para cumplir dicho
compromiso sus discursos se pierden en un conjunto de categorías que por su
abstracción nos alejan del mundo cotidiano y por lo tanto del conocimiento real
del mismo. De esta forma el filósofo tradicionalmente se presenta, a los ojos
del no académico, como alguien que pretende saber de “todas las cosas”, pero
que no puede decir nada concreto de ninguna de ellas, es decir, se presenta
como un pedante, alguien que dice saber más de lo que puede demostrar.
Conocemos (o al menos los reconocemos) los objetos por sus accidentes, por sus
particularidades, esto que es tan obvio y básico parece habérsele olvidado a la
filosofía, así reconocemos a nuestros familiares, a nuestras calles, a nuestras
comidas etc. Y ese conocimiento es el que habitualmente llamamos “nuestro
mundo”. Solari puede hablar del ser y dejar fuera todos los entes fluidos
porque su teoría es estética y no ontológica y esta estética se fundamenta en
los accidentes y en el reconocimiento de las formas.
Da también Solari una novedosa definición de
vida. La vida es “Lucha por persistir en el tiempo” (pág. 18). Cuando pensamos en la vida como el resultado de
una molécula de ADN capaz de auto reproducirse y adaptarse la definición de
Solari parece muy adecuada, sin embargo, nuestro autor lo utilizara de una
manera totalmente insólita, como una nueva argumentación a favor del animismo
de las sociedades previas a la conquista occidental, pero ¿Cómo ha llegado
Solari a esta concepción y qué relación tiene con los conceptos de delimitación
y materia? La respuesta a esta pregunta estaría en una cosmología oculta, pero
bosquejada en libros anteriores.
Podemos observar el universo sin preguntarnos por
el sentido del mismo, (la visión científica constituye un buen ejemplo de ello,
o podemos observarlo y preguntarnos por su sentido en el tiempo, su tendencia
aun cuando no nos preguntemos por un destino o finalidad última del mismo. Se
puede mantener que el universo tiene un orden matemático (como sostienen los
físicos de las teorías de las supercuerdas, que incluso extienden este orden a
otros universos) sin que ello involucre ninguna figura divina ni religiosa. Si,
en cambio, nos preguntamos por la finalidad del universo, el discurso toma
inmediatamente una dirección religiosa. Solari opta por la primera posición y
encuentra en los objetos del universo una tendencia al contraste y al diseño.
La tendencia al contraste que tiene cada
extensión particular es entendida como una fuerza, si pensamos fuerza como un
actuar sobre otro modificándolo (pág. 76). Si la tendencia del universo fuera a formar tales tal o tales diseños
(por ejemplo, una tendencia a formar humanos) podría hablarse de un
antropocentrismo en las ideas de nuestro autor, pero en realidad la tendencia
universal seria a adoptar tendencias (pág. 84), lo cual lo libra de cualquier diseño en particular. En este sentido sería
similar a la teoría de la evolución Darwiniana. La tendencia a formar
tendencias solo se puede lograr si esta permanece en el tiempo, y esta “lucha
por permanecer en el tiempo” seria la vida misma. El universo tiende a la vida
hasta el punto que sus objetos son vida. Por tanto, nada en el universo carece
de consciencia.
Para mayor esclarecimiento de esto último, una
vez dada una extensión, esta no pudo haberse dado sin cualidades ni
características. Estas, a su vez, son una comunicación, pues no hay cualidad
que no sea perceptible. Ello precisa de emisor y receptor. De este modo, esta
comunicación precisa de una consciencia. Sin embargo, esta no está cuajada
todavía, pues la noción de “yo” no termina de asimilarse. La noción de “yo”, termina de formarse
cabalmente cuando esta consciencia se va reforzando con la vida misma.
Es a esta altura que surge el concepto de diseño
como un resultado de la tendencia al contraste. El diseño es el resultado de
una tendencia plenamente independiente y reconocible, pues se contrasta del
resto, así el autor pone como ejemplos las especies animales como el caballo
etc. Cabe preguntarse entonces si ¿no será la sustancia anterior al diseño?
Solari intuye que es esta tendencia independiente la que actúa sobre la
sustancia cerrándose así un ciclo. Las sustancias son influidas por las
tendencias independientes hasta variar o alterar las sustancias de la materia
de los objetos.
Esta tendencia del universo a la contrastación
tiende a materializarse en diseños, “lo que adquiere delimitación con sentido,
haría más de ideación…Este es el fin de todo el devenir natural” (pág. 87). De esta forma “La conquista del diseño” nos muestra la epopeya del
contraste en el universo, que imponiéndose sobre todo consigue al fin
materializarse en formas capaces de ideación, los diseños cuya emergencia en el
mundo humano determinara no solo lo estético sino también lo político,
literario, cultural y social, como nos lo describe Solari en la segunda parte.
En la segunda parte Solari aborda el problema del
hombre, pero ¿de qué hombre? Para hablar de lo que es el hombre Solari tendrá
que previamente criticar nuestro concepto de hombre, esto es, criticar el
concepto occidental de hombre.
Con una serie de argumentos centrados en la
ontología expuesta en la primera parte Solari critica nuestro concepto de
subjetividad, psicología del hombre, el arte, nuestras ficciones literarias, la
religión, la filosofía, la organización social, la política, el concepto de
otredad, el folklor, la democracia, la historia etc. A la vez que desarrolla y
precisa conceptos propios de su discurso como el Protagonista, el racismo, el arte
del hombre de raza, etc.
De acuerdo a Solari es un error pensar el mundo
centrándonos en las sustancias. Esta forma de pensar es la que no permite ver
la tendencia universal hacia el diseño y hacia la contrastación, convirtiendo
al pensamiento en una abstracción alejada del mundo y de la realidad, y por lo
tanto de la verdad. El análisis centrado en las sustancias exige la creencia en
que dicha sustancia existe independientemente del resto del mundo, esto es del
cambio del mundo, por ello los entes quedan desvinculados unos de otros (sin
contraste). Esto es similar a creer que el significado de las palabras se puede
hallar sin relacionarla con su forma de uso (sin vincularla a una realidad
social, histórica etc.), como si existiera un diccionario por conocer y no un
mundo por conocer. Cuando Solari pone énfasis en el contraste y en los
accidentes de los entes pone énfasis en la relación de los entes con otros
entes. De este modo, se trata de una teoría relacionista (al modo andino), solo
que la relación que predomina es estética, es el contraste, pues de esa forma
el autor puede hablar de color, forma, originalidad etc.
Así como quien pone el origen del significado en
el uso niega o limita el significado estático del diccionario, así también
Solari relega la sustancia a un segundo plano. Pero la relación es relación de
algo ¿Cómo son posibles entonces dudas como la escéptica que cuestionan el todo
incluyendo la relación?, de acuerdo a Solari no son posibles (págs. 120, 121). En la duda cartesiana está ya supuesta la
existencia. Ello se explica ya que hay una relación no tomada en cuenta y que
es irreductible: el que piensa y el objeto pensado. No sucede que el sujeto
pensante descubre el objeto pensado, sino que el sujeto pensante jamás estuvo
fuera del mundo (como cosa pensante) sino que, siendo la relación primera e
ineludible, el sujeto siempre fue parte del mundo.
No existe pues la dicotomía cartesiana entre res
pensante y res extensa, lo pensante es parte de lo extenso. Esto exige a
nuestro astuto autor a redefinir la subjetividad: La subjetividad emana del
hombre, pero depende de lo externo. Es en base a esta fórmula que Solari podrá
hablar de psicología, arte, filosofía, religión etc. sin dejar de mencionar la
influencia de la naturaleza en dichas creaciones y podrá criticar a la
literatura, arte, religión etc. como falsas o carentes cuando estas no se
derivan de su relación con el mundo y lo natural.
La psicología del hombre occidental, del hombre
moderno está plagada de individualismo, que no es sino la falta de asociación
del hombre con el medio, con la naturaleza. El hombre de raza – el no
occidental- está en cambio vinculado con su medio ambiente de modo que no se ve
afectado por este mal. Esto se debe a que
el occidental (al cual Solari llama “ario”) al pensarse a sí-mismo lo hace
metafísicamente, con el predominio de sustancias, y es por ello incapaz de ver
las relaciones (contrastes) en y con los otros
entes, y por lo tanto, su ubicación con lo natural, resultando lo natural en
extraño y ajeno para él.
Las pinturas naturalistas occidentales que
parecen refutar a Solari, no son sino una oportunidad para que nuestro autor
aumente sus argumentos. Solari descubre en ellas una exposición “suave” y
de cómo se nos da la naturaleza, una exposición llana y generosa de, esta. Nunca encontramos en ella estas
representaciones, la realización plena del contraste, la naturaleza por la
naturaleza misma. El amor a los animales
goza del mismo defecto, hay un amor hacia la mascota, por la cual los seres
humanos se desviven, pero no al animal no domesticado que incluso pueda ser un
enemigo, siendo este más bien el monstruo, lo horrible. El amor a lo natural en
occidente es amor oculto a nosotros mismos, individualismo. Se podría
argumentar que todos los pueblos antiguos aman la naturaleza, y que tenemos en
su religión y relatos religiosos muestra de ello como en el Ulises o en Thor,
pero Solari inmediatamente distingue el temor universal a la naturaleza de la
veneración a ella. Pone de ejemplo el amor andino a los apus (cerros y huacas)
que no se realiza por temor alguno, sino al contrario, con cariño.
El mundo ficcional del hombre ario tiende a la
realización de la subjetividad humana, la cual implica -en su visión- la
eliminación de la otredad, esto es de toda otra subjetividad. Pero ¿cómo se
detecta que el énfasis en la subjetividad implica la eliminación del otro?, por
la tendencia occidental a la invisibilidad. El amor al concepto, por sobre lo
natural permite con el tiempo desarrollar un amor a lo invisible por sobre lo
visible (lo cual habría permitido el desarrollo del arte abstracto). No
obstante, lo invisible en la subjetividad se corresponde con la eliminación del
otro como otro, en su cosificación y anulación (págs. 216, 219).
El conflicto con la otredad y el peligro que
conlleva a nuestra subjetividad es lo que produce el odio hacia el otro lo cual
se capitaliza literariamente como la creación del personaje del villano. No
solo está en la literatura clásica sino también en la religión (por ejemplo,
los celos del dios judeo-cristiano). Occidente necesita crear al villano, al
malvado para sentirse superior moralmente, y necesita esta superioridad moral
para alcanzar el protagonismo. ¿Qué es el Protagonista?
El Protagonista es un elemento de unificación de
los entes (hombres de raza) que ven, o mejor dicho, reconocen en él (en su
belleza, en su salud), a ellos mismos como parte de una totalidad grupal. Es la
tendencia a la belleza de la raza que permite reconocernos y ubicarnos. No nos
une un concepto, nos une dicha tendencia visual.
El Protagonista une visualmente y no
conceptualmente a una totalidad racial. De esta
forma Solari rompe con el pensamiento matemático conjuntista de totalidades
“bien definidas”. La raza no es un conjunto, no es algo terminado donde pueden
contarse sus elementos (nacerán más), no es una idea o conjunto de rasgos (es
reconocible en individuos concretos) y sin embargo es unificadora. Se trata de
una forma de hablar de la totalidad nueva. Esta filosofía rompe directamente
contra el comunismo de Alain Baudio, contra la dialéctica del amo y el esclavo
de Hegel (la otredad), contra el logicismo de Cantor, contra el sustancialismo
de Aristóteles. Al igual que Heidegger piensa que las verdades vienen de la
desocultación; al igual que Wittgenstein el verdadero significado de las
“cosas” se da en su relación con otras, no en diccionarios. En resumen, rápido
e incompleto, se trata del desarrollo estético del relacionismo a través del
contraste que llevado a sus últimas consecuencias se convierte en critica
civilizatoria. Un libro excepcional que debe ser leído y estudiado
universalmente.
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