lunes, 18 de noviembre de 2024

¿PARA QUÉ FILOSOFÍA?

FOR WHAT PHILOSOPHY?

 

Alberto Buela

Lic. en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires, Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía y Doctor en  Filosofía por la Universidad de París IV, y Profesor e investigador en la Universidad Tecnológica Nacional.

Correo-e: buela.alberto@gmail.com

 

 

Resumen: Pensar con cabeza propia a partir de nuestro genius loci= clima, suelo y paisaje para a partir de la preferencia de nosotros mismos ejercer el disenso. Esto es, ofrecer otra versión y visión sobre el statu quo vigente. Los filósofos como los científicos más que probar teorías, disponen de teorías para explicitar lo implícito en el caso de la filosofía y para ampliar los alcances de la ciencia en el caso de los científicos. Y terminamos proponiendo el estudio de la metapolítica como pluridisciplina que estudia las grandes categorías que condicionan la acción política.

 

Palabras clave: disenso, metapolítica, genius loci, 

 

 

Abstract: To think with our own head from our genius loci= climate, soil and landscape in order to exercise dissent from our own preference. Philosophers, like scientists, rather than proving theories, have theories to make the implicit explicit in the case of philosophy and to broaden the scope of science in the case of scientists. In addition, we conclude by proposing the study of metapolitics as a pluridiscipline that studies the major categories that condition political action.

Key words: dissent, metapolitics, genius loci,


 

Para nada y para todo. Para nada porque filosofía se hace sin más, pues es un saber que no persigue ninguna utilidad y para todo porque filósofo es aquel que ve el todo y el que no, no lo es. (Platón, Rep.537c 10-15).

Esta tensión entre nada y todo está en la base de la actividad filosófica que hace que la filosofía haya sido desde siempre una ciencia buscada=zetoumene episteme.

Pero no cabe duda, que para su ejercicio es necesario preparase y estudiar antes los grandes filósofos que en el mundo han sido: Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Tomás, Descartes, Leibinz, Kant, Hegel, Brentano, Heidegger y algunos más.

Este estudio de “la escolástica de la filosofía”, aquella sobre la cual el buen filósofo español Gustavo Bueno dijo: “la escolástica es a la filosofía lo que el solfeo a la música” es conditio sine qua non para ejercerla. De lo contrario, lo más probable es que terminemos inventando el paraguas.

En un segundo paso hay que intentar pensar con cabeza propia y no imitar, para evitar ser un espejo opaco que imita pero mal. Este pensar por sí mismo exige antes que nada “la preferencia de uno mismo” y de la situación existencial desde donde hacemos filosofía. En nuestro caso es Hispanoamérica, mal llamada Latinoamérica, y no simplemente desde nuestro país de origen. La América criolla en su conjunto es la que dará sentido a nuestra meditación, pues ella es nuestro genius loci (clima, suelo y paisaje) como decía Virgilio de Roma y su Imperio. Como lo era la Hélade para los griegos y la Cristiandad para los medievales.

Estas dos exigencias nos van a llevar los temas y problemas de nuestro tiempo que intentaremos resolver según nuestra mayor o menor enjundia filosófica.

Es un lugar común y no se necesita ser ningún genio que el hombre contemporáneo ha desplazado el “yo pienso” moderno y cartesiano por el “yo deseo” del homo consumans. Ello se ha producido según colegimos porque el mercado ha impuestos sus valores sobre el sujeto actual y así lo transformó en un hombre que consume. Esto le ha mutilado gran parte de su proyección social, política, cultural y espiritual.

Se ´produce este tremendo extrañamiento de nosotros mismos por los múltiples y variados condicionamientos que recibimos a diario de los mass media y sus locutores, esos analfabetos locuaces que no paran de hablar de lo que no saben durante todo el día.

Ante este panorama nosotros hemos venido proponiendo a lo largo de nuestra extensa carrera de medio siglo de ejercicio de la filosofía dos propuestas: A) la práctica del disenso y B) el estudio de la metapolítica.

 

A) Sobre el primero nuestra intención fue analizar el disenso como categoría existencial y desde la posibilidad de constitución de una teoría crítica diferente a la de la escuela de Frankfurt y su remanido consenso. Sabemos que no es fácil, se necesita un trabajo interdisciplinario, aun cuando hay algunos pocos pensadores (Cacciari, Siena, Fiss, Maguerza, Ranciere, Duguin, Negro Pavón, Wagner de Reyna) que han meditando el tema.

Sobre el disenso como método

Los filósofos como los científicos más que probar teorías, disponen de teorías para explicitar lo implícito en el caso de la filosofía y para ampliar los alcances de la ciencia en el caso de los científicos.

Esta verdad que resulta una verdad a plomo, que cae por su propio peso, que es evidente por sí misma ha sido y es de difícil aceptación pues, en general, se dice que se tienen teorías o se quiere probar una teoría. Lo cual no es correcto.

El hecho de darse cuenta, que uno puede disponer de una teoría facilita el trabajo de investigación pues la teoría se transforma allí en un medio de acceso a la verdad y no un fin en sí misma como erróneamente es tomada.

La realidad, los entes para hablar filosóficamente, son la consecuencia del proceso de investigación y las prácticas científicas que vienen a convalidar la teoría. Así, si esa teoría es verdadera confirma esa realidad, esos entes.

La atribución de verdad, de realidad, de coherencia, de consistencia, de adecuación es lo que permite avanzar en el camino del conocimiento. En una palabra, no se avanza justificando teorías sino que se avanza disponiendo de teorías que las prácticas científicas en el caso de la ciencia o las prácticas fenomenológicas en el caso de la filosofía pueden atribuir verdad.

La ciencia, y la filosofía lo es, puede ser pensada en este sentido como un conjunto de representaciones que se manifiestan como teorías (Aristóteles), paradigmas (Kuhn), programas (Lakatos), modelos (Popper), tradiciones (MaIntayre) que se confirman en las prácticas y no meramente en la representación.

Nosotros, en nuestro caso, hemos dispuesto de una teoría: La teoría del disenso a partir de la cual intentamos explicar al hombre, el mundo y sus problemas desde una mirada no conformista y alejada del pensamiento único, típico de nuestra época.

El disenso entendido como otro sentido al dado y establecido nos ha permitido crear teoría verdaderamente crítica y no “nominalmente crítica” como ha sucedido en definitiva con la Escuela neomarxista de Frankfurt.

Recuerdo nuestro profesor Conrado Eggers Lan lo enojado que estaba cuando en Estados Unidos, allá por los años 70, lo recibió Marcuse del otro lado de un soberbio escritorio judicial, cómodamente apoltronado y criticando al capitalismo, siendo que era un satisfecho del sistema capitalista como pocos.

La producción de teoría crítica desde el disenso exige un compromiso no solo político sino existencial. Es que el otro para la teoría del disenso no es el del ómnibus, colectivo o subte=metro, es aquel que me opugna y disiente y al que “localizo” existencialmente. En este sentido el disenso rompe el simulacro de la mentalidad ilustrada de “hacer como si tengo en cuenta al otro” por una exigencia civilizada cuando en realidad lo que busco es distanciarme sin que se dé cuenta. La filantropía, como alejada ocupación del otro (por ej. con un cheque un filántropo salva su conciencia, aun cuando ese dinero termine en los bolsillos de un sátrapa en compra de armas para matar a quienes se dice ayudar) reemplazó en la modernidad a la caridad que es la ocupación gratuita del otro, pero entendido como singular y concreto. Por ello se habla en el catolicismo de “las caridades concretas” y nuestros viejos padres criollos nos exigían incluso “tocar físicamente” a aquel a quien se auxilia.

Es sabido que todo método es un camino para llegar a alguna parte, en este sentido el disenso como método no se agota en el fenómeno como la fenomenología sino que además privilegia la preferencia de nosotros mismos. Parte del acto valorativo como un mentís profundo a la neutralidad metodológica, que es la primera gran falsedad del objetivismo científico, sea el propuesto por el materialismo dialéctico sea el del cientificismo tecnocrático. “Rompe con el progresismo del marxismo para quien toda negación lleva en sí una superación progresiva y constante” (Wagner de Reyna) Por el contrario, el disenso no es omnisciente, pues puede decir “no sé” y así se transforma en un método también del saber popular, que se caracteriza por no negar la existencia de algo que es o existe sino que cuando niega, sólo niega la vigencia de ese algo.

En cuanto a la preferencia de uno mismo siempre se realiza a partir de una situación dada, un locus histórico, político, económico, social y cultural determinado. En nuestro caso el dado por la ecúmene iberoamericana. Esto obliga a pensar el disenso como un pensamiento situado que tiene como petición de principio el hic Rhodus, hic saltus (aquí está Rodas, aquí hay que bailar) de Hegel al comienzo nomás de su Filosofía del Derecho.

Resumiendo, nosotros disponemos del método fenomenológico inaugurado por Edmundo Husserl pero realizando modificaciones en el último paso, esto es, el referido al yo trascendental que nos parece una vuelta al idealismo que comienza de entrada a combatir Husserl con el grito de “ir a las cosas mismas.” Así, una vez descripto el fenómeno a estudiar y reducido a sus rasgos esenciales, pasamos a la verificación intersubjetiva como primer criterio de verdad para luego referirla a la preferencia de nosotros mismos en el marco de nuestra tradición cultural que es la que termina eliminando toda arbitrariedad o capricho subjetivo.

Esto nos ha permitido establecer un pensamiento de ruptura con la opinión pública, que hoy no es otra que la opinión publicada. Y desarrollar la metapolítica como pluridisciplina que estudia las grandes categorías que condicionan la acción política.

Aunque sabemos, como observa agudamente Franz Brentano, que “solo con el progreso de la ciencia - en nuestro caso la metapolítica- se desarrolla progresivamente también la verdadera comprensión de su método”. [1]

Este pensamiento de ruptura, o mejor, pensamientos de rupturas, nos ha permitido dar respuestas breves a esa multiplicidad de imágenes truncas que nos brinda la postmodernidad respecto de la vida hoy. A esos analfabetos culturales locuaces (Fayerabend) que son los periodistas y locutores que hablan de todo sin decir que nada es verdadero o falso o, peor aún, cuando lo hacen siempre se encuentran del lado de la falsedad. Ello es así, porque son simples voceros del pensamiento único y políticamente correcto. De esta forma de ver y pensar las cosas y los problemas que nace desde los grandes gestores culturales (los famosos en cada disciplina) que no buscan otra cosa que la consolidación del estado de cosas tal como está. Es que la realidad tal como se da en todos los órdenes es la que les permitió ser lo que son, y la metafísica enseña que todo ente busca perseverar en su ser.

La ruptura por parte del disidente, en general rebelde y marginado, de este círculo hermenéutico (de interpretación de lo que es) que se ha transformado así en una masa compacta e impenetrable pues si se atacan las teorías de los famosos (en filosofía el humanismo, en ciencia el objetivismo, en arte el subjetivismo caprichoso y arbitrario, en religión el ecumenismo de todos por igual, en política el progresismo democrático) sale el disidente del mundo, queda marginado, alienado, cuando no demonizado.

Sin embargo, la única posibilidad que se vislumbra es la creación de teoría crítica a partir del disenso como método que es quien rompe el consenso, siempre entre los poderosos, de los satisfechos del sistema tanto en las sociedades opulentas como en las otras.

De la protesta al disenso

Nuestra tesis es que, dado que el lenguaje de la protesta se dirige antes que nada a aquellos que comparten las premisas de los que protestan, la protesta y su mensaje se agota en sí misma, de modo que su continuación natural sería la práctica y el ejercicio del disenso.

La protesta es un rasgo distintivo de la modernidad, pues la indignación es una emoción predominantemente moderna como sostiene el filósofo A. MacIntayre. Nuestros mayores recordaban todavía que “aquello que no se puede remediar hay que saber soportar”, pues aún tenía cierta vigencia aquella virtud premoderna de la paciencia, entendida como el saber esperar atentamente sin quejas.

Además, la protesta dejó de lado sus antecedentes latinos como eran los de pro-testare, es decir, atestiguar en favor de algo o de alguien y evolucionó, o mejor aún, involucionó para limitarse a “dar testimonio contra algo o alguien”.

De modo tal que la protesta es hoy casi siempre un fenómeno negativo. El griterío de la protesta, el desorden que ocasiona toda protesta hace que con ella no se pueda discutir, para ello hay que dejar que se agote en su propia manifestación. Que se cueza en su propia salsa, que es el medio natural que la diluye.

La actitud de los gobiernos argentino y brasilero actuales frente a la protesta, sean los piquetes sean los indignados contra mundial do futebol, sigue esta línea de razonamiento. Y es que la protesta es inconmensurable, no desemboca en una discusión, no es racionalmente explicable ni explicada. Así los que protestan no son vencidos ni vencen en una discusión (ámbito de la razón) porque ellos se agotan en el griterío de la propia manifestación.

La salida a la protesta, la apertura al diálogo de aquellos que protestan puede ser de dos tipos: a) el consenso que siempre es entre dirigentes y que, como el viejo gatopardismo, cambia algo para que nada cambie. b) el ejercicio del disenso. Esto es, cuando se puede mostrar que existe “otro sentido” y entonces uno puede, allí sí, disputar: pensar distinto. Mostrar la divergencia, el contrario parecer, el desacuerdo.

El disenso al contrario de la protesta no se agota en lo que no quiere (aspecto negativo) sino que logra su plenitud en el pensamiento alternativo a lo dado. El disenso al proponer otro sentido al que actualmente portan las cosas y las acciones de los hombres sobre ellas, plantea un proyecto diferente, distinto.

Hoy se les permite, con total libertad, a las masas de desocupados manifestar su protesta, incluso la violenta o a los jóvenes agrupados en “nuevas tribus” como enseña el sociólogo M. Maffesoli, se les permite la transgresión, que es la protesta sobre materia leve y delito no grave, pero lo que no se les permite es la práctica del disenso, porque este conlleva a la reflexión, a la creación de “otro sentido” al que tienen las cosas hoy en el orden político, económico, social y cultural.

En general, el objetivo del disenso es lograr- ad cordis - desde el corazón un acuerdo (de allí proviene el término) para que cambie el sentido de las cosas. El disenso tiende más a la construcción de una comunidad (mundo de valores) que de una sociedad (mundo de contratos), y ello es así porque en el disenso el otro es considerado como tal, sea en oposición o no a nosotros. Mientras que el consenso realiza la parodia del otro, hace como si le interesara el otro, hace “como sí” el otro fuera alguien, cuando en realidad no lo tiene en cuenta.

Es que el consenso es la salida de las sociedades “progresistas y democráticas” que otorgan infinitos derechos “al otro”, pero absolutamente incumplibles en la realidad. Es este el punto de partida más importante en la formación del resentimiento social, dice por ahí Max Scheler: “aquella sociedad como la nuestra en donde cualquiera tiene derecho a compararse con cualquiera, y sin embargo “no puede compararse de hecho”[2]

En su fondo último el disenso nos viene a decir que ser buen ciudadano al estar comprometido con los destinos de su comunidad “no es seguir una regla o las normas”, lo que está dado y aceptado, sino que se es bueno para uno y para los otros en la medida en que “se es bueno de suyo o por sí mismo”. El disenso no se plantea para obtener otro bien sino el bien propuesto por él mismo.

Vemos como nos vuelve de rondón, nos entra por la ventana, la vieja polémica entre la ética de los deberes y la ética de los bienes. Así para la primera, cuyo representante emblemático es Kant, uno es virtuoso cuando actúa por deber y no por inclinación, cuando cumple con sus obligaciones a pesar suyo, mientras que, para la segunda, encarnada por Aristóteles, un hombre es virtuoso cuando realiza actos virtuosos, porque ya es virtuoso. El hombre se ha educado en el cultivo de lo que es bueno para actuar desde una inclinación formada y es por ello que puede realizar actos buenos.

El disenso no privilegia entonces la norma sino el bien, porque las fórmulas y las normas en el variado y multifacético obrar humano no son válidas por adelantado, y si lo fueron dejan de serlo en muchos casos, es por eso que el disenso actúa “de acuerdo a la recta razón = katá ton órthon lógon” en cada circunstancia determinada. Esta es la fuerza intrínseca que hace que el disenso sea tal. Así puede ir más allá de la norma, más allá de lo establecido y dado, puede entonces plantear otro sentido a las cosas y sus problemas.

Lo que importa ahora desde el punto de vista político es la construcción de nuevas formas de comunidad dentro de las cuales la vida espiritual, moral e intelectual puedan sostenerse, formas ajenas al mundo de la sociedad liberal individualista.

Esta sociedad moderna ha creado hospitales, clubes, escuelas apoyadas todas en la idea de sociedad filantrópica, que subordina lo noble a lo útil, donde el amor a la humanidad reemplaza el amor a la patria, su pueblo y sus tradiciones. La medida cuantitativa desalojó a la cualitativa, pero al mismo tiempo ha mutilado la pertenencia de las mismas asociaciones a la vida de la polis como un todo. Quebrando la idea de comunidad.

Es que: “la filantropía moderna ha nacido sobre todo como protesta contra el amor a la patria, y se ha tornado, por último protesta contra toda comunidad organizada” [3]

Ésta es hoy, por antonomasia, la cuestión política postmoderna a resolver.

 

B) Como dijimos la metapolítica es una neodisciplina, aunque no tan nueva pero si olvidada pues Juan Caramuel nos habla de ella ya en 1650,[4] que estudia la grandes categorías que condicionan el pensar y la acción de los agentes políticos. En auxilio de esta definición está la definición de Dalmacio Negro Pavón: “Los conceptos metapolíticos, sin ser propiamente políticos, subyacen a los entresijos de las ideas y el pensamiento políticos, que cuentan con ellos”.

Entre sus tareas está la desmitificación de la criptopolítica, esto es, la política que llevan a cabo los lobbies, los grupos de presión,los grupos concentrados de la economía, los policías del pensamiento en el orden cultural. Al mismo tiempo que intenta la desmitificación del pensamiento único y políticamente correcto, vocero del proyecto de globalización. Afirma al respecto el pensador croata Tomislav Sunic: “Por políticamente correcto se entiende el eufemismo tras el cual se esconde la censura y la autocensura intelectual”.

La metapolítica, lo que está más allá de la política y que son las categorías que condicionan su acción son, hoy día, entre otras, igualitarismo, homogeneización, uniformidad, multiculturalismo, memoria, progreso, consenso, derechos humanos, crisis, decadencia, pluralismo, relativismo, interculturalismo, participación, universalidad, mundo único, grandes espacios, a los que se responde con conceptos como: identidad, interculturalismo, historia, decrecimiento, disenso, participación, ecúmene, derechos de los pueblos, etc.

Como podemos observar estas mega categorías no son estudiadas por la filosofía política, pues como observó agudamente Leo Strauss, la filosofía política después de la Segunda Guerra Mundial se transformó en ideología política. Así hoy la filosofía política quedó reducida ya al marxismo, al liberalismo, a la socialdemocracia, etc. Pero tampoco están estudiadas, estas megacategorías por la filosofía política clásica en los textos de Aristóteles, santo Tomás, Hobbes, Locke, Maquiavelo. No. Estas categorías son un producto de nuestro tiempo y con ellas tenemos que lidiar. Hic Rodhus hic saltus, dice Hegel. Esta es la tarea del filósofo. En la cancha se ven los pingos[5]. El verdadero filósofo es el que puede especular sobre la realidad, el que explicita lo implícito que está en el ente. De los libros que se encarguen los investigadores, que hay muchos, muy buenos y muy bien pagos por el Estado. La metapolítica no invalida la filosofía política sino que se sitúa fuera de la política en un methá que significa también un “más acá.”

 



[1] Brentano, Franz: Psicología desde el punto de vista empírico, Ed. Sígueme, Madrid, 2020 p. 48

[2] Scheler, Max: El resentimiento en la moral, Espasa-Calpe, Bs.As. 1944, p.24.-

 

[3] Scheler, Max: op.cit. p. 152.

[4] Caramuel, Juan: Metapolitica hoc est Tractatus de republica, philosophice considerata

[5] Nota del editor: en Argentina, pingo es caballo. La frase quiere decir que las personas se conocen por su actuar.

Ir a RPFA # 25


No hay comentarios:

Publicar un comentario

REVISTA PERUANA DE FILOSOFÍA APLICADA # 25:

 ¿PARA QUÉ FILOSOFÍA? Lima, enero-diciembre del 2024 CONTENIDO EDITORIAL ARTÍCULOS  (Por orden de llegada) ¿PARA QUÉ FILOSOFÍA? UNA RESP...