FOR WHAT PHILOSOPHY?
Alberto Buela
Lic. en Filosofía
por la Universidad de Buenos Aires, Diploma de Estudios Avanzados en Filosofía
y Doctor en Filosofía por la Universidad
de París IV, y Profesor e investigador en la Universidad Tecnológica Nacional.
Correo-e: buela.alberto@gmail.com
Resumen: Pensar con cabeza propia a partir de nuestro genius
loci= clima, suelo y paisaje para a partir de la preferencia de
nosotros mismos ejercer el disenso. Esto es, ofrecer otra versión y visión
sobre el statu quo vigente. Los filósofos como los científicos
más que probar teorías, disponen de teorías para explicitar lo
implícito en el caso de la filosofía y para ampliar los alcances de la ciencia
en el caso de los científicos. Y terminamos proponiendo el estudio de la
metapolítica como pluridisciplina que estudia las grandes categorías que
condicionan la acción política.
Palabras clave: disenso, metapolítica, genius
loci,
Abstract: To think with our own head from our genius loci= climate,
soil and landscape in order to exercise dissent from our own preference.
Philosophers, like scientists, rather than proving theories, have theories
to make the implicit explicit in the case of philosophy and to broaden the
scope of science in the case of scientists. In addition, we conclude by
proposing the study of metapolitics as a pluridiscipline that studies the major
categories that condition political action.
Key words: dissent, metapolitics, genius loci,
Para nada y para
todo. Para nada porque filosofía se hace sin más, pues es un saber que no
persigue ninguna utilidad y para todo porque filósofo es aquel que ve el todo y
el que no, no lo es. (Platón, Rep.537c 10-15).
Esta
tensión entre nada y todo está en la base de la actividad filosófica que hace
que la filosofía haya sido desde siempre una ciencia buscada=zetoumene
episteme.
Pero
no cabe duda, que para su ejercicio es necesario preparase y estudiar antes los
grandes filósofos que en el mundo han sido: Platón, Aristóteles, San Agustín,
Santo Tomás, Descartes, Leibinz, Kant, Hegel, Brentano, Heidegger y algunos
más.
Este
estudio de “la escolástica de la filosofía”, aquella sobre la cual el buen
filósofo español Gustavo Bueno dijo: “la escolástica es a la filosofía lo que
el solfeo a la música” es conditio sine qua non para ejercerla. De lo
contrario, lo más probable es que terminemos inventando el paraguas.
En
un segundo paso hay que intentar pensar con cabeza propia y no imitar, para
evitar ser un espejo opaco que imita pero mal. Este pensar por sí mismo exige
antes que nada “la preferencia de uno mismo” y de la situación existencial
desde donde hacemos filosofía. En nuestro caso es Hispanoamérica, mal llamada
Latinoamérica, y no simplemente desde nuestro país de origen. La América
criolla en su conjunto es la que dará sentido a nuestra meditación, pues ella
es nuestro genius loci (clima, suelo y paisaje) como decía Virgilio de
Roma y su Imperio. Como lo era la Hélade para los griegos y la Cristiandad para
los medievales.
Estas
dos exigencias nos van a llevar los temas y problemas de nuestro tiempo que
intentaremos resolver según nuestra mayor o menor enjundia filosófica.
Es
un lugar común y no se necesita ser ningún genio que el hombre contemporáneo ha
desplazado el “yo pienso” moderno y cartesiano por el “yo deseo” del homo
consumans. Ello se ha producido según colegimos porque el mercado ha
impuestos sus valores sobre el sujeto actual y así lo transformó en un hombre
que consume. Esto le ha mutilado gran parte de su proyección social, política,
cultural y espiritual.
Se
´produce este tremendo extrañamiento de nosotros mismos por los múltiples y
variados condicionamientos que recibimos a diario de los mass media y
sus locutores, esos analfabetos locuaces que no paran de hablar de lo que no
saben durante todo el día.
Ante
este panorama nosotros hemos venido proponiendo a lo largo de nuestra extensa
carrera de medio siglo de ejercicio de la filosofía dos propuestas: A) la
práctica del disenso y B) el estudio de la metapolítica.
A)
Sobre el primero nuestra intención fue analizar el disenso como categoría
existencial y desde la posibilidad de constitución de una teoría crítica
diferente a la de la escuela de Frankfurt y su remanido consenso. Sabemos que
no es fácil, se necesita un trabajo interdisciplinario, aun cuando hay algunos
pocos pensadores (Cacciari, Siena, Fiss, Maguerza, Ranciere, Duguin, Negro
Pavón, Wagner de Reyna) que han meditando el tema.
Sobre el disenso como método
Los
filósofos como los científicos más que probar teorías, disponen de teorías para explicitar lo implícito en el caso de la
filosofía y para ampliar los alcances de la ciencia en el caso de los
científicos.
Esta
verdad que resulta una verdad a plomo, que
cae por su propio peso, que es evidente por sí misma ha sido y es de difícil
aceptación pues, en general, se dice que se tienen teorías o se quiere probar
una teoría. Lo cual no es correcto.
El
hecho de darse cuenta, que uno puede disponer
de una teoría facilita el trabajo de investigación pues la teoría se
transforma allí en un medio de acceso a la verdad y no un fin en sí misma como
erróneamente es tomada.
La
realidad, los entes para hablar filosóficamente, son la consecuencia del
proceso de investigación y las prácticas científicas que vienen a convalidar la
teoría. Así, si esa teoría es verdadera confirma esa realidad, esos entes.
La
atribución de verdad, de realidad, de
coherencia, de consistencia, de adecuación es lo que permite avanzar en el
camino del conocimiento. En una palabra, no se avanza justificando teorías sino
que se avanza disponiendo de teorías que las prácticas científicas en el caso
de la ciencia o las prácticas fenomenológicas en el caso de la filosofía pueden
atribuir verdad.
La
ciencia, y la filosofía lo es, puede ser pensada en este sentido como un
conjunto de representaciones que se manifiestan como teorías (Aristóteles),
paradigmas (Kuhn), programas (Lakatos), modelos (Popper), tradiciones
(MaIntayre) que se confirman en las prácticas y no meramente en la
representación.
Nosotros,
en nuestro caso, hemos dispuesto de una teoría: La teoría del disenso a partir de la cual intentamos explicar al
hombre, el mundo y sus problemas desde una mirada no conformista y alejada del
pensamiento único, típico de nuestra época.
El
disenso entendido como otro sentido al
dado y establecido nos ha permitido crear teoría verdaderamente crítica y
no “nominalmente crítica” como ha sucedido en definitiva con la Escuela
neomarxista de Frankfurt.
Recuerdo
nuestro profesor Conrado Eggers Lan lo enojado que estaba cuando en Estados
Unidos, allá por los años 70, lo recibió Marcuse del otro lado de un soberbio
escritorio judicial, cómodamente apoltronado y criticando al capitalismo,
siendo que era un satisfecho del sistema capitalista como pocos.
La
producción de teoría crítica desde el disenso exige un compromiso no solo
político sino existencial. Es que el otro para la teoría del disenso no es el
del ómnibus, colectivo o subte=metro, es aquel que me opugna y disiente y al
que “localizo” existencialmente. En este sentido el disenso rompe el simulacro
de la mentalidad ilustrada de “hacer como
si tengo en cuenta al otro” por una exigencia civilizada cuando en realidad
lo que busco es distanciarme sin que se dé cuenta. La filantropía, como alejada
ocupación del otro (por ej. con un cheque un filántropo salva su conciencia,
aun cuando ese dinero termine en los bolsillos de un sátrapa en compra de armas
para matar a quienes se dice ayudar) reemplazó en la modernidad a la caridad
que es la ocupación gratuita del otro, pero entendido como singular y concreto.
Por ello se habla en el catolicismo de “las caridades concretas” y nuestros
viejos padres criollos nos exigían incluso “tocar físicamente” a aquel a quien
se auxilia.
Es
sabido que todo método es un camino para llegar a alguna parte, en este sentido
el disenso como método no se agota en el fenómeno como la fenomenología sino
que además privilegia la preferencia de
nosotros mismos. Parte del acto valorativo como un mentís profundo a la
neutralidad metodológica, que es la primera gran falsedad del objetivismo
científico, sea el propuesto por el materialismo dialéctico sea el del
cientificismo tecnocrático. “Rompe con el progresismo
del marxismo para quien toda negación lleva en sí una superación progresiva
y constante” (Wagner de Reyna) Por el contrario, el disenso no es omnisciente,
pues puede decir “no sé” y así se transforma en un método también del saber
popular, que se caracteriza por no negar la existencia de algo que es o existe
sino que cuando niega, sólo niega la vigencia de ese algo.
En
cuanto a la preferencia de uno mismo siempre se realiza a partir de una
situación dada, un locus histórico,
político, económico, social y cultural determinado. En nuestro caso el dado por
la ecúmene iberoamericana. Esto obliga a pensar el disenso como un pensamiento
situado que tiene como petición de principio el hic Rhodus, hic saltus (aquí está Rodas, aquí hay que bailar) de
Hegel al comienzo nomás de su Filosofía
del Derecho.
Resumiendo,
nosotros disponemos del método fenomenológico inaugurado por Edmundo Husserl
pero realizando modificaciones en el último paso, esto es, el referido al yo
trascendental que nos parece una vuelta al idealismo que comienza de entrada a
combatir Husserl con el grito de “ir a las cosas mismas.” Así, una vez descripto
el fenómeno a estudiar y reducido a sus rasgos esenciales, pasamos a la
verificación intersubjetiva como primer criterio de verdad para luego referirla
a la preferencia de nosotros mismos en el marco de nuestra tradición cultural
que es la que termina eliminando toda arbitrariedad o capricho subjetivo.
Esto
nos ha permitido establecer un pensamiento de ruptura con la opinión pública,
que hoy no es otra que la opinión publicada. Y desarrollar la metapolítica como
pluridisciplina que estudia las grandes categorías que condicionan la acción
política.
Aunque
sabemos, como observa agudamente Franz Brentano, que “solo con el progreso de la ciencia - en nuestro caso la
metapolítica- se desarrolla
progresivamente también la verdadera comprensión de su método”. [1]
Este
pensamiento de ruptura, o mejor, pensamientos de rupturas, nos ha permitido dar
respuestas breves a esa multiplicidad de imágenes truncas que nos brinda la
postmodernidad respecto de la vida hoy. A esos analfabetos culturales locuaces (Fayerabend) que son los
periodistas y locutores que hablan de todo sin decir que nada es verdadero o
falso o, peor aún, cuando lo hacen siempre se encuentran del lado de la
falsedad. Ello es así, porque son simples voceros del pensamiento único y
políticamente correcto. De esta forma de ver y pensar las cosas y los problemas
que nace desde los grandes gestores culturales (los famosos en cada disciplina)
que no buscan otra cosa que la consolidación del estado de cosas tal como está.
Es que la realidad tal como se da en todos los órdenes es la que les permitió
ser lo que son, y la metafísica enseña que todo ente busca perseverar en su
ser.
La
ruptura por parte del disidente, en general rebelde y marginado, de este
círculo hermenéutico (de interpretación de lo que es) que se ha transformado
así en una masa compacta e impenetrable pues si se atacan las teorías de los
famosos (en filosofía el humanismo, en ciencia el objetivismo, en arte el
subjetivismo caprichoso y arbitrario, en religión el ecumenismo de todos por
igual, en política el progresismo democrático) sale el disidente del mundo,
queda marginado, alienado, cuando no demonizado.
Sin
embargo, la única posibilidad que se vislumbra es la creación de teoría crítica
a partir del disenso como método que es quien rompe el consenso, siempre entre
los poderosos, de los satisfechos del sistema tanto en las sociedades opulentas
como en las otras.
De la protesta al disenso
Nuestra
tesis es que, dado que el lenguaje de la protesta se dirige antes que nada a
aquellos que comparten las premisas de los que protestan, la protesta y su
mensaje se agota en sí misma, de modo que su continuación natural sería la
práctica y el ejercicio del disenso.
La
protesta es un rasgo distintivo de la modernidad, pues la indignación es una emoción predominantemente moderna como
sostiene el filósofo A. MacIntayre. Nuestros mayores recordaban todavía que
“aquello que no se puede remediar hay que saber soportar”, pues aún tenía
cierta vigencia aquella virtud premoderna de la paciencia, entendida como el saber
esperar atentamente sin quejas.
Además,
la protesta dejó de lado sus antecedentes latinos como eran los de pro-testare, es decir, atestiguar en
favor de algo o de alguien y evolucionó, o mejor aún, involucionó para
limitarse a “dar testimonio contra algo
o alguien”.
De
modo tal que la protesta es hoy casi siempre un fenómeno negativo. El griterío
de la protesta, el desorden que ocasiona toda protesta hace que con ella no se
pueda discutir, para ello hay que dejar que se agote en su propia
manifestación. Que se cueza en su propia salsa, que es el medio natural que la
diluye.
La
actitud de los gobiernos argentino y brasilero actuales frente a la protesta,
sean los piquetes sean los indignados contra mundial do futebol, sigue esta línea de razonamiento. Y es que la protesta
es inconmensurable, no desemboca en una discusión, no es racionalmente
explicable ni explicada. Así los que protestan no son vencidos ni vencen en una
discusión (ámbito de la razón) porque ellos se agotan en el griterío de la
propia manifestación.
La
salida a la protesta, la apertura al diálogo de aquellos que protestan puede
ser de dos tipos: a) el consenso que siempre es entre dirigentes y que, como el
viejo gatopardismo, cambia algo para que nada cambie. b) el ejercicio del disenso. Esto es, cuando se puede
mostrar que existe “otro sentido” y entonces uno puede, allí sí, disputar:
pensar distinto. Mostrar la divergencia, el contrario parecer, el desacuerdo.
El
disenso al contrario de la protesta no se agota en lo que no quiere (aspecto
negativo) sino que logra su plenitud en el pensamiento alternativo a lo dado.
El disenso al proponer otro sentido al que actualmente portan las cosas y las
acciones de los hombres sobre ellas, plantea un proyecto diferente, distinto.
Hoy
se les permite, con total libertad, a las masas de desocupados manifestar su
protesta, incluso la violenta o a los jóvenes agrupados en “nuevas tribus” como enseña el sociólogo M. Maffesoli,
se les permite la transgresión, que es la protesta sobre materia leve y delito
no grave, pero lo que no se les permite es la práctica del disenso, porque este
conlleva a la reflexión, a la creación de “otro sentido” al que tienen las
cosas hoy en el orden político, económico, social y cultural.
En
general, el objetivo del disenso es lograr- ad
cordis - desde el corazón un acuerdo (de allí proviene el término) para que
cambie el sentido de las cosas. El disenso tiende más a la construcción de una
comunidad (mundo de valores) que de una sociedad (mundo de contratos), y ello
es así porque en el disenso el otro es considerado como tal, sea en oposición o
no a nosotros. Mientras que el consenso realiza la parodia del otro, hace como
si le interesara el otro, hace “como sí” el otro fuera alguien, cuando en
realidad no lo tiene en cuenta.
Es
que el consenso es la salida de las sociedades “progresistas y democráticas”
que otorgan infinitos derechos “al otro”, pero absolutamente incumplibles en la
realidad. Es este el punto de partida más importante en la formación del
resentimiento social, dice por ahí Max Scheler: “aquella sociedad como la nuestra en donde cualquiera tiene derecho
a compararse con cualquiera, y sin
embargo “no puede compararse de hecho”[2]
En
su fondo último el disenso nos viene a decir que ser buen ciudadano al estar
comprometido con los destinos de su comunidad “no es seguir una regla o las normas”, lo que está dado y aceptado,
sino que se es bueno para uno y para los otros en la medida en que “se es bueno de suyo o por sí mismo”. El
disenso no se plantea para obtener otro bien sino el bien propuesto por él
mismo.
Vemos
como nos vuelve de rondón, nos entra por la ventana, la vieja polémica entre la
ética de los deberes y la ética de los bienes. Así para la primera, cuyo
representante emblemático es Kant, uno es virtuoso cuando actúa por deber y no
por inclinación, cuando cumple con sus obligaciones a pesar suyo, mientras que,
para la segunda, encarnada por Aristóteles, un hombre es virtuoso cuando
realiza actos virtuosos, porque ya es virtuoso. El hombre se ha educado en el
cultivo de lo que es bueno para actuar desde una inclinación formada y es por
ello que puede realizar actos buenos.
El
disenso no privilegia entonces la norma sino el bien, porque las fórmulas y las
normas en el variado y multifacético obrar humano no son válidas por
adelantado, y si lo fueron dejan de serlo en muchos casos, es por eso que el
disenso actúa “de acuerdo a la recta razón
= katá ton órthon lógon” en cada circunstancia determinada. Esta es la
fuerza intrínseca que hace que el disenso sea tal. Así puede ir más allá de la
norma, más allá de lo establecido y dado, puede entonces plantear otro sentido
a las cosas y sus problemas.
Lo
que importa ahora desde el punto de vista político es la construcción de nuevas
formas de comunidad dentro de las cuales la vida espiritual, moral e
intelectual puedan sostenerse, formas ajenas al mundo de la sociedad liberal
individualista.
Esta
sociedad moderna ha creado hospitales, clubes, escuelas apoyadas todas en la
idea de sociedad filantrópica, que subordina lo noble a lo útil, donde el amor
a la humanidad reemplaza el amor a la patria, su pueblo y sus tradiciones. La
medida cuantitativa desalojó a la cualitativa, pero al mismo tiempo ha mutilado
la pertenencia de las mismas asociaciones a la vida de la polis como un todo. Quebrando la idea de comunidad.
Es
que: “la filantropía moderna ha nacido sobre todo como protesta contra el amor
a la patria, y se ha tornado, por último protesta contra toda comunidad
organizada” [3]
Ésta
es hoy, por antonomasia, la cuestión política postmoderna a resolver.
B)
Como dijimos la metapolítica es una neodisciplina, aunque no tan nueva pero si
olvidada pues Juan Caramuel nos habla de ella ya en 1650,[4]
que estudia la grandes categorías que condicionan el pensar y la acción de los
agentes políticos. En auxilio de esta definición está la definición de Dalmacio
Negro Pavón: “Los conceptos metapolíticos, sin ser propiamente políticos,
subyacen a los entresijos de las ideas y el pensamiento políticos, que cuentan
con ellos”.
Entre
sus tareas está la desmitificación de la criptopolítica, esto es, la política
que llevan a cabo los lobbies, los grupos de presión,los grupos concentrados de
la economía, los policías del pensamiento en el orden cultural. Al mismo tiempo que intenta la desmitificación del
pensamiento único y políticamente correcto, vocero del proyecto de
globalización. Afirma al respecto el pensador croata Tomislav Sunic: “Por políticamente correcto se entiende el eufemismo tras
el cual se esconde la censura y la autocensura intelectual”.
La
metapolítica, lo que está más allá de la política y que son las categorías que
condicionan su acción son, hoy día, entre otras, igualitarismo,
homogeneización, uniformidad, multiculturalismo, memoria, progreso, consenso,
derechos humanos, crisis, decadencia, pluralismo, relativismo,
interculturalismo, participación, universalidad, mundo único, grandes espacios,
a los que se responde con conceptos como: identidad, interculturalismo,
historia, decrecimiento, disenso, participación, ecúmene, derechos de los
pueblos, etc.
Como
podemos observar estas mega categorías no son estudiadas por la filosofía
política, pues como observó agudamente Leo Strauss, la filosofía política
después de la Segunda Guerra Mundial se transformó en ideología política. Así
hoy la filosofía política quedó reducida ya al marxismo, al liberalismo, a la
socialdemocracia, etc. Pero tampoco están estudiadas, estas megacategorías por
la filosofía política clásica en los textos de Aristóteles, santo Tomás,
Hobbes, Locke, Maquiavelo. No. Estas categorías son un producto de nuestro
tiempo y con ellas tenemos que lidiar. Hic
Rodhus hic saltus, dice Hegel. Esta es la tarea
del filósofo. En la cancha se ven los pingos[5]. El
verdadero filósofo es el que puede especular sobre la realidad, el que explicita
lo implícito que está en el ente. De los libros que se encarguen los
investigadores, que hay muchos, muy buenos y muy bien pagos por el Estado. La
metapolítica no invalida la filosofía política sino que se sitúa fuera de la
política en un methá que significa
también un “más acá.”
[1] Brentano, Franz: Psicología desde el punto de vista empírico, Ed.
Sígueme, Madrid, 2020 p. 48
[2] Scheler, Max: El resentimiento en la moral, Espasa-Calpe,
Bs.As. 1944, p.24.-
[3] Scheler, Max: op.cit.
p. 152.
[4] Caramuel, Juan: Metapolitica
hoc est Tractatus de republica, philosophice considerata
[5] Nota del editor: en Argentina, pingo es caballo. La frase quiere decir que las personas se conocen por su actuar.
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