lunes, 18 de noviembre de 2024

¿ESTÁ OBSOLETA LA FILOSOFÍA?

IS PHILOSOPHY OBSOLETE?

 

Manuel A. Paz y Miño Conde

Lic. en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Mag. en Ética Aplicada por la Universidad de Linköping, y presidente del Instituto Humanista Racionalista del Perú

Correo-e: mapymc@yahoo.com

 

Resumen

En este artículo veremos: 1º. cómo, en la antigüedad, la filosofía contenía el germen de lo que ahora llamamos ciencia; 2º. cómo ésta, a fines de la época moderna, se separó y distinguió de aquélla al lograr un conocimiento mejor observable y verificable y ya no meramente racional y especulativo y, por lo tanto, rezagado y obsoleto; 3º. las críticas contemporáneas de las filosofías positivista, neopositivista y analítica contra la filosofía metafísica a la que consideraban superada por la ciencia; 4º. cómo, por los avances científico-tecnológicos y los cambios sociales y axiológicos del siglo pasado y las últimas décadas, conllevaron a la reflexión y los aportes tanto de filósofos como científicos, a algunos problemas limítrofes entre la ciencia y la filosofía; 5º. algunas críticas a la filosofía académica; 6º. la responsabilidad y el compromiso que podrían asumir los filósofos universitarios como intelectuales de su sociedad y época; y 7º. el alcance y la influencia de sus escritos en su realidad especialmente de algunos que aún viven y son conocidos nacional e internacionalmente.

Palabras clave: filosofía académica, crítica, ciencia, ética.

Abstract: In this article we will see: 1º. how, in antiquity, philosophy contained the germ of what we now call science; 2º. how the latter, at the end of the modern era, separated and distinguished itself from the former by achieving a better observable and verifiable knowledge and no longer merely rational and speculative and, therefore, lagging behind and obsolete; 3º. the contemporary criticisms of positivist, neopositivist and analytical philosophies against metaphysical philosophy, which they considered to be surpassed by science; 4º. How the scientific-technological advances and the social and axiological changes of the last century and the last decades led to the reflection and contributions of both philosophers and scientists to some borderline problems between science and philosophy; 5th. some criticisms to academic philosophy; 6th. the responsibility and commitment that university philosophers could assume as intellectuals of their society and time; and 7th. the scope and influence of their writings in their reality, especially of some who are still alive and are known nationally and internationally.

Key words: academic philosophy, criticism, science, ethics.

 

Introducción

La filosofía entendida como saber académico sigue una tradición que empezó en la antigüedad griega donde no se diferenciaba de lo que era considerado ciencia. Esto continuó hasta fines de la modernidad europea donde los “científicos” se separan de los “filósofos” adoptando lo verificable y lo demostrable, los primeros, y dejando lo especulativo y lo no verificable, a los segundos. En la época contemporánea surgieron escuelas filosóficas como el positivismo, que planteaba que la fase más primaria del pensamiento humano era la religiosa, la intermedia la filosófica, y la superior la científica; el empirismo lógico, neopositivismo o positivismo lógico fue más radical y planteó que solo con el método científico se obtenía conocimiento valedero; y la filosofía analítica que tenía una cercanía con la investigación científica y postuló que la metafísica carecía de sentido al analizarse bajo la lógica.

En lo que sigue veremos muy sucintamente el desarrollo histórico de la filosofía, como dio origen a la ciencia separándose de ella, sus críticos y su resurgimiento en la época contemporánea y que aún continúa en el presente.

 

¿Filosofía versus ciencia?

Con la aparición de personas que se dedicaron a observar su mundo circundante y a explicarlo con elementos distintos a los de la religión que les enseñaron sus padres, se da el inicio del pensamiento filosófico, sea en la Antigüedad en Grecia[1], China[2], India[3] o en cualquiera otra parte del planeta. Pero también a la vez se pone el germen, en las costas egeas, de lo que actualmente llamamos ciencia.

En otras palabras, los antiguos filósofos griegos no hacían distinción, como la hacemos hoy nosotros, entre filosofía (del griego φιλοσοφία, amor a la sabiduría o el conocimiento) y ciencia (del latín scientia, conocimiento). Tenemos el caso de Platón (427 - 347 a.e.c.), quien se dice puso un letrero en su famosa Academia: “Nadie entre si no sabe geometría” y su discípulo Aristóteles (384-322 a.e.c.), considerado el padre o iniciador de los conocimientos de lo que hoy llamamos ciencias como la psicología, la ciencia política, la sociología, la biología, la zoología, la embriología, la meteorología, entre otras, a pesar de que trató de explicar los fenómenos naturales y sociales en base a observaciones rudimentarias y no controladas rigurosa ni metódicamente.

Ya en el Renacimiento, el italiano Galileo Galilei (1564-1642), realizó experimentos controlados y anotados dando paso al método científico observacional y experimental y dejando de lado a la autoridad aristotélica meramente teórica y especulativa. Descubrió la primera ley del movimiento: todos los cuerpos caen, sin el aire, con la misma aceleración, independientemente de su masa o peso, gracias a la invención de su telescopio, pudo observar las montañas de la Luna (que no era una esfera traslúcida y perfecta como decía Aristóteles), los satélites de Júpiter, las “asas” de Saturno (en realidad sus anillos), las fases de Venus, las manchas del Sol y nuevas estrellas. En 1610, publica el Mensajero de las Estrellas donde concluye que el sistema heliocéntrico copernicano es el acertado y no el geocéntrico ptolemaico y ese mismo año obtuvo el puesto de Primer matemático de la Universidad de Pisa y el de Primer matemático y Primer filósofo del gran duque de Toscana. El Tribunal de la Santa Inquisición declara en 1616 al heliocentrismo copernicano herético y así se le prohíbe a Galileo enseñarlo. Pero éste se reafirma en su postura en su Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo de 1632 y el Santo Oficio lo obliga a abjurar de ella, si no sería torturado, él lo hace y se lo llega a condenar a prisión perpetua pero el Papa Urbano VIII se la cambia a arresto domiciliario de por vida en 1633 (para más sobre el caso Galileo v. Artigas y Shea (2009) o Mayer (2012).

En la época moderna, la obra cumbre del inglés Isaac Newton (1642-1727) son los tres tomos llamados Principios matemáticos de la filosofía natural (1687) que integran las bases de la física y la astronomía escritos en términos de la geometría pura y en donde plantea sus tres famosas leyes del movimiento: de la inercia, la mecánica y el principio de acción y reacción (para más v. Guillamon et. al. 1989).

De ese modo, ya en el siglo XVII se distingue más claramente los métodos usados por los filósofos naturales. En 1833 la palabra scientist (científico en inglés) la comienza a usar el británico William Whewell (1794-1866) para referirse a los filósofos naturales, es decir, a los practicantes de lo que se llamaba filosofía, filosofía natural o naturalismo, esto es, el estudio de las leyes naturales. Y los antecesores de los actuales científicos de la conducta y la sociedad se llamaban filósofos morales.

Entonces, ya era claro a fines del siglo XIX, que los filósofos naturales o científicos empezaron a rechazar lo meramente especulativo e imaginativo a lo que se dedicaban los filósofos tradicionales encerrados en sus torres de marfil. Y por eso decidieron llamarse científicos y no filósofos para diferenciarse de estos.

Así, lo observable, experimentable y comprobable pasó a ser signo de la ciencia, y lo irresoluto, ininteligible y desconocido quedó como legado de la filosofía siendo ésta rezagada, aparentemente, en el conocimiento, y superada, por aquélla. Y, peor, algunas posturas filosóficas como el empirismo, el positivismo, el materialismo dialéctico, el neo positivismo y la filosofía analítica o empirismo lógico cuestionaron y rechazaron, en su momento, las afirmaciones de tipo metafísico.

 

Críticas a la filosofía universitaria

Algunos filósofos como por ejemplo el estadounidense Paul Kurtz (1925-2012), que enseñó en la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo, han cuestionado la filosofía analítica académica en el mundo angloparlante al considerar

mucha de esa filosofía irrelevante. Es como una uña crecida hacia dentro, doblada sobre sí misma, ulcerándose con agudas distensiones lingüísticas y sofisterías dolorosas. El problema con la filosofía técnica es que tiene incapacitada a la misma filosofía, así que cojea como un fraile mendicante en un monasterio distante en una isla remota en medio de un mar vacío (Kurtz 2008, 16).

Aunque reconoce que “se ha derivado a partir de la empresa filosófica mucha virtud, sabiduría intelectual, claridad lógica y excelencia moral”, los filósofos no tienen “mucho impacto” en la actualidad y la mayoría de ellos parecen “monjes célibes que leen sus textos sagrados con matices en la modulación y queriendo decir que el mundo pasa por ellos (aunque actualmente son las revistas profesionales las que sirven como sus escrituras)” (íd.).

Esta filosofía “es muy inconsecuente con los grandes temas de interés intelectual y significación social. Medita acerca de cuestiones formales, algunas sin contenido o relevancia real” (íd.). Es muy erudita,

con el resultado que los filósofos han tornado como su tarea principal el impartir conocimientos a hordas de pregraduados universitarios inseguros o el iniciar a los candidatos al doctorado supervisando temas de tesis de poca importancia para cualquiera menos para ellos. Mientras lo hagan de esa forma, los genuinos problemas intelectuales concernientes al significado y la existencia serán ignorados. El miedo al comentario mordaz del igual censura los intereses no conformistas; siempre existe la corroyente preocupación de lo que dirán los colegas profesionales. Existe la carga del chisme exclusivista que agobia al filósofo y lo mantiene en sumisión (op. cit., 17).

Muchos de los grandes filósofos de la historia no aprendieron filosofía en una academia o universidad, no enseñaron en ellas y/o tuvieron otras ocupaciones. Ahí están Spinoza, Descartes, Locke, Berkeley, Hume, Mill, Marx o Kirkegaard. Wittgenstein fue una excepción, así como también dieron cátedra Platón, Aristóteles, Kant, Hegel, Russell, Heidegger y Dewey (íd.).

La filosofía al servicio de una religión como la Iglesia católica en el medioevo o el Estado como el de los países (llamados) comunistas en el siglo XX limitó sus capacidades creativas. De forma parecida, la filosofía de las instituciones de enseñanza superior hace que dicte “que es investigación filosófica legítima” (op. cit., 18).

La profesionalización de la filosofía, la ha convertido en una carrera más, con sus asociaciones o colegios y revistas, la búsqueda del doctorado y el nombramiento de una plaza laboral gracias a las publicaciones[4]. Como en cualquier otra profesión, los filósofos solo leen lo que publican sus colegas.

La filosofía debe mantener vivo nuestro sentido de asombro. Debe tratar con cuestiones mayores: ¿Cuál es la naturaleza de nuestro conocimiento del Universo? ¿Qué significa todo esto, si es que significa algo, y cómo encaja todo junto, si en verdad lo hace? ¿Existe Dios o Mamón? ¿Existe un propósito final para la existencia humana? ¿La vida tiene sentido per se, o solamente se nos presenta con oportunidades? ¿Está la naturaleza humana determinada o es indefinida, llena de riesgo y aventura indeterminados? ¿Qué es la sociedad buena, y podrá ser alguna vez lograda final y completamente? ¿Cómo debe vivir una persona si desea encontrar satisfacción y significado en los breves y pocos años de la vida? (op. cit. 19).

En otras palabras, debe regresar a sus preguntas clásicas y que tienen más de una respuesta. Para eso los filósofos deben conocer de ciencias naturales, sociales y conductuales, así como política, literatura y arte (id.). Incluso de religión diríamos.

Con todo, el centro de influencia y poder intelectual lo ejercen los medios masivos de comunicación (op. cit., 21) (y las redes sociales en el presente). A través de ellos se propagan el resurgimiento del fundamentalismo religioso y los cultos de lo paranormal que para muchos filósofos técnicos su discusión sería inapropiada, pero hay la necesidad que la hagan (op. cit., 24). A eso se suman los problemas aparecidos por el desarrollo de nuevas tecnología y campos de investigación científicos (op. cit., 25). La filosofía tiene un papel importante que jugar aquí

porque puede ayudar a mantener viva la inteligencia critica, la sabiduría reflexiva y la incredulidad escéptica tan esenciales para el desarrollo del conocimiento. Estamos rodeados por todos lados por gente que intenta vender sus mercancías a consumidores ingenuos crédulos (op. cit. 25-26).

También la reflexión filosófica es necesaria para enfrentar lo rápido del cambio social influenciada por la innovación tecnológica (op. cit., 26). Justo estamos viviendo la irrupción de la inteligencia artificial en las diversas esferas de la vida.

Otro estadounidense, Robert Frodeman (1958-), que enseñó en la Universidad del Norte de Texas, también cuestiona la filosofía como carrera universitaria al darse:

la ubicación de la filosofía dentro de una institución moderna (la investigación universitaria) a finales del siglo XIX. Esta institucionalización convirtió a la filosofía en una disciplina que solo podía cursarse seriamente en un ambiente académico. Este hecho representa uno de los fracasos persistentes de la filosofía contemporánea (Frodeman 2016).

La filosofía antes de ser universitaria “nunca tuvo una sede central”, los filósofos podían ser diplomáticos, pulidores de lentes, pensionistas o universitarios, se volvieron expertos “como los demás especialistas disciplinarios”. De ese modo, la filosofía “quedó “purificada” –separada de la sociedad en el proceso de modernización–” y eso debido al avance de las ciencias naturales y su diferenciación y separación de ella cerca de 1870 y el surgimiento de las ciencias sociales una década después (íd.).

Además, estuvo el hecho de “haber colocado a la filosofía, junto a estas ciencias, como una disciplina más dentro de la investigación universitaria moderna. Como resultado, la filosofía –que había sido la reina de las disciplinas– fue desplazada, mientras las ciencias naturales y sociales se dividían el mundo entre ellas” (íd.). De esa manera, “[l]a filosofía, como disciplina, se convirtió en el estándar imperante para lo que se consideraría la filosofía adecuada…”. Así:

La filosofía adoptó el modus operandi científico de la producción de conocimiento, pero no logró alcanzar el nivel de las ciencias en el sentido de generar un progreso en la descripción del mundo. La incapacidad de la filosofía para igualar el éxito cognitivo de las ciencias ha hecho mucho ruido, pero la muy exitosa imitación que la filosofía hace de la forma institucional de esas mismas ciencias ha pasado inadvertida. Nosotros también producimos artículos de investigación. A nosotros también se nos mide con la misma vara: el examen de nuestra producción, arbitrada entre pares. Nosotros también desarrollamos subespecializaciones más allá de la comprensión de la persona común. En todas estas formas somos intensamente “científicos” (íd.).

La filosofía no debió ser purificada, especializarse. La condición innata del pensamiento filosófico es estar “presente en todos lados, [ser] frecuentemente intersticial, esencialmente interdisciplinario y transdisciplinario por naturaleza” (íd.).

Su “purificación” separó la búsqueda del conocimiento de la vida virtuosa: “El saber y la búsqueda del bien estaban íntimamente ligados. Se entendía, por lo general, que el propósito de la filosofía era buscar el bien y no simplemente reunir o producir conocimiento” (íd.). A fines del siglo XIX, Kierkegaard y Nietzsche demostraron que la filosofía no podía fundamentar una norma común para escoger un estilo de vida sobre otro:

Así es como Alasdair MacIntyre explica la posición que tiene la filosofía contemporánea: insignificante en la sociedad, marginal en la academia. Hubo una pequeña oportunidad en que la filosofía pudo haber sustituido a la religión como el pegamento de la sociedad. Pero ese momento pasó. La gente dejó de escuchar cuando los filósofos se concentraron solamente en debatir entre ellos (íd.).

Al separarse el conocimiento y el bien, “los científicos pudieron ser considerados expertos, pero no hay consejos, ni lecciones morales, que se puedan obtener de sus trabajos”… y “[p]ara muchos, la ciencia se convirtió en un cheque, y el científico, en un instrumento “de-moralizado” reclutado para el servicio del poder, la burocracia y el comercio”. En eso la filosofía imitó a la ciencia:

La actividad filosófica recayó en una competencia por probar qué tan astuto se puede ser para crear o destruir argumentos. Gracias a una hiperactiva y productivista licuadora de erudición, hoy por hoy, los filósofos se mantienen encadenados a sus computadoras. Como las ciencias, la filosofía se ha convertido, en gran medida, en una carrera técnica cuya única diferencia radica en que nosotros manipulamos palabras en vez de genes o químicos. Quedó perdido el otrora sentido común, según el cual los filósofos hemos de buscar la vida conforme al bien: que debiéramos, a pesar de nuestros fallos, ser ciudadanos y seres humanos ejemplares. Al convertirnos en especialistas, hemos perdido de vista el todo. Hoy, el objetivo de la filosofía es ser listo, no bueno. Este ha sido el meollo de nuestra perdición” (íd.).

 

Resurrección de la filosofía

No obstante que, en general y el presente, la filosofía académica, universitaria o profesional, se ha vuelto una mera hermenéutica y exégesis repetitivas de las ideas de los grandes filósofos de la historia o de los que están de moda en el mundo desarrollado en la actualidad, y de esa manera sigue atrapada en el pasado y limitada en el presente, también en el siglo XX algunas de sus ramas, especialmente la filosofía de la ciencia y la filosofía moral o ética, lograron un nuevo protagonismo, aunque no exclusivo pues aún se mantiene la enseñanza y el estudio de la metafísica y de las demás ramas filosóficas tradicionales doquiera que se enseñe filosofía al menos en la forma convencional.

Sin duda, el auge de la filosofía de la ciencia y la ética se explica, gracias a los nuevos descubrimientos e inventos de la ciencia y la tecnología aunados a las dos guerras mundiales, revoluciones por doquier, ingentes movilizaciones migratorias y muertes masivas. Es decir, conforme nuestra especie conoce, crea y sufre más, sus dudas e interrogantes también crecen y sus valores cambian.

Por ejemplo, en el siglo pasado, con el descubrimiento de la energía atómica y su aplicación bélica sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, se cuestionó nuestra capacidad de entender y transformar la realidad hasta el punto de destruirla. Con todo, debido al apogeo de la pax americana, la consiguiente independencia de las colonias africanas y asiáticas de las metrópolis europeas y la aparición de la Cortina de Hierro se creó un nuevo orden mundial con el inglés como lingua franca y el dólar como medio de intercambio comercial internacional y el mundo quedó dividido en pro capitalista y pro socialista. Posteriormente, ya caído el bloque soviético y sus satélites, el capitalismo se mantiene como el sistema económico imperante en todo el mundo, aunque en China el Estado siempre mantiene su presencia en los negocios domésticos y foráneos del país.

Otro ejemplo se da nivel de la fecundación artificial con la que ya no son necesarias las relaciones sexuales no solo para los casos de padres o madres con problemas para fecundar o embarazarse respectivamente sino para aquellas personas solteras que quieran tener hijos gracias a donantes anónimos de esperma u óvulos, y también de madres subrogadas que permiten el desarrollo de fetos ajenos a ellas. Por otro lado, con los avances de la ingeniería genética se puede clonar o reproducir réplicas de individuos biológicos lo que lleva a la posibilidad de clonar no solo animales y plantas sino también seres humanos y, de ese modo, cuestionar su origen artificioso, status y posibilidades de explotación como proveedor de los órganos que pueda necesitar el original (eso ya no es necesario con el cultivo de las células madre multiformes).

Además, con el liberalismo moral, legal y político, millones de mujeres a nivel mundial han tenido y tienen la libertad de abortar sin temor a represalias penales donde el uso de tal práctica es defendido por la ley. Cosa similar pasa con el matrimonio igualitario de los homosexuales legalizado en Australia, Taiwán y Tailandia y diversos países de América y Europa y la eutanasia pasiva y activa que están restringidas a pocos países.

Y el gigantesco desarrollo de las ciencias de la computación o informática nos ha dado la inteligencia artificial con la cual no solo podemos ahorrar mucho tiempo y energía en obtener información, crear una diversidad de soluciones a problemas de diversos campos del conocimiento, así como documentos, audios y videos con voces o imágenes ya existentes o no, sino hasta modificarlas y suplantarlas, con fines educativos, comerciales, recreativos o bélicos, lícitos o no, etc.

En todos estos casos ha habido filósofos, pero además científicos y otros intelectuales preocupados que han reaccionado y expresado sus ideas de diversas maneras tanto a favor como en contra de tales prácticas e incluso con el riesgo de ser apresados.

 

Los filósofos científicos

Los filósofos profesionales, parte de los cuales trabajan como profesores, han sido preparados en las universidades sobre lo que dijeron o escribieron los filósofos antiguos griegos o asiáticos, los medievales, los modernos y los contemporáneos del mundo desarrollado e incluso en vías de desarrollo (sobre todo si viven ahí). Es decir, se supone que estos filósofos académicos deben conocer las ideas de los grandes pensadores registrados por la historia o, por lo menos, especializarse en las ideas de alguno de ellos, o siquiera en la de un pensador reconocido de su país (o incluso en su cosmovisión originaria).

Sin embargo, con la aparición de las ciencias especializadas, la filosofía quedó más y más restringida a lo especulativo y desconocido, a las preguntas sin una respuesta exacta y única.

Pero también ya hay filósofos que al estudiar el problema de lo qué es la realidad o el universo en general, están al tanto no solo de lo que dijeron los pensadores del pasado sino también de los descubrimientos y teorías, por ejemplo, de la cosmología y la física cuántica. Si les interesa el problema de la conciencia o la mente --véase, p. ej. las obras de Bunge (1989), Dennett (1996), o Blackmore 2005-- o de la inteligencia artificial --Penrose (1989), Bostrom (2014)-- están al día sobre los avances y logros de las neurociencias y la informática respectivamente, e incluso les han hecho aportes. De modo similar, sobre asuntos del planeta como el cambio climático y el calentamiento global, o la migración y las guerras tienen información de las ciencias naturales o sociales respectivamente. Si hablan de ciencias o de una en particular saben su objeto de estudio, métodos de investigación, leyes y teorías, y así sucesivamente. De ese modo hay profesionales de la filosofía que conocen y abordan temas de investigación de diversas ciencias, y por eso se les puede llamar entonces filósofos científicos. Y para lograr eso de una mejor manera, deben estudiar alguna ciencia.

Además, hay filósofos de la ciencia que la abordan de manera general y abstracta, hablen de ella, la definen y la demarcan y además pueden explicar lo que son hipótesis, teoría, ley o método científico --como los conocidos Popper (1934), Lakatos (1968), Feyerabend (1975), Bunge (1960), Laudan (1978)-, y deben conocer la historia de las ciencias.

A su vez hay científicos que hacen filosofía o recurren a la filosofía para tratar problemas límite de la ciencia o que aún les falta respuestas concretas como: ¿existe Dios? --Hawking (2018), Davies (1993)--, ¿qué es identidad, conciencia, libre albedrío e inteligencia animal y de las máquinas? --Quian 2023--, ¿la conciencia humana sobrevive a la muerte? --Kübler-Ross 2008--, ¿qué había antes del universo conocido? --Bojowald 2011--, ¿existe los multiversos? --Halpern 2024--, ¿ya llegaron los extraterrestres a nuestro sistema solar? --Loeb 2021--, ¿serán posibles la invisibilidad, los viajes en el tiempo y la teletransportación? --Kaku 2009--, etc.

 

Compromiso social de los filósofos profesionales

Entonces los filósofos --y los demás intelectuales-- como personas que viven en un tiempo y espacio determinado, deben estar informados de lo que ocurre en otros campos del conocimiento por lo menos en forma general. Pero también deben, por supuesto, analizar, comentar y si fuera posible, proponer soluciones a los problemas de la sociedad de la cual forman parte. Como ciudadanos y profesionales preparados que son, pueden y deben manifestarse sobre los problemas que aquejan a sus países. Y ciertamente lo han hecho y lo siguen haciendo. Ejemplos de ello, otra vez, tenemos a los antiguos pensadores griegos Platón y Aristóteles preocupados por la tiranía, los filósofos contemporáneos, como el también matemático y logicista británico Bertrand Russell (1872-1970) y el escritor francés Jean Paul Sartre (1905-1980) que fueron activistas pacifistas y contra los crímenes de guerra, o el autor español Fernando Savater (1947) que es contrario a la independencia del País Vasco y Cataluña que dividiría o balcanizaría a España.

En el Perú, de donde procede quien escribe estas líneas, tenemos, por citar dos casos a nivel político[5], por un lado, a Francisco Miró Quesada Canturarias (1918-2019), periodista que estudió y enseñó Filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, ideólogo del Partido Acción Popular que gobernó el país dos veces, y, por el otro, a Abimael Guzmán (1934-2021), que estudió también Filosofía pero en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa y la enseñó en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, ideólogo del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso y que, entre 1980 y 1992, pretendió tomar de forma armada, sin éxito, el Estado, resultando en una lucha fratricida con las fuerzas del orden con el saldo de más de 30,000 muertos incluyendo desaparecidos (LUM 2021).

Pero claro también hay connacionales que están más preocupados por las desgracias que suceden al otro lado del planeta que en las de su propia localidad. Sin embargo, difícilmente en esa parte del mundo influenciará en algo su preocupación.

Es entendible que muchos filósofos y otros intelectuales sean cautos y no quieran hacer declaraciones públicas denunciando injusticias que suceden en su realidad cercana, cometidas, por ejemplo, por sus parientes, jefes inmediatos, autoridades locales y hasta los gobiernos de sus países, pues no solo podrían perjudicarse –ellos y hasta sus familias-- al perder sus trabajos, ingresos económicos y libertad o, peor, sus vidas como nos enseña la historia. Sin embargo, siempre habrá quienes conformen una minoría valiente, atrevida y que no se quedará callada y usará diversos medios para manifestar su insatisfacción, indignación o enojo. Y, actualmente, con las redes sociales y medios de comunicación virtuales se puede hacer eso y también la difusión de las ideas, gratis o sin prácticamente ningún gasto oneroso, aunque de modo breve y así incompleto[6].

Ahora bien, ¿qué impacto pudiera tener lo que escriba o diga un filósofo promedio común en su sociedad usando tales medios? Eso dependerá de varios factores: a) si lo que dice es de interés o actualidad, y b) si su discurso es muy difundido, leído y viralizado y así aceptado por un número importante de cibernautas.

Caso contrario, lo que diga, incluso si fuera interesante o importante, no afectara prácticamente en nada ni siquiera a sus familiares, amigos o conocidos que incluso por ser tales no necesariamente se sentirán atraídos por su discurso.

Tal situación podría ser distinta si el o los libros escritos por el filósofo contengan alguna crítica radical a lo establecido, fueran publicados por una gran editorial –sobre todo en inglés-- que pudiera invertir en publicidad y relaciones públicas, o los diera a conocer haciendo algo efectista que llamara la atención de los medios y/o el público; si sus artículos académicos –también en inglés—fueran publicados en una revista de alto rango que lo visibilizara; se aliara con un medio de comunicación de gran alcance, o le pagara por publicidad o formase parte de un movimiento social o político al cual asesore y que le dé fuerza o protagonismo no importando que esté tras bambalinas.

Ahora, como habitantes de estas tierras, llamadas Perú por los conquistadores españoles, en esta parte meridional del continente, llamado por lo europeos, América, tenemos problemas aún por resolver: dependencia económica y tecnológica y, por tanto, política de las potencias mundiales, empezando con los Estados Unidos de América que tiene grandes intereses geopolíticos en sus cercanos vecinos latinoamericanos pero ahora también la lejana China comunista gran inversora y nueva socia de algunos de ellos; distribución equitativa y uso racional de los recursos del país depredados impunemente por empresas locales y extranjeras así como por informales; narcotráfico de drogas ilícitas derivadas de la hoja de coca que produce ingentes cantidades de dinero y, de esa manera, no solo crea adictos crónicos dentro y fuera del país, sino toda una gama de niveles de producción, venta, consumo y protección armada; proxenetismo y comercio humanos manejados sobre todo por delincuentes extranjeros y que cuida y controla sus negocios pagando a sicarios asesinos; corrupción que afecta a todos los niveles del Estado; delincuencia criminal creciente e imparable; mercantilismo de la educación a todo nivel; falta de técnicos de alta especialización; carencia de industrias que transformen nuestros recursos naturales, etc.

Algunos filósofos puristas podrían objetar esta visión y misión social del filósofo, como si éste no fuera un ser humano de carne y hueso, consciente y reflexivo del acontecer del país y el mundo. Podrían decir que no es competencia de la filosofía hablar y discutir de problemas de la sociedad, su economía o política, como lo hacen los científicos sociales y los politólogos, pero olvidan o son ciegos a las llamadas filosofía política y filosofía social, ramas clásica y moderna, respectivamente. Restringir el alcance de la filosofía o darle un papel netamente cognoscitivo, no hace sino mutilar la visión general y las capacidades críticas que, se supone, manejan los filósofos. Recordemos sino a los gigantes del pensamiento y la búsqueda de conocimiento que se arriesgaron a ser presos y hasta condenados a la pena de muerte por hacer uso de su libertad de pensamiento y expresión.

 

Impacto de las publicaciones filosóficas

Con la aparición de las universidades en el Occidente medieval aparecen los cursos de filosofía. A fines del siglo XIX se convierte en una carrera universitaria y en la actualidad la filosofía se ha profesionalizado y especializado tanto, que tiene escuelas en las universidades, con revistas que publican investigaciones convertidas en artículos que deben ser examinados antes de su publicación por pares o colegas más o menos exigentes para su aprobación. Algo similar pasa con los libros que pueden contener recopilación de esos artículos o tratar un tema independiente o simplemente que reúne las clases de un curso. Normalmente, un filósofo profesional puede ganar una plaza docente y nombrarse como tal en el sistema universitario.

Una forma convencional de clasificar a las universidades son la cantidad de publicaciones hechas en revistas de alto impacto o citación –nivel Scopus--. Estos deben ser no solo originales y formalmente redactados, sino también aceptados, revisados rigurosamente y publicados en revistas de alto impacto, esto es, con artículos citados en muchos otros.

Entonces el impacto académico de los filósofos universitarios, y demás profesionales, se mide por la producción de artículos de investigación y por la cantidad de veces que son citados por otros autores pero no necesariamente buscan resolver algún problema de la sociedad o el mundo salvo los que tengan alguna relevancia científica o humanista para que los medios en general los difundan en lenguaje llano y lleguen a ser conocidos por autoridades con poder de ejecución, y debido a su importancia, podrían conllevar a alguna política pública efectiva.

Habría un segundo nivel: la producción libros que pueden contener artículos académicos o periodísticos ya publicados, ser completamente originales, redactados con un lenguaje especializado –para ser leídos por lo colegas-- o divulgativo –para el público en general.

Se puede tener una idea del impacto de los libros por la cantidad de copias (impresas y/o digitales) vendidas, el número de ediciones en el idioma original u otros, e incluso las menciones en los medios tradicionales de comunicación y las redes sociales.

Hay diversos filósofos profesionales vivos muy leídos a nivel mundial. Por ejemplo, a la fecha tenemos al eticista utilitarista australiano Peter Singer (1946), autor de 17 libros incluido el muy influyente Liberación animal (original inglés: 1975) con 93 ediciones diversas entre ampliaciones, traducciones, con tapas duras y blandas, versiones digitales y audios libros; el también psicoanalista eslovenio Slavoj Žižek (2015), autor de 52 libros[7] en inglés entre ellos su obra cumbre El sublime objeto de la ideología (1989) con 44 ediciones; o el crítico surcoreano del capitalismo Byung-Chul Han, autor de 31, incluyendo La sociedad del cansancio (original alemán: 2010) con 68 ediciones (v. Goodreads 1975, 1989, 2010).

En nuestro mundo hispano parlante tenemos entre los filósofos más leídos, por ejemplo, a los españoles Fernando Savater (1947), autor de ensayos literarios, obras narrativas, de teatro y 48 libros de filosofía como su best-seller Ética para Amador (1991) con 89 ediciones; o Adela Cortina (1947), autora de 20 libros como Ética mínima: Introducción a la filosofía práctica (1986) con 10 ediciones (Goodreads 1991, 1989); al también divulgador argentino Darío Sztajnszrajber (1968), autor de 6 libros, siendo el último Filosofía a martillazos (2019).

En el Perú, la carrera de Filosofía[8] se enseña actualmente, además de las antes mencionadas, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM) y la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa (UNSA), en la Universidad Nacional Federico Villarreal (UNFV), la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM), y la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima (FTPCL), las cuatro de Lima, y la Universidad Nacional de San Antonio Abad del Cusco (UNSAAC).

Ha habido diversas revistas universitarias especializadas en filosofía --v. Quiroz (2022)--, pero actualmente, solo las publican la PUCP: Areté y Estudios de Filosofía, la UARM: Metanoia, y la Universidad Femenina del Sagrado Corazón (UNIFE): Phainomenon --incluye también artículos de teología--.

De iniciativa privada son: la Revista Peruana de Filosofía Aplicada (RPFA), que al publicarse este artículo aparecerá en su número 25 y que es dirigida por el filósofo Manuel A. Paz y Miño Conde (a la fecha editor, traductor, compilador y autor de 55 libros a través de sus Ediciones de Filosofía Aplicada); Disenso. Crítica y Reflexión Latinoamericana, con 10 números publicados a la fecha, dirigida por Jaime Araujo-Frias, abogado y filósofo, y publicada por Barro Pensativo, Centro de Estudios e Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales; y la naciente revista Filosofía. Ciencia & Método de la Princoser University cuyo editor y fundador respectivamente es su colega Fidel Gutiérrez Vivanco (creador del Método Princoser, autor de 8 libros, vicepresidente del Foro Mundial de Filosofía y galardonado con el Premio Internacional Gusi a la Paz en Filosofía y Ciencia 2012) --v. sus págs. web--.

Por otro lado, entre los filósofos académicos más conocidos de los congresos nacionales de filosofía[9], al ser invitados como ponentes plenaristas, y publicar artículos esporádicos[10] en el Diario El Comercio para un mayor público, tenemos a Miguel Guisti (1952), autor de seis libros sobre Hegel y otros temas como El soñado bien, el mal presente: rumores de la ética (2008), y a Miguel Ángel Polo (1963), autor de diez obras, entre ellas Indagaciones sobre el sentido de la vida (2011). Hay otros ponentes que también son invitados a tales congresos como Alberto Cordero Lecca, profesor de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY) y (co)editor de libros de filosofía en inglés, Zenón Depaz de la UNMSM autor de La cosmovisión andina en el Manuscrito de Huarochirí y difusor frecuente del pensamiento prehispánico, y Víctor Samuel Rivera, autor de cuatro obras, entre ellas Pensar desde el mal. Hermenéutica en tiempo de Apocalipsis (2021).

Además, entre los educadores más solicitados a estos encuentros académicos está Víctor Mazzi Huaycucho (1960) con especialidad en Filosofía y Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle (UNE), donde también enseña, y es autor de libros de diversos temas entre ellos Inkas y filósofos (2016) que ha sido editado también en Argentina (2023). Y para hablar de diversos temas educativos, sociales e incluso epistemológicos en diversas instituciones gremiales, estudiantiles y culturales, tenemos a Julio Chávez Rivera, educador con especialidad en Pedagogía también de la UNE, bachiller y egresado de la maestría en Filosofía de la UNMSM y que enseña en su Centro Pre Universitario.

Un caso aparte es Gustavo Flores Quelopana quien, aunque no terminó la carrera de filosofía en la UNMSM, llegó a ser miembro de la Sociedad Peruana de Filosofía (SPF)[11], ha publicado, según indica su blog, a la fecha 195 títulos, entre libros y opúsculos filosóficos, políticos y teológicos, poemarios y una autobiografía (Flores 2021)[12], y es un frecuente invitado a los Congresos Regionales de Filosofía del Norte del Perú.

No tenemos forma de medir el impacto de estas publicaciones nacionales salvo si han tenido más de una edición, y si han sido pirateadas y ofrecidas en las calles, puestos, tiendas y ferias de libros en diversas ciudades del país gracias a impresores y comerciantes que ganan dinero infringiendo la ley pero que aumentan la fama del autor a nivel nacional divulgando sus ideas a precios desleales.

Finalmente, cabe añadir también que hasta la fecha han sido infructuosos los manifiestos y peticiones de firmas en esas reuniones nacionales de filosofía y los diversos proyectos de ley en el Congreso de la República, especialmente en el 2021, para que vuelva el curso escolar de tal materia. Hay el temor que se use el curso para politizar a los alumnos --Santa Cruz (2022)--. Algo irracional puesto que se enseña a nivel nacional a los jóvenes estudiantes de educación superior como parte de los estudios generales según la actual Ley Universitaria.

 

Conclusiones

En la Grecia antigua, la filosofía como amor y así búsqueda de conocimiento dio origen al germen de la ciencia, pero actualmente ambas son campos de estudio definidos y distintos. Sin embargo, la misma realidad de la dinámica social humana y el desarrollo científico y tecnológico ha vuelto a relacionar la filosofía con la ciencia.

De esa manera, los filósofos, específicamente del llamado primer mundo, han tenido la oportunidad de estudiar y valorar los aportes de la ciencia, algunos de ellos han influenciado en sus sociedades y hasta fuera de ellas con sus ideas y juicios de valor a través de sus libros y actualmente también lo pueden hacer usando los medios masivos de comunicación tradicionales así como las redes sociales como muy bien lo hacen los legos. Y claro, también hay científicos que se remiten a problemas clásicos de la filosofía a través de los avances y descubrimientos de la ciencia y la tecnología.

Por otro lado, hasta hoy la influencia mayor de la filosofía en el Perú ha sido por la incursión de filósofos como ideólogos de partidos políticos. Fuera de eso la mayoría de los filósofos como cualesquier otros profesionales no impactan en su sociedad, exponen sus ideas en círculos cerrados, viven su mundillo aparte, tratando de escalar posiciones y asegurar comprensiblemente su futuro, con artículos y libros leídos mayormente por sus pares, si es que son leídos.

Finalmente, en el Perú, la filosofía no se enseña en las escuelas públicas por, según algunos servidores públicos, el temor de ideologizar a los muchachos, pero, paradójicamente, no hay miedo a que se enseñe cuando tienen unos años más al ingresar a la universidad.

 

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[1] Empezando por los filósofos cosmológicos o presocráticos (cerca 585 a.e.c.-470 a.e.c.).

[2] Donde destacan Confucio (551-479 a.e.c.), Lao Tsé (siglo VI-V a.e.c.) y Mozi (c. 468-c. 391 a.e.c.).

[3] Aparte de los sistemas teológicos también hubo una escuela materialista y atea como la lokaiata  (cerca siglo VII-XVI a.e.c.) creada por Chárvaka.

[4]  O, en universidades de medio pelo, con el favorecimiento anticipado del jurado o la influencia de las autoridades sobre a quiénes nombrar, calificando arbitrariamente, aunque era peor antes cuando se nombraba a todos los contratados sin distinción.

[5] Estos casos son totalmente distintos al del ex asesor, conocido en las noticias delictivas como el “Filósofo”, de la ex fiscal de la Nación Patricia Benavides, sospechosos de formar una organización criminal en Ministerio Público (Gómez 2024).

[6] El programa de Youtube “Monitor fantasma” de Josué Aguirre, autor de ficción y comunicador social por la Universidad de Piura, difunde, desde Buenos Aires, temas de filosofía, crítica literaria y otros, y tiene más de 840 mil suscriptores y 1,300 cortos de video.

[7] Cantidad no necesariamente es calidad: Žižek es sospechoso de plagio (Wofford 2016) y autoplagio (Prieto 2016).

[8] Fuera del mundo académico, está la sucursal en el Perú de la organización internacional Nueva Acrópolis, acusada de secta (Cabrera, Paredes 2022) que tiene una Escuela de Filosofía donde enseña cursos como “Conócete a ti mismo” y otros en sus locales a nivel nacional: Lima (6), Ica, Arequipa, Moquegua, Tacna, Cusco, Puno, Huancayo, Cerro de Pasco, Huánuco, Huaraz, Trujillo, Chiclayo, Cajamarca, Tarapoto, Iquitos y Pucallpa, y su canal de Youtube cuenta con más de 10,600  suscriptores y 600 vídeos; también está la asociación Búho Rojo, dirigida por los filósofos José Maúrtua y Carmen Zavala, que desde 1998 organiza los días sábados, en su centro cultural, cafés filosóficos o conversatorios con ponentes, profesionales o no, sobre diversos temas, filosóficos, científicos, sociales, etc., elegidos mayormente por votación entre los asistentes; y el Instituto Humanista Racionalista del Perú que desde 2008 se ha dedicado a difundir la crítica de las afirmaciones paranormales y sobrenaturales desde el 2024 se está dedicando a hacer además difusión de la filosofía en general a través de video foros (v. las págs. web de estas instituciones).

[9] A estos congresos académicos asisten en mayor número estudiantes que docentes, en donde estos son mayoritariamente los ponentes. Su relativo éxito en concurrencia se debe a que tanto asistentes como ponentes suman puntos a sus hojas de vida además de hacer algo de turismo. Pero todo lo que se dice y pasa ahí no trasciende en la sociedad y rara vez es anunciado en los medios de comunicación comerciales.

[10] Hay otros filósofos que escriben con más asiduidad e incluso en más de un diario impreso con edición digital pero igual eso no trasciende a un público mayor o la sociedad en general.

[11] La SPF ha tenido desde su fundación en 1940 a miembros no solo de filosofía sino de diversas profesiones, y hasta donde sabemos solamente se inscribió en los Registros Públicos la primera junta directiva. Sin embargo, su nombre tiene presencia activa en las redes sociales promocionando charlas y cursos, y en los congresos nacionales de filosofía.

[12] Tampoco cantidad significa profundidad ni rigurosidad (v. Paz y Miño 2005 y Huallpa 2022).

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