Víctor Neira Martín, Lic. en Matemáticas (Universidad de Niza)
El libro de Geoffrey Berg, Las seis vías del ateísmo, contiene una
panoplia de argumentos que fundamentan la no existencia de Dios. A partir de
puntos de vista de la Ética, de la Ontología, de la Teología y, también, de la
Cosmología, presenta deducciones lógicamente válidas para un ateo.
Las seis vías del
ateísmo no dice todo acerca de las refutaciones ateas, pero dice mucho. Como el
mismo autor admite, eligió el título para contraponerlo a las “cinco vías”
tomistas. Podemos encontrar en Las seis vías… argumentos de por qué los
seres humanos no deberíamos creer en Dios y hay, también, refutaciones
completas de la existencia de Dios. Cada uno de los argumentos es merecedor de
amplia discusión.
Una de las tres refutaciones de la existencia de
Dios nos recuerda el argumento de Leibniz de que como Dios es eterno,
omnipotente y totalmente bueno, entonces, el mundo existente es el mejor de los
mundos posibles. Ante la evidencia de que hay inconsistencia entre eras y
personas, éste no es el mejor mundo posible y, por lo tanto, Dios no puede
existir.
Además, encontramos el argumento del Conjunto de
Cualidades, que es (hasta donde sabemos) original y consiste en una refutación
estadística de la existencia de Dios. Las cualidades atribuidas a Dios son tan
improbables que, en conjunto, hacen que su existencia sea lógicamente
imposible.
El argumento de la Brecha de la Comprensión del
Hombre y Dios nos hizo recordar al problema del dialelo, planteado por Kant:
“Si quiero poner en tela de juicio mi Razón sólo puedo usar la Razón misma”; en
el libro de Berg la dificultad para conocer a un ser omnisciente, omnipotente y
totalmente bueno es mucho más amplia. El hombre es finito (en tiempo, espacio y
poder); Dios, si existiera, sería infinito (en tiempo, espacio y poder). La
humanidad no puede reconocer a Dios. Berg discrepa del punto de vista de que no
podamos conocer un ser de tal naturaleza; Berg afirma que podemos saber que tal
ser no existe.
Creemos que, además de las seis vías planteadas,
el libro de Berg deja filones que merecen ser explotados.
Fue Hegel, si no recordamos mal, quien planteó el
problema de la aseidad del Universo, que no es otra cosa que plantear la autosuficiencia
de este. Carl Sagan, en su obra “Cosmos”, escribió que el Universo es “todo lo
que fue, todo lo que es, todo lo que será”. Imposible que Sagan no se diera
cuenta que el concepto de aseidad estaba implícito en su frase.
Desde el punto de vista cosmológico (tomada la
Cosmología como una rama de la Física), un físico nunca mete a Dios en sus
asuntos. Cuando mucho, considera la palabra “Dios” como la abreviatura para un
conjunto de propiedades. Sin embargo, el problema subsiste: ¿qué había antes del
Big Bang? ¿quién creó el Universo?
Hoyle-Littleton plantearon un Universo
autocreador de su propia materia, pero su propuesta cosmológica se vio
acorralada por el descubrimiento de la radiación de fondo. En la actualidad,
hay esfuerzos por revivir este modelo.
Es totalmente válido ser materialista y ateo. Sin
embargo, un materialista no está eximido de explicar los fenómenos a partir de
aquello que denomina “materia”. La fundamentación lógica de tal posición
hallará argumentos en el libro de Berg.
Como el mismo autor señala, dos vías del ateísmo,
el “Argumento del Conjunto de Cualidades” y, además, el “Argumento de
incertidumbre” son originales. Son una fundamentación lógica de la
imposibilidad de la existencia de Dios. Las vías que Geoffrey Berg presenta, además
de las dos originales mencionadas, contienen enfoques con contenido propio y
puntos de vista que revelan un sello personal del autor.
Siendo un compendio (diríamos único) de
argumentos en contra de la existencia de Dios, no recurre a la oposición entre
ciencia y religión. Dice G. Berg, y estamos de acuerdo, que la ciencia y la fe
tienen ámbitos diferentes y, también, que los avances científicos desvirtuaron
afirmaciones contenidas en los textos sagrados, pero que no son una refutación
lógica acerca del tema central: la inexistencia de Dios.
El libro de Geoffrey Berg es una invitación a un
diálogo entre ateos y creyentes. Como se dijo en otro lugar, ser creyente no
nos hace, automáticamente, mejores; ser ateos, tampoco. Creemos que confrontar
puntos de vista sí nos hará mejores a todos.
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