domingo, 31 de julio de 2022

RESEÑA:

Víctor Samuel Rivera (2021). Pensar desde el mal. Hermenéutica en tiempos de Apocalipsis. Lima, Perú: Fondo Editorial del Congreso de la República del Perú, 374 pp.


(Foto de M. A. Paz y Miño)

Por Manuel A. Paz y Miño, director de la Revista Peruana de Filosofía Aplicada (RPFA).

Este voluminoso y lujoso libro de tapa dura y hojas couché, empieza con la presentación del mismo por parte de Mirtha Vásquez, Presidenta del  Congreso  de  la República hasta julio del 2021, quien afirma que el diagnóstico del liberalismo de las democracias capitalistas por parte de Víctor Samuel Rivera, quién es Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú y Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, "es severo" pues ha llevado al mundo al empobrecimiento y su inminente colapso apocalíptico. Pero a pesar de esto, Vásquez dice que Rivera apuesta por la metafísica y la apelación a la fe (p. 14)

En la introducción, nuestro autor afirma que la expansión del mal en el mundo es debido al liberalismo. Pero ¿cuáles son esos males en concreto? Él reafirma los conocidos: “venalidad general, aumento de la desigualdad material, nihilismo descontrolado, intolerancia religiosa, invasiones de unos pueblos sobre otros; un aparentemente incontenible deterioro terrestre” (p. 15). Incluso detrás de “chatear y hacer sexo sin parámetros” puede estar el mal (p. 19), “que va del tratamiento legal de la sexualidad a la corrupción generalizada de las democracias”, desde las “muy “avanzadas”, hasta las más modestas, marginales y rebeldes sociedades latinoamericanas” (p. 20). Y también el mal se propaga en los estudios de post grado ex profeso financiados por fundaciones filantrópicas millonarias (p. 44).

Por otra parte, Rivera sostiene que el otrora programa de la reforma social de lucha contra “las desigualdades económicas, la pobreza, la explotación humana o la sobreexplotación de la naturaleza” ha sido reemplazado por la “expansión del sexo” que va desde la pareja heterosexual familiar hasta la “reinvidicación de las parejas entre niños y adultos” (p. 49).

Posteriormente aduce que la “democratización de las sociedades modernas” era la “evidencia social” del nihilismo, ya que “implicaba la desaparición de distinciones”, “de lo diferente y, por ello, de lo que hace sentido, que orienta hacia una dimensión de la vida humana considerada estimable” (p. 87).

Más adelante, Rivera señala que “los publicistas y transmisores culturales reemplazan a los filósofos en la función de ilustrar al mundo” sobre sus progresos cuando en realidad son catástrofes: “se transforma los bosques amazónicos en madera, las campiñas verdes en mineral para vender al peso; las más venerables antigüedades humanas en objeto de caricatura, incluidas allí instituciones [¿como la iglesia?] que es obvio ellos mismos no instalaron” (p. 123).

No obstante, nuestro autor exige que el filósofo enlace la normativa ilustrada y la justificación de su presente como esperanza aunque un filósofo interesado en problemas intemporales, como pueden serlo un epistemólogo o un lógico, se halle excusado de esta exigencia; como sea, la guerra civil universal y los desastres del cambio climático debían ser relacionados por el filósofo con sensibilidad histórica” (p. ídem).

Después, siguiendo a De Maistre, anota, en relación a los revolucionarios franceses, “que los mismos que otorgaron al hombre derechos universales, que consideraban inapelables y moralmente exigibles, fueron los mismos criminales que ahogaron a Francia de sangre y cometieron, en nombre de la humanidad, las más terribles atrocidades” (p. 138) comprobándose así que una cosa es el discurso y otra la acción.

Luego Rivera denuncia que posterior al atentado del 11 de septiembre del  2001, "Estados Unidos y las democracias metafísicas que le están subordinadas ocupan o han ocupado militarmente y aún bombardean extensas zonas del Medio Oriente; son responsables de centenares de miles de muertos, de una expansión sin precedentes del narcotráfico en el Asia, de financiar el terrorismo árabe,  que  tiene  en jaque  a  Europa, África del Norte y el Cercano Oriente, y de varios millones de desplazados que huyen a Alemania e Italia, donde llegan de la mano de miles de terroristas que van a posicionarse con ellos y cometen, casi cada semana, atroces escenas de terror de Estocolmo a Londres" (p. 152).

Las atrocidades se justifican como “el costo de una situación política”, como los bombardeos contra los civiles alemanes en el último medio año final de la Segunda Guerra Mundial, atacándoles con material incendiario innecesariamente pues los soviéticos ya habían rodeado Berlín; o lo bombardeos atómicos contra los civiles japoneses en una situación similar. Por ello comenta apelando condicionalmente a lo sobrenatural: “Si hubiera algún agente histórico incognoscible detrás de esas acciones criminales, no diríamos que es humano” por “la inutilidad del mal perpetrado” (p. 154).

Además afirma que una

“violencia insólita se ha instalado en el mundo de los hombres...y la locura, el nihilismo, una voluntad infalible o el Diablo parecen seguir conduciendo el carro de la revolución de los humanitarios de Siria. Si se trata, como de Maistre intuyó, de un acontecimiento metafísico, es decir, irresoluble para el hombre, que extiende y abarca el mundo entero, lo único que podemos hacer, ante él, es rezar” (p. 165).

De ese modo, su interpretación sobrenaturalista del imperio del mal sobre el planeta nos llevaría a la impotencia y la pasividad, y así a la inacción para implorar, como consuelo y esperanza, una milagrosa intervención divina que nos salve de las consecuencias de tal imperio. Pero una interpretación más terráquea nos ayudaría a comprender mejor cómo, bajo ciertas situaciones como las guerras, los seres humanos son capaces y se permiten toda clase de abusos, vilezas y crímenes. Por ello, hay que buscar evitarlas a toda costa y a todo nivel.

Finalmente, según vemos en la bibliografía del libro, para la elaboración de los ensayos que lo conforman, el autor usa y discute diversas ideas sobre todo de Agamben, Ávila Crespo, Gadamer, Heidegger, Kant, De Maistre, de sí mismo y Vattimo.

En suma, este voluminoso libro reflexiona sobre el mal en el mundo alentado por el capitalismo liberal, interpretando su predominancia más allá de lo humano y de este mundo cayendo así en una visión pesimista insalvable, desesperada y así pasiva salvo la búsqueda de ayuda de lo Alto, que como muestra la historia, nunca llegó y así tampoco llegará.

 

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