viernes, 24 de diciembre de 2021

EL SILENCIO DE DIOS EN LA PANDEMIA, UNA INTERPRETACIÓN BÍBLICO-ONTOLÓGICA DE LA MUERTE

Job en el estercolero (1881) por Gonzalo Carrasco Espinosa


THE SILENCE OF GOD IN THE PANDEMIC, 

A BIBLICAL-ONTOLOGICAL INTERPRETATION OF DEATH 

Ernesto Edmundo Álvarez Lacayo

Lic. en Estudios Eclesiástico, Facultad de Teología San Vicente Ferrer, Mag. en Antropología Social y Docente Investigador, Universidad San Carlos de Guatemala-Centro Universitario de San Marcos (USAC-CUSAM) y Universidad Rafael Landívar. Campus Quetzaltenango.

Correo-e: hipona430@gmail.com

A la memoria de mis hermanos Luisa Amanda y Fernando Antonio. 

También a la de mi querido padre (D.E.P.)


Resumen: 

Hay dos preguntas claves que el ser humano suele formularse. Una ¿Dónde está tu Dios? Y otra, ¿Por qué las personas buenas mueren? La primera de carácter bíblico-teológica, la segunda ontológica. No son preguntas baladíes, y, sí de perenne actualidad. En el presente artículo, se pretende hacer un análisis crítico de ambas realidades. No se trata de dar recetas, ni mucho menos. Miente quien trate de dar una respuesta cerrada a las múltiples preguntas ontológicas acerca de la muerte y el “silencio” de Dios, que el ser humano se plantea.

Palabras clave: Silencio de Dios, muerte, resurrección, pandemia, existencia


Abstract: 

There are two key questions that humans often ask themselves. One ¿Where is your God? And another, ¿why do good people die? The first of a biblical-theological nature, the second ontological. They are not trivial questions, and they are perennially topical. In this article, it is intended to make a critical analysis of both realities. It is not about giving recipes, far from it. Lies who tries to give a closed answer to the multiple ontological questions about death and the "silence" of God, that the human being asks himself.

Keywords: Silence of God, death, resurrection, pandemic, existence


Introducción

La enfermedad y, su posterior desenlace en la muerte, en la antigüedad, se relacionaba con la transgresión de las Leyes divinas. En gran parte de la literatura Vetero y Neotestamentaria así lo podemos encontrar. Esto cambió con el inicio de la misión profética de Ezequiel. Cada uno es responsable de sus actos y debe asumir las consecuencias de estos. Y menos, de un castigo por parte de Dios. Pues ya no depende del resultado de pecados cometidos en el pasado por sus progenitores (Jer 31, 29-30). No obstante, la pregunta que le hacían al creyente "¿dónde está tu Dios?" (Sal 42, 3), y, aunque el hombre tiene sus proyectos, Yahvé, la última palabra; refleja el sentir que, a través de los tiempos, aún podía ser formulada. Lo mismo comenta Job, 23, 9-10: "lo busco al norte y no aparece, en el sur se esconde y no lo veo". No es contraproducente cuestionarse su fe, es más, es conditio sine quanon, pues la fe, como la vida del sujeto, es un proceso y, como tal, constantemente se debe ir contrastando con los acontecimientos de la propia vida. San Agustín en el Libro IX, I, 1, de sus Confesiones, lo expresa así: “¿Quién fui yo y qué tal fui? ¡Qué no hubo de malo en mis obras, o si no en mis obras, en mis palabras, o si no en mis palabras, en mis deseos! Pero tú, Señor, te mostraste bueno y misericordioso, poniendo los ojos en la profundidad de mi muerte y agotando con tu diestra el abismo de corrupción del fondo de mi alma. Todo ello consistía en no querer lo que yo quería y en querer lo que tú querías”. Porque el sujeto es un ser inconcluso. ¿Acaso no es esto lo que experimentó el pueblo de Israel mientras era guiado por la Mano de Dios, por la vara de Moisés, mientras peregrinaba por el desierto? ¿No es esto lo que quiere Jesús de sus seguidores cuando les pide llevar a la práctica sus enseñanzas? (Mt7, 24-27). De todas maneras, la Biblia se escribió, para fortalecer la fe del creyente, aun cuando presente estadísticas, temas de agricultura, curaciones. Sin embargo, no pretende esa finalidad, sino más bien, fortalecer la fe del creyente. En definitiva, como dice Agamben, "la obra de la creación es, en verdad, sólo una chispa que se ha desprendido de la obra profética de la salvación, y la obra de la salvación, sólo un fragmento de la creación angélica que se ha vuelto consciente de sí" (Agamben, 2011. 1ª edic.).

I. Fundamentación bíblica de la muerte y la resurrección

En el libro del Génesis encontramos, aunque no por primera vez, pues hay similitudes con mitos sumerios, el tema acerca de la muerte. Para los egipcios, la muerte, era una interrupción de su vida terrena, algo así parecido se creía desde los pueblos originarios mesoamericanos. Para los griegos, morir, era regresar al caos de donde uno se había originado. En Gen 3, 3-5 narra el debate entre la serpiente y la mujer ¿Qué pretendía el autor sagrado con la confrontación acerca del tema de la muerte entre la mujer y la serpiente, y no entre el hombre y ésta última? ¿Acaso Adán y Eva no se dieron cuenta, antes de la transgresión, que estaban desnudos? ¿Qué significa que ellos ‘estaban desnudos’? 

En el Antiguo Testamento, la muerte se relacionaba con la transgresión de las leyes divinas, pero la literatura sapiencial como "un plazo fijo a sus días contados" (Eclo. 17, 2), porque Dios "guía sus pasos" (Prov 16, 9); además Dios no ha introducido la muerte, ni se alegra con la destrucción de los vivientes (Sb 1, 13). Así se puede encontrar en el Antiguo Testamento. En el proto Isaías, 26, 19, dice: "Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán, despertarán y darán gritos de júbilo los moradores del polvo; porque rocío luminoso es tu rocío, y la tierra echará de su seno las sombras". En Ezequiel, 37, 10, Dios por medio de la predicación del profeta de dar vida a los huesos secos. El Espíritu, es decir el ruaj, de los cuatro vientos, es el mismo que entró por la nariz del primer hombre dándole existencia, según nos narra en el libro del Génesis. Una de las icónicas narraciones está en 2ª Macabeos, 7, que hace referencia al suplicio que padecen los siete hermanos, consolados por su madre, que les motiva a creer. Les decía: “Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas, ni fui yo quien les regaló el espíritu y la vida, ni tampoco organicé los elementos de cada uno. Pues así el Creador del mundo, el que modeló al hombre en su nacimiento y proyectó el origen de todas las cosas, les devolverá el espíritu y la vida con misericordia, porque ahora no miran por ustedes mismos por amor a sus leyes” (2ª Mac 7, 22-23). Por tanto, para la tradición Israelita, no suele sentir miedo hacia la muerte (Tamayo-Acosta, 1993, pág. 95). Este es un texto programático, entre otros del Antiguo Testamento, que se tienen como una referencia a la resurrección.

En el Antiguo Testamento el término hebreo “rehamîm” que significa “misericordia”, más concretamente, “vísceras” en sentido figurado y expresa un sentimiento íntimo, profundo y amoroso que une a dos personas. Incluso, se relaciona particularmente con el vientre. Así, la palabra hebrea betén, se utiliza para denotar la región del abdomen (Jue 3:21, 22; Prov 13:25), y, además, se emplea varias veces para referirse al estado de gestación. (Gé 25:23, 24; Job 1:21; Sal 127:3; Ec 11:5; Isa 44:2; Os 9:11.). Por eso, la analogía de Adamá, es decir, el hombre sacado de la tierra, y a ella regresa, lo expresa el salmista (Sal 104, 29): “sí escondes tu rostro, desaparecen (lehipater), les retiras tu soplo (ruaj) y expiran (lehipater), y retornan al polvo (aphar) que son”. El segundo término es “hesed” que es sinónimo al anterior término “rehamim”. También, existen las palabras “sonhanan” que manifiesta “mostrar gracia, ser clemente”, “hamal” que expresa “compadecer, perdonar” y, por último, “hus” que significa “conmoverse, sentir piedad”. Traducida al griego koiné será splanjná. La simbiosis entre lo más íntimo con la tierra queda de manifiesto en cada expresión de cercanía. Luego, entonces, ¿por qué los textos bíblicos relacionan la misericordia que siente Dios con su pueblo y la obra creadora? ¿Y qué tiene que ver con el tema de la Alianza? Al parecer mucho, o al menos, eso es lo que el profeta Nehemías, le recuerda a Dios: "Pero acuérdate de la palabra que confiaste a Moisés, tu siervo: ‘Si ustedes son infieles, yo los dispersaré entre los pueblos; pero si, volviéndose a mí, guardan mis mandamientos y los ponen en práctica, aunque sus desterrados estuvieren en los confines de los cielos, yo los reuniré de allí y los conduciré de nuevo al Lugar que he elegido para morada de mi Nombre’". (Ne 1, 8-10). Por tanto, la línea delgada que separará la muerte de la vida será la fidelidad de cada sujeto a la Alianza con Dios, pero ésta en relación con el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal y no en un cúmulo de preceptos que ahogaban la libertad, es decir, la inmortalidad en el proyecto de su felicidad. En fin, la conciencia de hacer una buena elección. La vida, la libertad y la ciencia no pueden estar sometidas, aherrojadas, porque son contingentes, es decir, van experimentando procesos junto con cada sujeto; no son estáticas, sino susceptibles a todo cambio. De lo contrario, sería la negación del mismo sujeto que se va construyendo en el diario vivir. Por tanto, hay una dínamis que les impulsa a seguir llenando las expectativas en su proyecto vital. Es el concepto metafísico aristotélico del ‘motor inmóvil’ y que Santo Tomás de Aquino, en su Summa Theologiae, Parte 1a, cuestión 2, Artículo 3; identificará a este ‘motor inmóvil’ con Dios.

La incomprensión de la gente que, desde la reflexión del salmista, expresa: "Dice en su corazón el insensato: «¡No hay Dios!» Corrompidos están, de conducta abominable, no hay quien haga el bien." (sal 14, 1-12)


II. Imagen de la muerte en la reflexión teológica

Para la moderna reflexión teológica ¿cómo se interpreta la transgresión de los primeros ‘padres’? ¿Será, como se oye decir que, por ser libres ambos pecaron? Si es así, entonces la libertad es perversa. El libro del Génesis dice que cuando Adam y Eva comieron del fruto del árbol prohibido, se les abrieron los ojos y, vieron que estaban desnudos (Gen 3, 6-7). ¿Qué quiere decir con que estaban desnudos? ¿Antes no se habían percatado de ello? Posiblemente la desnudez, es expresión de libertad; y, ésta la libertad, como conciencia. No dejemos de recordar que la conciencia es intencional.  Para la reflexión teológica la muerte está relacionada con el pecado y, como dice el Concilio Vat II, "el pecado empequeñece al hombre, alejándole de la consecución de su propia plenitud" (GS 13). La muerte no es el final del camino, es entrar en el descanso de Dios (Von Rad, 1982, pág. 100). Desemboca en la Resurrección. San Pablo, en su carta a los Romanos, 5.

III. La muerte desde la tradición filosófica

Para los filósofos griegos la muerte es el encuentro con seres que ya han fallecido. Idea ésta que ya podemos encontrar en la creencia egipcia, como ya queda escirto. Sócrates no tiene miedo a morir por sus claras convicciones, porque interpreta la muerte como una continuación de la vida contrapuesta a la existencia, de tal manera que: “si la parte mejor del alma es la más fuerte y los lleva a una vida ordenada según los preceptos de la filosofía, pasan aquí sus días en la unión y la ventura; dueños de sí mismos, viven honradamente, porque dominaron lo que en su espíritu les encaminaba al vicio, y dieron libre desarrollo a lo que en él hace nacer la virtud. Libres de todo fardo pesado, y dotados de alas, cuando mueren, salen vencedores de uno los tres combates que pueden llamarse verdaderamente olímpicos.” (Platón, 2010. 2ª edic., pág. 149). Para Friedrich Nietzsche, conocedor de la creencia en el eterno retorno por parte de los caldeos y los fenicios, la muerte, más que un fracaso es una fiesta, es vencer el pesimismo como lo hace Zaratustra cada día. (Nietzsche, 2016. 1ª reimpr. Obras Maestras, pág. 149). Así también, según Baquedano, para Mailänder, la muerte es liberación: “El hombre actúa en consonancia con la naturaleza de su voluntad, su carácter es innato, pero pueden existir pequeños cambios. El mayor de ellos ocurre cuando se toma conciencia de la voluntad de morir como medio para alcanzar la liberación a través de la muerte” (Mailänder, 2011. 1ª edic. Traduc. Sandra Baquedano, pág. 31).

La muerte desde el pensamiento filosófico de Heidegger es hacernos conscientes de que la vida tiene un final. Filósofos posteriores le identificaron como existencialista porque, precisamente, analizaba la existencia del ser, identificándolo con la noción filosófica de dasein, que Jasper y Hegel ya habían usado. No obstante, Heidegger, lo enfoca desde el sentido propio del ser. ¿Es la nada generadora del ser? ¿Ontológicamente será la muerte la aniquilación del ser o de la existencia del ser?

VI. ¿Cómo enfocar el análisis del tema?

Es de desear que, al pasar esta situación de pandemia, sería importante dedicar una catequesis en la que sepa combinar la ausencia de los signos con la presencia de los signos. Igual que cuando Dios le dijo a Noé:

"Establezco mi alianza con ustedes, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio (pandemia), ni habrá más diluvio (pandemia) para destruir la tierra.» Dijo Dios: «Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y ustedes y toda alma viviente que los acompaña: Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. Cuando yo anuble de nubes la tierra, entonces se verá el arco en las nubes, y me acordaré de la alianza que media entre yo y ustedes y toda alma viviente, toda carne, y no habrá más aguas diluviales para exterminar toda carne. Pues en cuanto esté el arco en las nubes, yo lo veré para recordar la alianza perpetua entre Dios y toda alma viviente, toda carne que existe sobre la tierra.» Y dijo Dios a Noé: «Esta es la señal de la alianza que he establecido entre yo y toda carne que existe sobre la tierra.»" (Gen 9, 1-12).

En relación con las múltiples señales de los tiempos, el Papa Francisco nos previene que: “Pasada la crisis sanitaria, la peor reacción sería la de caer aún más en una fiebre consumista y en nuevas formas de autopreservación egoísta. Ojalá que al final ya no estén “los otros”, sino sólo un “nosotros”. Ojalá no se trate de otro episodio severo de la historia del que no hayamos sido capaces de aprender. Ojalá no nos olvidemos de los ancianos que murieron por falta de respiradores, en parte como resultado de sistemas de salud desmantelados año tras año. Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos y nos debemos los unos a los otros, para que la humanidad renazca con todos los rostros, todas las manos y todas las voces, más allá de las fronteras que hemos creado” (Papa Francisco  2020).

Conclusión

Más de una vez habremos escuchado que, “al nacer, ya tenemos una fecha de muerte”. Este dicho de la sabiduría popular no es más que una realidad de la que ningún viviente escapa. Según sea la cultura a la cual uno pertenezca, celebrará la vida o celebrará la muerte. Hemos tenido un acercamiento al estudio de la muerte, sin profundizar en ello; evitando herir susceptibilidades. Pero, sí desde un análisis crítico de esta realidad.

No es fácil escribir de la muerte, no obstante, es ineluctable hablar de ella si no se mantiene la esperanza de que todo esto, la humanidad que, a través de la historia lo ha demostrado, lo superará. ¿Quién no se ha compungido al saber que uno de sus amigos o algún familiar ha perdido la vida por haberse contagiado por Covid-19? ¿Quién no se ha rebelado contra Dios, contra la vida al perder a un familiar muy cercano, incluso auto culpándose?

Se ha hecho un análisis bíblico-teológico y ontológico, sin caer en el simplismo de decir que “ya todo se superará y de que hay que dejar de llorar”. Ante esta situación cabría preguntarse junto con Nietzsche, en su sentencia nº 40: “¿Eres de los que se quedan mirando, o de los que echan una mano, o de los que apartan la vista y se marginan?” (Nietzsche F. , 2008).


Referencias bibliográficas

A.A.V.V. (2017). Biblia de Jerusalén. Bilbao, España: Desclée De Brouwer.

Agamben, G. (2011. 1ª edic.). Desnudez. Buenos Aires. Argentina: Adriana Hidalgo .

Godínez, H. S. (2014. 1ª edic.). El suicidio de Dios. La apología del exterminio humano en Philipp Mailänder. En H. S. (Coordinador), Analogía alternantes de la nada. Ejercicios filosóficos sobre el vacío (págs. 51-76). México D.F.: Plaza y Valdés.

Mailänder, P. (2011. 1ª edic. Traduc. Sandra Baquedano). Filosofía de la Redención. Antología. Santiago. Chile: Fondo de Cultura Económica.

Niemeyer, C. (2012. ). Diccionario Nietzsche. Conceptos, obras, influencias y lugares. Madrid. España: Biblioteca Nueva.

Nietzsche, F. (2008). Ocaso de los ídolos. Sentencias y dardos. Madrid, España: Mestas.

Nietzsche, F. (2016. 1ª reimpr. Obras Maestras). Así hablaba Zaratustra. México: Editores Mexicanos Unidos, S.A.

Papa Francisco (2020). Carta Encíclica Frtaelli Tutti. Guatemala: Ediciones San Pablo.

Platón. (2010. 2ª edic.). Fedro. Madrid, España: Mestas Ediciones.

Tamayo-Acosta, J. J. (1993). Para comprender la Escatología Cristiana. Estella, Navarra, España: Editorial Verbo Divino.

Thomas, L.-V. (1983. 1ª edic. en español). Antropología de la muerte. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.

Von Rad, G. (1982). Estudios sobre el Antiguo Testamento. Salamanca, España: Sígueme. Serie: Biblioteca de Estudios Bíblicos.

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