RATIONALE FOR PHILOSOPHY
Luis Enrique Alvizuri
Publicista, ensayista y cantautor
Correo-e: luisalvizuri@yahoo.com
Resumen
Unos de los
grandes problemas de la filosofía ha sido el poder definirla debido a las
muchas maneras como ha sido abordada y a sus numerosos objetos de estudio. En
ello no se han puesto de acuerdo nunca los autores. A eso se le suma el hecho
que cada época requiere de un determinado tipo de filosofar que se adapte a
ella, por lo que la filosofía suele cambiar constantemente de finalidad.
Igualmente, en tiempos de transformación profunda, como cuando una civilización
pierde su hegemonía, la filosofía nuevamente se enfoca de un modo distinto,
dependiendo de las culturas que resurjan como resultado de dicha situación.
Ante ello solo queda intentar abrir una mirada más amplia hacia todas las
civilizaciones, no centrándose únicamente en Occidente y, a partir de ello,
buscar una forma de entenderla pero que sea universal, que abarque todo el
espectro humano de todos los tiempos y sociedades.
Palabras clave: Civilización,
culturas, objetivo, cambio, hegemonía, decadencia, angustia.
Abstract
One of the
great problems of philosophy has been being able to define it due to the many
ways in which it has been approached and its numerous objects of study. The
authors have never agreed on this. Added to this is the fact that each era
requires a certain type of philosophizing that adapts to it, which is why
philosophy tends to constantly change its purpose. Likewise, in times of
profound transformation, such as when a civilization loses its hegemony,
philosophy again focuses in a different way, depending on the cultures that
reemerge as a result of said situation. Given this, the only thing left to do
is try to open a broader view towards all civilizations, not focusing only on
the West and, from this, look for a way to understand it that is universal,
that covers the entire human spectrum of all times and societies.
Keywords: Civilization, cultures, objective, change, hegemony, decadence, anguish.
Metafilosofía
Hoy llaman
metafilosofía al estudio acerca de qué es la filosofía. Obviamente que a un
lego en la materia esto le resultará muy extraño, pues es como preguntar a qué
se dedica la física, la química o la medicina. Sin embargo, en las ciencias
sociales esta duda es muy común puesto que, cuando se trata de abordar al ser
humano y no a la materia que nos rodea, las cosas siempre se complican. Un
ejemplo claro lo tenemos en la psicología, en la cual se distinguen claramente
dos formas de interpretarla a las que se denominan psicoanálisis (la versión
creada por Sigmund Freud) y psicología científica, que viene a ser una suma de
varias especialidades de investigación de la conducta humana como la biología,
la medicina y, más recientemente, la neurología.
Para
saber qué es la filosofía la mayoría se inclina por recurrir a los muchos
diccionarios de la especialidad que abundan por todas partes y a los que se
puede acceder fácilmente por Internet. Pero, a pesar de la abundante (y ahora
sobreabundante diríamos) información y conceptos, el asunto se vuelve a
replantear una y otra vez. No solo porque cada uno de los filósofos —pues todos
los más connotados empezaron justamente por ahí— intentan definirla a su manera
(basta con apelar a Platón y Aristóteles para comprobarlo), sino porque los
diversos cambios de época y de culturas así lo exigen. No es lo mismo hablar de
filosofía en la antigua Grecia que en la Edad Media europea, como tampoco en el
Renacimiento, la Ilustración y, más recientemente, en la modernidad
contemporánea.
Lo
mismo sucede en cuanto a nacionalidades se refiere, pues tenemos diferencias
más que notorias entre pensadores ingleses, franceses, italianos, rusos y
alemanes, aparte de aquellos que provienen de ámbitos no occidentales. Al
conocer sus obras las distinciones son tan grandes que se terminan formando
“escuelas” que se basan en sus propios postulados, negando al mismo tiempo los
de las otras. A esta confusión le podemos agregar otro elemento adicional: las
universidades, las cuales, como método de estudio, dividen la filosofía en
numerosas partes, especializando cada una a la manera de cómo lo hace la
medicina, de tal modo que ya no se puede hablar de “la” filosofía sino de cada
una de sus ramas (filosofía estética, ética, política, de la historia, de la
religión, además de la epistemología y muchas más).
Tomando
en cuenta lo expuesto, que es apenas un resumen de la complejidad de la
filosofía en sí, y sin considerar los problemas que aborda y desde qué ópticas,
se puede decir que resulta sumamente complicado llegar a una sola y única
definición de qué es la filosofía y, por ende, qué estudia o a qué se dedica y,
por consecuencia, cuál sería su utilidad real. En líneas generales se podría
intentar comprenderla mediante uno de sus sinónimos, la especulación, que
vendría a ser la actividad de pensar (observar, analizar, sopesar, comparar,
calcular, etc.) para finalmente llegar a una conclusión y proceder a actuar.
Pero eso tampoco abarca todo puesto que quedarían pendientes muchos de sus
temas principales como Dios, el amor, el bien y el mal, etc. que, en la mayoría
de los casos, no se pueden plantear siguiendo la pauta de un pensar común y
corriente.
Cambios actuales
De modo que la
pregunta inicial, qué es la filosofía, nos lleva al callejón sin salida de
tener que aceptar, hidalgamente, que su respuesta será necesariamente ambigua.
A esto podemos agregar un aspecto adicional que es de reciente data: la
decadencia de Occidente. Y es que, querámoslo o no, toda esta discusión tiene
un envoltorio, se encuentra dentro de un paquete delimitado que se llama la
civilización occidental, una pecera en la cual vivimos y navegamos y donde todo
tiene un origen y una explicación siempre y cuando no se salga de ella. Durante
la hegemonía de Occidente, en estos recientes cinco siglos, la vida humana ha
sido vista y juzgada mediante el prisma de dicha sociedad y cultura, cosa que a
la mayoría nos ha parecido que era todo lo posible de hacerse. Pero, como suele
suceder, la declinación de una civilización cierra unas puertas y abre otras no
imaginadas.
Y
eso es lo que está ocurriendo en estos momentos, por lo menos en su fase
inicial: que el imperio que ha establecido Occidente sobre el resto de
civilizaciones y culturas se está agrietando y debilitando, dejando que
ingresen por las rendijas viejas y olvidadas sociedades humanas que habían sido
eliminadas de la cultura “oficial” y relegadas a la desaparición o a convivir,
pero en calidad de sometidas, esclavizadas y forzadas a occidentalizarse. Y a
la par que Occidente se debilita, resurge el deseo de libertad en todas ellas,
y esa libertad viene aparejada también con todo su bagaje cultural que, en la
mayoría de los casos, es mucho más antiguo y milenario que la propia cultura
occidental. Esto hace que la energía que se pone en el esfuerzo por renacer
tenga un sustento sumamente sólido.
Dicho
de otra manera, no solo se está cuestionando la validez de la dominación
política de una civilización, Occidente, sobre las demás sino también sus
elementos constituyentes como son su cultura, sus valores, sus creencias,
religiones y cosmovisión en general. Y es que la dominación no es solo un
proceso que sirve para la extracción de recursos naturales sino que incluye uno
de culturización de los pueblos sometidos para que sean incorporados como parte
de la cultura dominante, cosa que muy rara vez se produce debido a la
resistencia férrea que las culturas sometidas ofrecen. Dentro de esta rebelión,
de ese contexto cultural resurgente, se incluye también a la filosofía, con el
argumento de que esta es una característica propiamente humana y no algo
exclusivamente occidental (es decir, se niega que sea un invento de los
griegos, como sí lo sería en el caso de una máquina o un método de acción).
De
ser esto es así, si la filosofía no solo es vista ahora como una prerrogativa
única y distintiva de Occidente, habría que abrir el abanico de definiciones
hacia todos los frentes y civilizaciones para indagar de qué manera esta se ha
manifestado en ellas y con qué peculiaridades. Eso nos vuelve nuevamente al
problema de encontrar una enunciación única que abarque también las variedades
que se dan en todas partes del planeta. De plano habría que descartar aquí la
simplista idea de que por llamarse “filosofía”, vocablo griego, entonces su
naturaleza es griega, puesto que tendríamos que aplicar el mismo criterio con
todas las otras palabras como arquitectura, poesía, medicina, navegación y un
interminable etcétera de conceptos grecolatinos los cuales tampoco, siguiendo
esta lógica, se habrían dado en ninguna otra cultura. Lo natural es que el
filosofar se haya denominado de otra manera en cada espacio y tiempo donde se
ha desarrollado la humanidad, con sus propias características.
Por qué se dice
que solo hay filosofía en Occidente
¿Por qué estamos
de acuerdo en que la arquitectura o la poesía sí pueden encontrarse en todas
partes y no podemos aceptar lo mismo con la filosofía? Teóricamente deberíamos
hacerlo, tal como lo pasa con la religión, que es igualmente complicada dada la
multiplicidad de variantes que en ella se dan. Entonces, ¿dónde está el escollo
que nos impide llegar a dicho consenso y reconocer que la filosofía es un
fenómeno universal? Ensayando una respuesta, todo pareciera indicar que se
encontraría en el plano de la susceptibilidad que ella despierta en el sentido
que se considera que es la forma más elevada y sublime de pensar, algo que
incluso requiere de una cuota de inspiración que va más allá del simple método
y que exige condiciones especiales más una inspiración innata.
Y
es que, por lo visto, tal actividad solo la pueden realizar cierta clase de
personas con determinados atributos y una formación adecuada, cosa que no puede
ser de índole masiva. Es decir, los filósofos, en toda sociedad, son
necesariamente muy pocos debido a las muchas cualidades que deben juntarse en
un solo individuo. Algo similar a lo que sucede con ciertas artes como la
música o la literatura, donde los que realmente destacan suelen ser unos
cuantos, siendo los demás solo seguidores. Utilizando un ejemplo, los filósofos
que se dieron en la era de oro de Grecia no son tantos como para no poder
mencionarlos de memoria y en poco tiempo. Todos los demás han sido sus
discípulos, recopiladores e intérpretes de sus pensamientos. Ello significa
que, desaparecer o eliminar de una cultura a sus filósofos y luego decir que
“estos nunca han existido”, es sumamente sencillo puesto que a todos se los
puede reunir en un pequeño salón y exterminarlos para que, con ello,
desaparezcan sus principales gestores y pensadores.
Lo
que estoy tratando de decir es que la filosofía es un desempeño alturado y muy
importante para el desarrollo de los pueblos, por esa razón anular a los
filósofos de las culturas avasalladas resulta crucial para una sociedad que
desea controlarlas. Negarles a tales pueblos la capacidad de hacer filosofía, o
lo que sea como la hayan denominado, es primordial para unificar en un solo
criterio aquello que se llama la verdad. Para visualizarlo mejor, es el mismo
argumento que utilizan los predicadores de religiones cuando se encuentran ante
sociedades que consideran “herejes” o que “desconocen la verdad”, siendo que lo
primero que hacen es eliminar por completo sus dioses “falsos” para afirmar que
estos “nunca han existido y tampoco eran dioses”. Occidente, en su etapa de
dominio planetario, se irrogó el derecho a poseer la filosofía “verdadera” para
evitar que otro tipo de pensamiento superior y elaborado pudiese cuestionar y
amenazar la legitimidad del suyo y de su prevalencia.
Qué sería
entonces la filosofía
Pero con esto
solo he explicado por qué Occidente se convirtió en el único que podía definir
y desarrollar la filosofía, pero eso no expone su objetivo. Para ello
tendríamos que elevar más la mirada e intentar hacerla lo más universal posible
con el fin de extraerla de la demarcación occidental y ubicarla en todas
partes, allí donde exista algún ser humano y una sociedad. De ser así, y aclaro
que con esto solo hago una propuesta sin afirmar que así lo sea, la filosofía
no sería otra cosa que un aspecto particular del ser humano que va más allá del
simple pensar o calcular, y que tiene que ver con sus principales dudas e
inquietudes acerca de nuestra especie. O sea, es el esfuerzo por explicarnos
nuestros orígenes y razón de ser, con lo que caemos inevitablemente en la
conocida frase de “quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos”.
Ciertamente,
esta es una interrogante de lo más simple y común, pero que resume
brillantemente la esencia de aquello que motiva al ser humano a reflexionar
sobre dichos temas. En pocas palabras, filosofar sería el intentar explicarnos
a nosotros mismos la verdad sobre nuestro ser, el por qué vivimos y, sobre
todo, por qué tenemos que seguir haciéndolo a pesar de todo. Esto
inevitablemente producirá un estado de angustia en cualquiera, al punto que el
consuelo más común de la gente es decir “no piense usted en eso” cuando algo
nos preocupa. Pero justamente pensar en eso y angustiarse, y a veces en
extremo, es lo que hacen los filósofos y no lo pueden evitar porque está
inconscientemente en ellos. Quien es filósofo es como aquel que es músico o
bailarín: le es imposible ignorar y negarse a efectuar dichas acciones pues le
nacen espontáneamente.
Si
esto es así, como lo estoy suponiendo, la filosofía tendría un tema principal y
específico: la angustia humana con respecto a su existencia, y tratar de
aminorarla encontrando su respuesta o algún paliativo a ella sería su principal
tarea. Entiendo que muchos en Occidente aún piensan que es la búsqueda de la
verdad, y con ello involucran a la ciencia, pero eso en realidad es demasiado
genérico, abre mucho el panorama y se presta a todo tipo de especulaciones
puesto que en todas ellas hay una verdad que buscar. Y además no se trata de
buscar la verdad así no más sino de aclarar que esa verdad tiene que ver
únicamente con nuestra esencia de humanos, de aquello que nos diferencia de
todos los seres vivos de la naturaleza (puesto que si todos ellos se vistieran
y organizaran como nosotros entonces sería una característica típica de todos
los seres vivos, cosa que no lo es). La verdad de la filosofía no es la misma
verdad que la de la naturaleza.
Pero ¿sirve para
algo el filosofar?
Ahora bien, y la
filosofía ¿para qué sirve? La gente común y corriente suele hacerse esta
pregunta desde siempre y tienen razón: nunca ven a los filósofos tomando en sus
manos una herramienta o ganarse la vida con alguna profesión. Siempre están
“haciendo nada”, mirando las estrellas o algún pergamino, tablilla o libro.
Pero, contrariamente, quienes tienen el poder, o sea los líderes, no piensan
así. Para ellos esos filósofos resultan siempre indispensables pues son la raíz
de todo lo que en la sociedad existe debido a que sus ideas alimentan y
sustentan las verdades y conocimientos que esta asume como referentes para
subsistir. Es decir, la auténtica labor del filósofo, en todos los tiempos,
culturas y lugares, es proporcionarles a sus pueblos los insumos básicos sobre
qué se debe y qué no se debe creer acerca de la vida que todos llevamos.
En
algunos casos esto coincide con el desempeño del sacerdote, pero muy rara vez
puesto que el ejercicio de la religión está basado principalmente en la
ritualidad, en seguir una norma o costumbre al pie de la letra para mantener la
coherencia en una determinada fe. Pocas veces los religiosos se interesan en
salirse de su entorno de creencias para pensar fuera de dicho marco. Y en casi
todos los casos, cuando lo hacen, es para reafirmar aquello en lo que creen y
no para negarlo o cuestionarlo.
La filosofía hoy
Ahora bien, si
nos trasladamos al mundo actual, en una etapa en la que la unipolaridad
occidental está dejando de serlo para transformarse en multipolaridad (con la
resurgencia de numerosas culturas como la china, la india, las americanas y
muchas otras africanas) es inevitable pensar que dicho proceso de cambio ya
debe estar siendo conducido por filósofos que se desempeñan en las sombras,
invisibles a los reflectores de los medios de comunicación dominantes. Estos
medios están más bien concentrados en la defensa de Occidente, como es el caso
de la difusión que hacen del conocido y popular Yuval Harari, un pensador
israelí convocado a cuanto evento internacional importante se dé y donde se
reúnen los hombres más ricos y poderosos del planeta. No cabe duda que él, y
alguno otro, le están diciendo a su sociedad qué es lo que deben hacer para
evitar, o por lo menos aletargar, la situación de decadencia que les preocupa
grandemente.
Pero
así como Harari cumple con esta misión igualmente deben estar haciéndolo los
filósofos no occidentales quienes probablemente les están dando a sus
sociedades un discurso completamente contrario y donde el objetivo no es salvar
el predominio de Occidente sino más bien todo lo contrario: cómo apresurar su
caída para que sus pueblos sean capaces de retomar el camino de desarrollo
interrumpido por dicha civilización; y es posible que lo estén realizando
mediante los insumos de sus propias culturas, sus propios conocimientos y
sabidurías y no necesariamente empleando las occidentales, puesto que hacerlo
sería caer nuevamente en su lógica y sentido y eso es precisamente lo que no se
quiere.
Estos
filósofos no occidentales (o anti occidentales en la práctica) no desconocen la
importancia de la ciencia actual ni de la de siempre, sino que no la ensalzan
ni le atribuyen las virtudes que Occidente le da, ya que esta ha nacido y
crecido orientada exclusivamente a satisfacer la sociedad de mercado y depende
por completo de ella, de sus metas y necesidades. La ciencia que los filósofos
renacientes deben estar postulando debe ser una que apunte a que esta se someta
o represente los intereses de sus sociedades reprimidas y aplastadas por las
invasiones y la explotación de parte de Occidente, tal como lo estaban hasta
antes de dicho suceso. Una sociedad no moderna y no mercantilista, obviamente,
no tendrá mayor necesidad de desarrollar la ciencia contemporánea cuyos
principales fines se emplean para la guerra y la destrucción del prójimo y la
naturaleza.
Para
terminar, diré que una forma milenaria de cómo se perpetúan los curanderos en
las sociedades no occidentales es mediante la selección y educación
personalizada del discípulo por parte del maestro. Esta es, en mi opinión, la
manera correcta de transmitir los dones, conocimientos y métodos propios del
filosofar en vista que siempre serán muy pocas personas quienes estén
preparadas y capacitadas para ello, en número tan reducido que, para centros de
enseñanza tan amplios como las universidades, resultará insuficiente como para
interesarles. Los grandes filósofos de la historia, así como los profetas y
fundadores de religiones, son individuos que emergen producto de circunstancias
muy particulares y peculiares, por lo que es preferible darles la mayor
libertad posible para que sean lo que son en vez de tratar de forzarlos a
convertirse en pedagogos o empleados de algún sistema productivo determinado.
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