lunes, 18 de noviembre de 2024

Mills, Jon (2022). Inventando a Dios. Psicología de la creencia y el auge de la espiritualidad secular. Lima: Ediciones de Filosofía Aplicada, 363 págs.

Dante Bobadilla Ramírez, es Doctor en Psicología por la Universidad de San Martín de Porres y autor del libro Psicología y Religión: Las creencias religiosas vistas desde la psicología cognitiva (Bogotá: Biblomedia, 2018).

 


Como psicólogo siempre pensé que la psicología era la ciencia destinada a explicar el fenómeno religioso, tanto la conducta religiosa como también el escenario ideológico de las creencias que sostienen a las religiones. Durante mucho tiempo estuve decepcionado de la psicología por no haber asumido esa responsabilidad a plenitud y profundidad, siendo la disciplina que estudia al ser humano en su calidad de fenómeno cognitivo y cultural. La mayoría de libros de psicología que abordan la religión no han hecho más que convertirse en damas de compañía de la teología justificando la espiritualidad. En cierto momento, yo mismo me sentí en la obligación de emprender una explicación cabal de la religiosidad y el origen de estas creencias, por lo que escribí un ensayo que acabó publicado en forma de libro electrónico bajo el título “Psicología de la religión” (Bibliomedia, 2018). No obstante, un día Manuel Abraham Paz y Miño me presentó el libro de Jon Mills “Inventando a Dios” y por fin pude leer una explicación psicológica del fenómeno religioso.

Debo decir que Jon Mills logra una explicación fluida y apegada a la ciencia acerca de la creencia en un dios. Lo hace con claridad tal que me complace ver en sus líneas una ordenada exposición de las tesis que yo mismo venía madurando de modo un tanto aleatorio. Desde el inicio, Mills adopta una postura comprensiva frente a los creyentes reconociendo que son parte importante del diálogo. No los censura ni los condena. Entiende que hay una necesidad humana de creer en un dios y eso le parece respetable. Advierte que no pretende debatir con teólogos ni agotar el debate sobre Dios. En palabras de Mills, su objetivo es “abordar la lucha que la psique humana tiene en su propio proceso de llegar a ser”. De este modo, Mills quiere apartarse de otros famosos autores militantes del ateísmo que vociferan contra las religiones, tales como Dennet, Dawkins, Hitchens, etc. Me parece que Mills adopta una postura más bien conciliadora con la religión.

Es interesante la distinción que plantea Mills entre Dios y religión, reduciendo la primera a una crítica a los postulados metafísicos de las creencias y la otra, como formas complejas de prácticas sociales y comunitarias. Es decir, por un lado, tenemos la sola idea de Dios y, por el otro, la conducta religiosa que, obviamente, se sustenta en el culto a ese Dios y a su “palabra”, es decir, lo que se entiende como “sagradas escrituras”. Desde mi punto de vista todo es una misma cosa. No obstante, lo que Mills pretende es exponer “las disposiciones psicológicas subyacentes y los conflictos inconscientes” que expliquen por qué los seres humanos tienen la necesidad de inventar un dios. En este sentido, plantea Mills que, por su parte, la religión gobierna la vida social humana y la relación con los demás. Considera que la religión refleja toda una serie de factores comunitarios históricamente contextualizados y sociológicamente integrados como una forma de ser y estar en el mundo. No deja de ser algo contradictorio que se pretenda desvirtuar la existencia real de Dios y al mismo tiempo se defiendan las religiones como estructuras sociales que tendrían algunos valores y beneficios para la vida comunitaria. Al menos, como yo lo veo, esto es contradictorio. Si bien podría ser cierto que las religiones aportan factores positivos a la vida comunitaria (no siempre lo es, pues hay religiones y sectas de fe abiertamente peligrosas que someten a sus seguidores a cultos aberrantes, y algunas hasta pretenden extender sus creencias por el mundo como un mandato divino para imponer lo que creen que es “la ley de Dios”), no obstante, como ya dije, las religiones giran en torno a la idea central de Dios y están básicamente referidas a esa idea. ¿Cómo se las puede desligar? Creo que no se puede defender a la religión atacando el eje central de las religiones. Hay un punto claramente contradictorio en este libro.

Sugiere Mills que este tipo de estructuras sociales (las religiones) pueden existir sin un vínculo estrecho y condicionado a las creencias en un ser superior, pero no ha mencionado una sola religión que haga esto, salvo movimientos espirituales no teístas. En todo caso, sostiene que la pregunta sobre Dios es de una naturaleza muy diferente a lo que se puede decir sobre la religión, por lo tanto, advierte que se enfocará en el postulado sobre Dios como una cuestión separada de la institución religiosa, lo cual es un primer lado flojo en su perspectiva. Si algo ha generado la idea de Dios son precisamente religiones. Si hay algo a lo que podemos responsabilizar por la extensión de la creencia de un dios en particular es precisamente a las religiones, dado que son ellas las que se encargan del activismo y del adoctrinamiento de la gente en la idea de un dios. No queda claro por qué se debe dejar de lado el estudio y la crítica de estas organizaciones religiosas y sus comunidades de fieles. Ensalzar las virtudes y ventajas que estas le otorgan a la sociedad y las personas no es suficiente. Cualquier otra clase de organización comunitaria no vinculada a creencias de fe puede ofrecer incluso mejores posibilidades de articulación social. En fin, prosigamos.

En una primera parte, Mills apela a la lógica formal para abordar el escenario de Dios, planteando preguntas fundamentales a la cuestión: ¿qué es? ¿Cómo es? ¿Cuál es su naturaleza y propiedades? ¿Cómo puede demostrarse la existencia de algo? ¿Cumple la idea de Dios con las exigencias de la lógica demostrable? Etc. De todo lo cual concluye que “aunque los argumentos pueden ser lógicamente coherentes, las afirmaciones sobre Dios se basan en proposiciones especulativas y confinadas a límites formales (...) y por lo tanto confinadas al pensamiento, el concepto y la abstracción en lugar de los hechos”. Por último, afirma que Dios no es más que un objeto cognitivo, es decir, resultado de un pensamiento intencional producto de las facultades psicológicas de la persona humana.

Sometida a la verificación en los hechos, la inexistencia de Dios resulta evidente. Hay una serie de postulados que esclarecen esta situación de inexistencia, ante lo cual podemos arribar a la conclusión de que Dios existe solo como idea, por lo que dicha existencia se confina únicamente a los escenarios del pensamiento y el lenguaje. Dios es afirmación en la palabra, un ser imaginario presente en una serie de relatos, pero no es una entidad real que se manifieste en la vida cotidiana de manera inequívoca, presencial y pública. Por el contrario, siempre se tienen testimonios personales de cierta clase de experiencia mística que involucra el contacto con Dios, pero que no pasa de ser un fenómeno psicológico.

Fijados estos conceptos básicos de principio, en la mayor parte del libro Mills se concentra en explayarse sobre los mismos tópicos citando o refutando a algunos autores. Expone una visión filosófica y antropológica que refuerzan la persistencia de la idea y existencia de Dios, pero las refuta elegantemente. Incluso apela a la ciencia considerando que Dios es una hipótesis fallida dado que no entra en la categoría de falsabilidad. Al no poder ser refutada la afirmación de Dios no puede entrar en el escrutinio de la ciencia. Cualquier otra clase de afirmación no falsable también tendría la calidad de poder ser verdadera, lo cual está fuera de los límites de la ciencia. Por ejemplo, afirmar la existencia de los unicornios.

Asimismo, vuelve a tocar el tema de la religión para someterlo a un análisis sociobiológico desde el punto de vista de la evolución. Sostiene Mills que la religión ofrece ventajas de adaptación psíquica. Incluso va más allá para afirmar que al ser la religión “una fuerza primordial en la civilización humana” no se puede negar su valor evolutivo. Citando autores concluye que la religión organizada es una fase superior del tribalismo. Dice, además, que los conflictos religiosos que se aprecian en el mundo son esfuerzos adaptativos de las sociedades. Para mi gusto este es un capítulo bastante flojo dado que no logra distinguir claramente el valor evolutivo de la idea de Dios como producto cognitivo, y el valor de la religión como resultado de la organización social. No está clara la conexión entre el entorno cultural en el que se adapta la psique humana y las necesidades psicológicas individuales para sostener la idea de Dios. Son cosas totalmente diferentes. No se puede afirmar que el cerebro está programado para crear conexiones sociales que conducen a formas religiosas y que las masas piensan en Dios como resultado de nuestra naturaleza intrapsíquica. Esta idea está más cerca a la tesis absurda del “gen de Dios” que de la naturaleza cognitiva del entramado ideológico que conforman las culturas con sus lenguajes y tradiciones. Creo advertir que Mills tiene un conflicto para entender la relación que existe entre las religiones con la generación de la idea de Dios en la mente individual de sus miembros. Se parece al dilema del huevo y la gallina: ¿dónde se genera Dios? ¿Vive en la mente individual o pervive en la cultura? ¿Es el hombre el que crea a Dios y su cultura o es la cultura la que le introduce a los individuos la idea del Dios de la comunidad? ¿Cuál es el valor evolutivo de todo esto? Podríamos revisar la historia y verificar si las sociedades más religiosas han sido las que evolucionaron más en términos de conocimientos, tecnología y bienestar. Pero estas son preguntas que no se hace el autor.

Al ser Mills un psicoanalista, no puede evitar recurrir a los postulados del psicoanálisis para tratar de explicar la fijación mental de Dios. Y creo que este es su punto más débil. Desde esta perspectiva Dios sería el resultado de pulsiones internas: “la propensión psicológica a anhelar y creer en Dios se basa parcialmente en los depósitos de ideas de nuestro primer pensamiento evolutivo adquirido en la niñez (...) La transferencia a Dios es una disposición emocional motivada por la discordia y el deseo inconscientes”. En fin, los esfuerzos del autor para proponer una explicación psicoanalítica de la idea de Dios no resultan muy convincentes para quienes tenemos una formación distante de ese tipo de enfoques del psiquismo humano. Pero ese es un debate de índole psicológico. De todos modos, tiene el mérito de plantear una explicación al hecho de la creencia en un dios.

Para terminar, el libro hace importantes reflexiones a diversas contingencias derivadas de la religión y de la idea de Dios. Por ejemplo, hace una muy buena revisión sobre la espiritualidad sin dios a base de estudios comparativos entre diferentes culturas y religiones frente a sus concepciones de espiritualidad y su teísmo, pero no da el salto para desvirtuar la necesidad de las religiones como articuladores sociales o pasos evolutivos sociales. La principal virtud del libro es que nos plantea la posibilidad de entender la creencia en Dios como un subproducto del psiquismo humano y deja claramente establecido que Dios no es más que una idea en la mente.

Lima, julio del 2024

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