Dante Bobadilla Ramírez, es Doctor en Psicología por la Universidad de San Martín de Porres y autor del libro Psicología y Religión: Las creencias religiosas vistas desde la psicología cognitiva (Bogotá: Biblomedia, 2018).
Como psicólogo siempre pensé que la psicología era la ciencia
destinada a explicar el fenómeno religioso, tanto la conducta religiosa como
también el escenario ideológico de las creencias que sostienen a las
religiones. Durante mucho tiempo estuve decepcionado de la psicología por no
haber asumido esa responsabilidad a plenitud y profundidad, siendo la
disciplina que estudia al ser humano en su calidad de fenómeno cognitivo y
cultural. La mayoría de libros de psicología que abordan la religión no han
hecho más que convertirse en damas de compañía de la teología justificando la
espiritualidad. En cierto momento, yo mismo me sentí en la obligación de
emprender una explicación cabal de la religiosidad y el origen de estas
creencias, por lo que escribí un ensayo que acabó publicado en forma de libro
electrónico bajo el título “Psicología de la religión” (Bibliomedia, 2018). No
obstante, un día Manuel Abraham Paz y Miño me presentó el libro de Jon Mills
“Inventando a Dios” y por fin pude leer una explicación psicológica del
fenómeno religioso.
Debo decir que Jon Mills logra una
explicación fluida y apegada a la ciencia acerca de la creencia en un dios. Lo
hace con claridad tal que me complace ver en sus líneas una ordenada exposición
de las tesis que yo mismo venía madurando de modo un tanto aleatorio. Desde el
inicio, Mills adopta una postura comprensiva frente a los creyentes
reconociendo que son parte importante del diálogo. No los censura ni los
condena. Entiende que hay una necesidad humana de creer en un dios y eso le
parece respetable. Advierte que no pretende debatir con teólogos ni agotar el
debate sobre Dios. En palabras de Mills, su objetivo es “abordar la lucha que
la psique humana tiene en su propio proceso de llegar a ser”. De este modo,
Mills quiere apartarse de otros famosos autores militantes del ateísmo que
vociferan contra las religiones, tales como Dennet, Dawkins, Hitchens, etc. Me
parece que Mills adopta una postura más bien conciliadora con la religión.
Es interesante la distinción que plantea Mills
entre Dios y religión, reduciendo la primera a una crítica a los postulados
metafísicos de las creencias y la otra, como formas complejas de prácticas
sociales y comunitarias. Es decir, por un lado, tenemos la sola idea de Dios y,
por el otro, la conducta religiosa que, obviamente, se sustenta en el culto a
ese Dios y a su “palabra”, es decir, lo que se entiende como “sagradas
escrituras”. Desde mi punto de vista todo es una misma cosa. No obstante, lo
que Mills pretende es exponer “las disposiciones psicológicas subyacentes y los
conflictos inconscientes” que expliquen por qué los seres humanos tienen la
necesidad de inventar un dios. En este sentido, plantea Mills que, por su
parte, la religión gobierna la vida social humana y la relación con los demás.
Considera que la religión refleja toda una serie de factores comunitarios
históricamente contextualizados y sociológicamente integrados como una forma de
ser y estar en el mundo. No deja de ser algo contradictorio que se pretenda
desvirtuar la existencia real de Dios y al mismo tiempo se defiendan las
religiones como estructuras sociales que tendrían algunos valores y beneficios
para la vida comunitaria. Al menos, como yo lo veo, esto es contradictorio. Si
bien podría ser cierto que las religiones aportan factores positivos a la vida
comunitaria (no siempre lo es, pues hay religiones y sectas de fe abiertamente
peligrosas que someten a sus seguidores a cultos aberrantes, y algunas hasta
pretenden extender sus creencias por el mundo como un mandato divino para
imponer lo que creen que es “la ley de Dios”), no obstante, como ya dije, las
religiones giran en torno a la idea central de Dios y están básicamente
referidas a esa idea. ¿Cómo se las puede desligar? Creo que no se puede
defender a la religión atacando el eje central de las religiones. Hay un punto
claramente contradictorio en este libro.
Sugiere Mills que este tipo de
estructuras sociales (las religiones) pueden existir sin un vínculo estrecho y
condicionado a las creencias en un ser superior, pero no ha mencionado una sola
religión que haga esto, salvo movimientos espirituales no teístas. En todo
caso, sostiene que la pregunta sobre Dios es de una naturaleza muy diferente a
lo que se puede decir sobre la religión, por lo tanto, advierte que se enfocará
en el postulado sobre Dios como una cuestión separada de la institución
religiosa, lo cual es un primer lado flojo en su perspectiva. Si algo ha
generado la idea de Dios son precisamente religiones. Si hay algo a lo que
podemos responsabilizar por la extensión de la creencia de un dios en
particular es precisamente a las religiones, dado que son ellas las que se
encargan del activismo y del adoctrinamiento de la gente en la idea de un dios.
No queda claro por qué se debe dejar de lado el estudio y la crítica de estas
organizaciones religiosas y sus comunidades de fieles. Ensalzar las virtudes y
ventajas que estas le otorgan a la sociedad y las personas no es suficiente.
Cualquier otra clase de organización comunitaria no vinculada a creencias de fe
puede ofrecer incluso mejores posibilidades de articulación social. En fin,
prosigamos.
En una primera parte, Mills apela a la
lógica formal para abordar el escenario de Dios, planteando preguntas
fundamentales a la cuestión: ¿qué es? ¿Cómo es? ¿Cuál es su naturaleza y
propiedades? ¿Cómo puede demostrarse la existencia de algo? ¿Cumple la idea de
Dios con las exigencias de la lógica demostrable? Etc. De todo lo cual concluye
que “aunque los argumentos pueden ser lógicamente coherentes, las afirmaciones
sobre Dios se basan en proposiciones especulativas y confinadas a límites
formales (...) y por lo tanto confinadas al pensamiento, el concepto y la
abstracción en lugar de los hechos”. Por último, afirma que Dios no es más que
un objeto cognitivo, es decir, resultado de un pensamiento intencional producto
de las facultades psicológicas de la persona humana.
Sometida a la verificación en los hechos,
la inexistencia de Dios resulta evidente. Hay una serie de postulados que
esclarecen esta situación de inexistencia, ante lo cual podemos arribar a la
conclusión de que Dios existe solo como idea, por lo que dicha existencia se
confina únicamente a los escenarios del pensamiento y el lenguaje. Dios es
afirmación en la palabra, un ser imaginario presente en una serie de relatos,
pero no es una entidad real que se manifieste en la vida cotidiana de manera
inequívoca, presencial y pública. Por el contrario, siempre se tienen
testimonios personales de cierta clase de experiencia mística que involucra el
contacto con Dios, pero que no pasa de ser un fenómeno psicológico.
Fijados estos conceptos básicos de
principio, en la mayor parte del libro Mills se concentra en explayarse sobre
los mismos tópicos citando o refutando a algunos autores. Expone una visión
filosófica y antropológica que refuerzan la persistencia de la idea y
existencia de Dios, pero las refuta elegantemente. Incluso apela a la ciencia
considerando que Dios es una hipótesis fallida dado que no entra en la
categoría de falsabilidad. Al no poder ser refutada la afirmación de Dios no
puede entrar en el escrutinio de la ciencia. Cualquier otra clase de afirmación
no falsable también tendría la calidad de poder ser verdadera, lo cual está
fuera de los límites de la ciencia. Por ejemplo, afirmar la existencia de los unicornios.
Asimismo, vuelve a tocar el tema de la
religión para someterlo a un análisis sociobiológico desde el punto de vista de
la evolución. Sostiene Mills que la religión ofrece ventajas de adaptación
psíquica. Incluso va más allá para afirmar que al ser la religión “una fuerza
primordial en la civilización humana” no se puede negar su valor evolutivo.
Citando autores concluye que la religión organizada es una fase superior del
tribalismo. Dice, además, que los conflictos religiosos que se aprecian en el mundo
son esfuerzos adaptativos de las sociedades. Para mi gusto este es un capítulo
bastante flojo dado que no logra distinguir claramente el valor evolutivo de la
idea de Dios como producto cognitivo, y el valor de la religión como resultado
de la organización social. No está clara la conexión entre el entorno cultural
en el que se adapta la psique humana y las necesidades psicológicas
individuales para sostener la idea de Dios. Son cosas totalmente diferentes. No
se puede afirmar que el cerebro está programado para crear conexiones sociales
que conducen a formas religiosas y que las masas piensan en Dios como resultado
de nuestra naturaleza intrapsíquica. Esta idea está más cerca a la tesis
absurda del “gen de Dios” que de la naturaleza cognitiva del entramado
ideológico que conforman las culturas con sus lenguajes y tradiciones. Creo
advertir que Mills tiene un conflicto para entender la relación que existe
entre las religiones con la generación de la idea de Dios en la mente
individual de sus miembros. Se parece al dilema del huevo y la gallina: ¿dónde
se genera Dios? ¿Vive en la mente individual o pervive en la cultura? ¿Es el
hombre el que crea a Dios y su cultura o es la cultura la que le introduce a
los individuos la idea del Dios de la comunidad? ¿Cuál es el valor evolutivo de
todo esto? Podríamos revisar la historia y verificar si las sociedades más
religiosas han sido las que evolucionaron más en términos de conocimientos,
tecnología y bienestar. Pero estas son preguntas que no se hace el autor.
Al ser Mills un psicoanalista, no puede
evitar recurrir a los postulados del psicoanálisis para tratar de explicar la
fijación mental de Dios. Y creo que este es su punto más débil. Desde esta
perspectiva Dios sería el resultado de pulsiones internas: “la propensión
psicológica a anhelar y creer en Dios se basa parcialmente en los depósitos de
ideas de nuestro primer pensamiento evolutivo adquirido en la niñez (...) La
transferencia a Dios es una disposición emocional motivada por la discordia y
el deseo inconscientes”. En fin, los esfuerzos del autor para proponer una
explicación psicoanalítica de la idea de Dios no resultan muy convincentes para
quienes tenemos una formación distante de ese tipo de enfoques del psiquismo
humano. Pero ese es un debate de índole psicológico. De todos modos, tiene el
mérito de plantear una explicación al hecho de la creencia en un dios.
Para terminar, el libro hace importantes
reflexiones a diversas contingencias derivadas de la religión y de la idea de
Dios. Por ejemplo, hace una muy buena revisión sobre la espiritualidad sin dios
a base de estudios comparativos entre diferentes culturas y religiones frente a
sus concepciones de espiritualidad y su teísmo, pero no da el salto para
desvirtuar la necesidad de las religiones como articuladores sociales o pasos
evolutivos sociales. La principal virtud del libro es que nos plantea la
posibilidad de entender la creencia en Dios como un subproducto del psiquismo
humano y deja claramente establecido que Dios no es más que una idea en la mente.
Lima, julio del 2024
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