UNA SEMBLANZA FILOSÓFICA
Pablo Quintanilla
Lic. en Filosofía (PUCP), Mag. en Filosofía (Universidad
de Londres) y Doctor en Filosofía (Universidad de Virginia)
La generación fundacional de la filosofía normalizada en el Perú tuvo su
apogeo inmediatamente después de la Guerra del Pacífico. Es frecuente que,
cuando una sociedad padece una crisis de envergadura, surjan pensadores que
intenten comprenderla. A esa generación pertenecieron Manuel Gonzales Prada,
Javier Prado, Alejandro Deústua, Jorge Polar y otros. Un segundo momento de
auge de la filosofía peruana se dio con los discípulos más importantes de los
miembros de esa generación fundacional, como Mariano Iberico, Pedro Zulen y
Francisco Miró Quesada Cantuarias. Este último fue particularmente importante,
porque trajo al Perú ideas y formas de hacer filosofía que, en ese momento, no
se conocían aquí o se conocían muy poco. Así, en 1941 publicó Sentido del
movimiento fenomenológico, a solo tres años de la muerte de Husserl.
También introdujo en nuestro país la lógica simbólica, la lógica jurídica y la
filosofía de las matemáticas. No solo eso, investigó en lógicas no clásicas,
como la lógica paraconsistente del brasileño Newton da Costa, a la cual,
precisamente, bautizó con ese nombre. Don Paco también participó en los debates
sobre la realidad y las posibilidades de la filosofía latinoamericana, que
incluyó a autores como Leopoldo Zea, de México, Enrique Dussel, nacido en
Argentina, pero radicado en México, y a nuestro compatriota Sebastián Salazar
Bondy, de quien este año se cumplen cien años de su nacimiento.
Sin embargo, el proyecto que ocupó la mayor parte
de la vida filosófica de don Paco fue la elaboración de una teoría de la razón,
que finalmente se cristalizó en su libro de 2013, Esquema de una teoría de
la razón. Aunque bien podría afirmarse que su obra, en conjunto, contiene
una concepción de la racionalidad humana, que fue su principal legado a la
filosofía. Pero no solo a la filosofía peruana sino a la global, pues otro gran
mérito del querido Paco fue internacionalizar a la filosofía peruana. En
efecto, durante el Virreinato ya se leía en Europa la lógica y la ontología de
Juan de Espinosa Medrano, el apodado Lunarejo, pero después la recepción de la
filosofía elaborada en el Perú se confinó a nuestras fronteras, con las
excepciones de aquellos intelectuales peruanos que trabajaron un tiempo en el
extranjero, como Salazar Bondy, Fernando Tola Mendoza y algunos otros.
El caso de Paco fue diferente. Publicó textos que tuvieron recepción internacional por su propio valor filosófico y no solo porque hablaran de filosofía peruana. Es decir, logró insertar una forma de pensamiento elaborada en el Perú en los circuitos académicos internacionales, al punto que, en 1990, fue elegido en Moscú presidente de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía, siendo el primer latinoamericano que logró ese mérito. Posteriormente fue uno de los filósofos peruanos que abrió el camino para que otros pudieran dejar un legado que no solo fuese reconocido en el Perú, sino a nivel internacional. Don Paco nos dejó un 11 de junio de hace cinco años, con cien años de edad. En este largo período cumplió una valiosa labor como filósofo, periodista, diplomático, ministro de educación y referente intelectual para las siguientes generaciones. Por eso, nunca mejor se podría decir, larga vida don Paco.
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