viernes, 31 de marzo de 2023

EL ANIMAL Y SUS APETITOS: LA INTELIGENCIA COMO EJERCICIO DEL GOBIERNO DEL CUERPO HUMANO

 


Gabriel Fuentes Bartolini, Estudiante de pregrado de filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya

Correo-e: a2210011@uarm.pe

 

Resumen: 

El siglo XXI enfrenta el inminente fin de la vida en la tierra dentro de un frenesí que nuestras autoridades se demuestran ineptas para controlar. El conocimiento del psiquismo humano, trabajado en silencio por pensadores de todos los tiempos nos da la clave para hallar el germen de la corrupción que entrega al libertinaje de las pasiones el bienestar del globo terráqueo. Explicitar la intrínseca unión de las características del alma humana con el destino que nos hemos forjado es el propósito de este artículo para dejar en claro cuál es el terreno donde debe encontrarse una solución.

Palabras clave: crisis medioambiental, epistemología, psiquismo, geopolítica.

Abstract:

The twenty-first century faces the imminent end of life on earth within a frenzy for which our authorities have shown themselves as incompetent to control. The knowledge of human psyche, developed in silence by thinkers of all times provides us the key to find the seed of corruption which surrenders to passion debauchery the wellness of the earth. Making explicit the inherent union of the characteristics of the human soul with the destiny we have forged for ourselves is the purpose of this article, in order to make clear which is the ground in which a solution must be found.

Keywords: environmental crisis, epistemology, psyche, geopolitics.

 

Nuestro presente resulta inconcebible sin la contemplación de las acciones del pasado si es que nuestro discernimiento aspira a profundizarse versado en aquello que hemos llamado conocimiento, los instintos primigenios que quizá dirigieron nuestra volátil infancia necesitan del manejo de la especialización académica contemporánea si pretenden calar en el curso de la historia, la cual se revuelve dentro de la hiper-especialización que la ha fecundado. La verdad, que sin riesgo equiparamos a lo real, es condición para analizar y definir el bien; verdad y falsedad son premisas necesarias para demarcar bien y mal, el conocimiento es así un paso previo a ambas nociones. Forjar lo que sobrevenga al devenir, aspirar a la perpetuación del bienestar, ¿no han sido estos los móviles de la aspiración científica congénita a nuestra especie? De no pretender una prolongada duración, ¿puede alguien amasar el presente hacia el bien? El azaroso y caótico devenir nos vuelca a aquella empresa en aras de la supervivencia y la armonía, concepciones fruto de lo atestiguado por los sentidos.

  Jamás la ciencia o el conocimiento escapa pues el reino de lo corporal, este se sirve de ambos, la verdad ineludiblemente debe constituirse dentro de una historia de vida personal y esta dentro del entramado de experiencias humanas que llamamos sociedad; incluso la percepción de la perfección matemática a lo largo de la naturaleza nos resulta asequible a través del lenguaje humano, también fruto de la experiencia corporal. Qué tanto nos suma esta relación compleja con la fenomenología de la existencia, que en la práctica se convierte en un diálogo ineludible con las acciones del pasado que, cual espíritus, moldean también el presente, depende siempre del acto creador del individuo dentro de un grupo social, de la madurez con que haya vinculado su entendimiento con su cuerpo y todo lo que este involucra. Es decir, por encima de la ciencia y el progreso, esta el cuerpo del ser humano; animal inconcebible sin repasar los testimonios de sus movimientos a lo largo de los últimos milenios.

La patente unión de todos los planos del conocimiento, es decir, la patente unión de los hechos en la tierra y el universo, lo que es decir, la tangibilidad de lo que el argot antiguo concibió bajo la nomenclatura religiosa, ahora se manifiesta en la inminencia del fin de la vida en la tierra: toda decisión económica, política, social, legal, debe contemplar los reclamos de la ecología para poder ser tomada en serio. Sin embargo, los apetitos que regulan las decisiones macroeconómicas a nivel mundial parecen llevar milenios cultivando su sin par fortaleza. ¿Cómo controlar aquellos leviatanes que ensayan cada vez más enérgicamente sus armas para poder defender sus Estados-naciones? Sin un entendimiento conjunto, sin el establecimiento de una verdad conjunta, primará la falsedad, y con ella la traición y el desconocimiento del otro, y ¿por qué no decirlo ya? De uno mismo también, ya que somos una parte inextricable de nuestra sociedad y medioambiente, por más que se busque rehuir esta realidad amurallándonos y separándonos del resto de animales. ¿Qué es lo que ciega la percepción del ser humano al punto de solo velar por la persecución de sus apetitos y triunfo propio? Sin apresurarnos a dar una respuesta aventurada, solo queda precisar que en esta pregunta reside la génesis de la corrupción que descuida la persecución del bienestar en rededor.

Vivimos tiempos de crisis, la violencia sigue siendo utilizada como herramienta imprescindible para el afianzamiento de la paz y debe justificarse legal y socialmente a nivel estatal para el resguardo de las sociedades, ¿Tiene sentido aspirar a otra posibilidad considerando que aún el ser humano se disputa la hegemonía dentro de su sociedad y que poco logran en combate las palabras frente a las acciones? Evidentemente, la victoria verídica solo podrá ser alcanzada por un camino que no rehúya la violencia y esto se encuentra lejos de ser una decisión mía, es la coyuntura sobre la que debe el ser humano inevitablemente plasmar su acción, es la dinámica de la sociedad en la que vivimos.

¿Puede existir una guerra santa? De ser eso posible, requerirá santos y santas, es decir, el aseguramiento de personas que logren asegurar la correcta intelección de la existencia, que trasciendan las fantasías de su psicología, que encarnen el conocimiento de lo real y que nos aproximen a las verdaderas condiciones que perpetúan el bienestar fundándose en las leyes de este mundo. Debe haber un estricto consenso que recupere la noción de verdad que justifique la vida, y muerte cuando esta sea imprescindible; la ilegitimidad de la verdad y de la autoridad, provoca, como el cortar la rama directriz de un árbol causa que el resto se dispute su reemplazo, la necesidad de suplir el vacío. Pero, ¿soluciona algo la muerte? ¿Puede matarse el mal con un golpe decisivo y violento? Considero que no rehuir la violencia implica advertir la futilidad de buscar acabar con el mal con la violencia y la dificultad que supone transformar duraderamente el mal en bien: nunca dejamos el reino de lo psicológico, en él se libra la batalla real cuando hemos logrado salvar nuestra vida en el futuro cercano, exponer a luz de todos las causas del mal pueda quizá esclarecer a la sociedad los grados de falsedad que acarrea una persona dentro de su psicología al obrar con el mal hacia los demás.

La facilidad que hay para realizar el mal solo puede equipararse a la complejidad que demanda edificar el bien; en un eterno retorno de lo mismo nos envolvemos al yacer en la esencia de nuestra acción el fruto de sus resultados, tal parece ser la condición de nuestra existencia, de esta forma la correcta intelección del presente puede advertir los desenlaces de décadas, incluso siglos por venir. Un triunfo retendrá su hegemonía únicamente gracias a las herramientas que lograron materializarlo: la acción armada, en efecto, resulta insostenible en el tiempo de no articularse en torno a consignas e ideales, es la necesidad de sobrevivir y resguardar la vida, y todo lo que ella involucra, lo que justifica a lo largo de la historia la defensa violenta.

¿Podemos dar la otra mejilla cuando nos arrebatan familiares, tierras o la vida misma? Es sin duda una pregunta que no debe responderse a la ligera, pero, ¿hay tiempo para pensar cuando la coyuntura demanda urgencia para actuar? Por más que complejicemos el asunto, debemos reconocer que aunque pueda servir de mucho entregarnos a la cruz y esperar que Kronos ponga todo en su lugar, hacerlo no nos garantiza la necesaria victoria. El año 2022 marca el decimotercer aniversario de la “Advertencia de los Científicos del Mundo a la Humanidad”, firmada por más de 1700 científicos en 1992; desde esta advertencia original ha habido aproximadamente un incremento del 40% en las emisiones de gases de efecto invernadero. Esto es a pesar de las numerosas advertencias escritas del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático y una reciente advertencia de científicos con casi 15,000 signatarios de 158 países (Ripple et al., 2020). Las políticas actuales están llevando al planeta a un calentamiento de alrededor de 3 grados Celsius para el 2100, una temperatura que la tierra no ha experimentado a lo largo de los últimos 3 millones de años (Liu & Raftery, 2021). La crisis que vivimos no puede pues ser una crisis medioambiental, si bien sus efectos se vuelven ineludiblemente patentes en nuestro medioambiente; no vendría mal recordar dentro de un espacio filosófico la raíz griega original de donde brota esa palabra, en efecto, “kríno” alude a discernir, distinguir, sumado al sufijo –sis que expresa un proceso, estaríamos hablando de un proceso de discernimiento, de reflexión.

Han sido los sentimientos que motivaron las acciones que propulsaron la inminente necesidad de llevar a cabo la revolución industrial los que siguen obligando a los poderes fácticos del mundo a desatender la urgencia de las advertencias de nuestra ciencia. ¿Cómo entender la revolución industrial sin las relaciones de esclavitud y colonialismo en el mundo? ¿Cómo hablar de la guerra sin hablar de la psicología humana? La relación del alma, entendida como suma de todas las funciones del cuerpo (Lacan, 1974), con los animales y plantas, con la sociedad, con la materialización de un “cielo” o un “infierno” en vida, ¿puede seguir siendo entendida metafísicamente? Honestamente, creo que tal lectura en todo momento de la historia solo ha significado un superfluo entendimiento de las palabras utilizadas, y el siglo XXI parece vivir el límite de la desatención de una armonía que no puede entenderse cabalmente fuera del reino de lo corporal.

Hablemos pues de la corrupción, por dónde acometer la cuestión si el incesante devenir crea irrepetibles condiciones que, como las aguas de un río, demandan siempre una respuesta novedosa y única. Dejando atrás la superfluidad de los juicios condenatorios, la inminencia del fin del paraíso donde hemos sido “arrojados” nos obliga, como seguramente ocurrió en todo presente del ser humano, a intentar determinar y precisar la gravedad del libre desarrollo de la corrupción. En efecto, no puede estar esta sino atada a las condiciones físicas de bienestar y malestar de los organismos vivos, de florecimiento y podredumbre; así como enferma un árbol y con él sus frutos, así como enferma la mente y con ella el cuerpo o al revés, así como enferma una cabecera de cuenca y con ella lo que percibe sus aguas, así como enferma una hija y con ella la familia, así como enferma una líder y con ella su sociedad, así como una acción provoca una marca en la memoria que deviene en acciones malsanas, así como una estafa fermenta la desconfianza y el temor, así como el miedo se destila en violencia, la íntima relación de todo cuanto ocurre en la tierra es el escenario donde la corrupción se manifiesta en desgracia, carencia, sufrimiento, goce, enfermedad, muerte.

Los ejemplos anteriores solo buscan explicitar la superfluidad de los sermones y de las palabras cuando la estricta coherencia no vuelca la acción a la búsqueda de la aplicación del conocimiento, de la ciencia: de poco sirven las buenas intenciones sin ella, de poco sirve ella sin la resolución de la voluntad. La verdad, circunscrita por nuestra biología a la experiencia de un individuo o un grupo social, debe pues construirse conjuntamente en sociedad, de lo contrario muy bien podría clasificarse como un mero ejercicio de vanidad: toda la confección de nuestro sistema educativo lamentablemente revela la profunda corrupción de las aspiraciones de nuestra sociedad al limitarse a fomentar logros individuales donde la difusión, la transparencia, la rentabilidad se circunscriben siempre independientemente del resto del cuerpo del Estado-nación. Hace falta un esclarecimiento de nuestra esencia como seres humanos para reubicar los propósitos de nuestras aspiraciones de una forma armónica con la naturaleza, la cual necesita la paz y el efectivo diálogo ahora que la influencia del ser humano ha dominado la faz de tierra, precisamente para salvaguardar nuestra existencia dentro del superior dominio de la ecología.

Latinoamérica, históricamente vista como recurso para los “americanos” que diseñaron la doctrina Monroe –la que aún parece persistir en la incesante guerra–, cobra una especial importancia en esta coyuntura de hecatombe medioambiental: las reservas de Cobre en Perú y Chile, así como de abundantes riquezas en Litio, Molibdeno y Tierras Raras a lo largo del continente, brindan los minerales imprescindibles para llevar a cabo la transición energética que permitiría a la práctica social actual poder migrar fuera de la quema de hidrocarburos sin alterar su estilo de vida. Pero cada vez son menores los descubrimientos de grandes minas que puedan satisfacer la proyectada demanda requerida para dicha transición: el Cobre, por ejemplo, ha visto reducir sus descubrimientos en las últimas tres décadas, coyuntura camuflada por el hecho de que los altos precios del mineral permitieron que las compañías comercializaran Cobre de menor grado, antes considerado no-rentable o desperdicio, extraído de las mismas fuentes de recursos; esta tendencia tiene un límite y lo cierto es que nos acercamos a un periodo donde cada vez habrá más escasez de los minerales críticos para satisfacer la demanda requerida (Goehring & Rozencwajg, 2021). Este dato claramente nos revela que la crisis no puede solucionarse con un mero viraje hacia las energías renovables, se necesitan cambios fundamentales en nuestra práctica social a nivel global que subyuguen la libertad humana bajo los dictámenes de la ecología: la guerra y la competencia entre las grandes potencias nos ejemplifica claramente cómo es que las pasiones inciden en el orden medioambiental, ya que la supervivencia de aquellos estados-naciones esta amenazada, resulta imposible consolidar una verdad que priorice la salud medioambiental sobre el crecimiento indefinido de sus fuerzas que deben pelear para no ser absorbidos por sus pares.  

En efecto, la corrupción surge de la esencia de una acción, nace en la profundidad del psiquismo del ser humano y se mide según los efectos físicos que se manifiestan en nuestros cuerpos, economía, sociedad y el resto de elementos que garantizan nuestra salud y supervivencia. La ética jamás ha sido un mero ejercicio reflexivo, expresa las condiciones del destino del ser humano al definir el entendimiento de sus acciones; la profundización de su conocimiento, es la profundización del cuerpo humano y nos habilita para actuar con libertad en el presente. Sócrates eligió morir antes que vivir entre la equivocación de sus pares, Mohamed Bouazizi eligió inmolarse cuando le volvieron a arrebatar su carro de frutas por comerciar sin permiso, un grupo de terroristas eligió dar su vida secuestrando el teatro de Dubrovka en Rusia para pedir desesperados que cese la guerra en su país, estos ejemplos disímiles e inconexos creo que muestran que el qué hacer con la propia vida parece siempre apuntar hacia un fin ulterior, incluso cuando dentro de las ciudades nos limitamos a vivir en el hedonismo egoísta: el ser humano, en la digestión de sus experiencias, es pues siempre un puente que expresa lo recóndito de sus ideas y sentimientos, olvidar que ahí yace la génesis de la actual crisis medioambiental es desconocer milenios de registro histórico.

Qué poco tiempo ha pasado desde que nos hemos alejado de la esclavitud para con los demás, muchos dudamos que nos hayamos alejado definitivamente de aquellas prácticas, pero ¿es la esclavitud en sí misma lo que difunde la corrupción y el mal? ¿O es la naturaleza de la ley imperante lo que desacredita al amo? Buscar un mundo ideal de entendimiento en medio del imperio de la violencia política es una bellísima empresa para perseguir, pero considero que no podemos tapar el sol con un dedo y no es posible prohibir indefinidamente lo que parece conformar parte de nuestra naturaleza, así como no podemos desconocer que alcanzar la victoria con la violencia es en sí mismo un fracaso. La sujeción de la libertad, ya sea por coerción o triunfo en la argumentación, es una condición para el orden social; en un eterno retorno de lo acontecido en el pasado, las fuerzas del bien y del mal deberán levantar sus más grandes exponentes para que quienes se atrevan a luchar para la ejecución de sus metas puedan esclarecer al público cuál es la verdad, y una vez más renacerán fortalecidas nuevas cepas que impugnen los efímeros detalles del acontecer, representando un juego de almas donde se decidirá si el ser humano pudo controlar su psiquismo o si fracasó en su condición de auriga.

 

 

Referencias bibliográficas

· Goehring L. R., Rozencwajg A. A. (2021). The problems with copper supply. Recuperado el día 30, noviembre, 2022, https://f.hubspotusercontent40.net/hubfs/4043042/Commentaries/2021.Q1%20Commentary/2021.Q1%20Goehring%20%26%20Rozencwajg%20Market%20Commentary.pdf 

· Lacan, J. (1993). Televisión. (Trad. Oscar Masotta y Orlando Gimeno-Grendi). Editorial Anagrama. (Trabajo original publicado 1974) Recuperado el 25 de octubre del 2021 de https://www.bibliopsi.org/docs/lacan/Lacan-Jacques-Psicoanalisis-Radiofonia-Television.pdf

· Liu P. R., Raftery A. E. (2021) Communications earth & environment. Recuperado el día 30, noviembre, 2022, https://academic.oup.com/bioscience/article/72/12/1149/6764747

· Ripple W. J., Wolf C., Newsome T. M., Barnard P.,… (2020). World scientists' warning of a climate emergency. Recuperado el día 30, noviembre, 2022, https://academic.oup.com/bioscience/article/72/12/1149/6764747

 

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