martes, 19 de julio de 2022

COMPRENDIENDO LA IMPORTANCIA DE LA GUERRA DESDE UNA MIRADA NIETZSCHEANA (1)

Understanding the importance of war from a Nietzschean perspective


Marco José Valencia Cáceres, estudiante de la Escuela de Filosofía, Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Código ORCID: https://orcid.org/0000-0002-2222-6612
Correo-e: marco.valencia2@unmsm.edu.pe


Resumen

Este artículo pretende demostrar, desde una perspectiva nietzscheana, la positividad de los conflictos, las pugnas y las guerras; afirmando que estas son necesarias para elevar y liberar el espíritu de una nación, de un pueblo y de la humanidad. Además, se mencionará que las conflagraciones son parte del renacer del cosmos, es decir, el hombre no puede escapar de la lucha bien sea contra el fatum, contra sí mismo u otros hombres.

Palabras clave: cristianismo, guerra, nación, necesidad, Nietzsche.

Abstract

This article aims to demonstrate, from a Nietzschean perspective, the positivity of conflicts, struggles and wars; affirming that these are necessary to elevate and liberate the spirit of a nation or a people. Moreover, conflagrations are part of the rebirth of the cosmos, that is to say, man cannot escape the struggle either against the fatum, against himself or against other men.

Key words: Christianity, nation, need, Nietzsche, war.

 

Introducción

Este artículo presentará la problemática de la guerra mediante algunos escritos del filósofo alemán Friedrich Nietzsche buscando, así, afirmar la positividad de los conflictos y de las pugnas en las luchas sociales y políticas.

El filósofo Friedrich Nietzsche ha tocado diferentes temas a lo largo de su vida, a lo largo de sus escritos. Por cuestiones didácticas se dividirá este artículo en tres bloques: 1) algunos escritos realizados por el joven Nietzsche, 2) sus lecciones en su etapa de catedrático en la Universidad de Basilea –para más exacto su lección sobre Heráclito– y 3) algunos escritos plasmados en su etapa de filósofo errante.

La Comprensión de la Guerra en el Joven Friedrich Nietzsche

Friedrich Nietzsche a la edad de 17 años escribe un fenomenal ensayo titulado Fatum e historia. En este, Nietzsche trata sobre la cuestión del hombre con respecto a su destino o fatum. En este texto se puede encontrar una gran parte de las primeras intuiciones filosóficas de Nietzsche, las cuales las mostrará con mayor fuerza y desenvolvimiento en su madurez.

Sobre el Estado el joven Friedrich Nietzsche (2011) menciona:

Es por ello signo de estrechez mental querer implantar en la humanidad entera alguna forma específica de Estado o de sociedad recurriendo, por así decir, a estereotipos; todas las ideas sociales y comunistas padecen ese error. Pues el ser humano no es nunca el mismo; y tan pronto como fuera posible derribar mediante una voluntad fuerte todo el pasado universal, ingresaríamos al instante en la lista de los dioses independientes, y la historia universal no sería para nosotros otra cosa que un autoensimismamiento ensoñador; el telón cae, y el ser humano vuelve a encontrarse a sí mismo jugando como un niño con mundos, como un niño que se despierta al brillo del amanecer y que riendo se borra de la frente los sueños terribles. (p. 204)

Ya el joven Nietzsche comunica el grave error en el querer establecer una forma específica de Estado o de sociedad; este error radica en que el ser humano no es el mismo. El «establecer» se vuelve un «imponer» cuando a cierto grupo de humanos lo condicionamos a existir en cierto molde social.

Ahora bien, hay algo interesante en «el telón cae, y el ser humano vuelve a encontrarse a sí mismo jugando como un niño con mundos, como un niño que se despierta al brillo del amanecer y que riendo se borra de la frente los sueños terribles»: la historia universal vendría a ser como una pesadilla, como un sueño que nos hace despertar de manera abrupta. ¿Qué es lo que nos quiere decir con esto el joven alemán? Si caminamos sobre los pasos de la humanidad nos daremos cuenta de las sangrientas causas y consecuencias que traen consigo una imposición u orden social a ciertos grupos humanos que no están habituados a esta exigencia o que su naturaleza de estos no les permite ser en ese orden social; así podremos visualizar las imágenes que se habrían presentado en la pesadilla del niño. Empero, este niño viene a ser el propio ser humano jugando con mundos. Esta figura del mundo-niño volverá a aparecer en sus lecciones sobre Heráclito.

La guerra –tal como la entiende el joven Nietzsche– no solo debe ser entendida como una guerra entre hombres, sino también contra un fatum. Nietzsche (2011) nos dice:

Encontramos que los pueblos que creen en un fatum se distinguen por su fuerza y por la energía de su voluntad, mientras que los hombres y mujeres que dejan, siguiendo principios cristianos mal entendidos, que las cosas vayan como van, puesto que «Dios lo ha hecho todo bien», se dejan guiar por las circunstancias de manera degradante. En general, la «resignación a la voluntad de Dios» y la «humildad» no son, a menudo, más que pretextos aducidos por el miedo cobarde a hacer frente al destino con determinación. (p. 205)

En este fragmento se puede percibir la crítica que irá formando Friedrich Nietzsche ante la cuestión cristiana. Asimismo, también nos ayuda a comprender que hay dos tipos de pueblos: unos que creen en un fatum y, por ende, luchan contra este mostrando la fuerza y energía de su voluntad; y el otro tipo de pueblo, que viene a ser el pueblo ungido por el Dios cristiano, el cual viene a ser un pueblo cobarde y sin energía, ya que su hacer social no es más que un dejarse llevar por la corriente o, en este caso, por el destino.

Esta distinción y lucha de estos dos tipos de pueblos o de cosmovisiones lo plasmará el joven Nietzsche en unas anotaciones que tenían como propósito ser una composición musical. Nietzsche (2011) describe la influencia del cristianismo de esta forma:

Da comienzo una furiosa lucha; férreo y rígido parece oponerse el paganismo; en oscuras figuraciones se yergue amenazador, aunque apenas perceptible se oye sonar el dulce Evangelio, que se abre camino anunciando la buena nueva al mundo inquieto e impaciente, hasta que, por fin, la celestial promesa resuena plenamente; las voces paganas se agotan; el cristianismo ha vencido y ahora invade el orbe terrestre con sus potentes y majestuosas armonías ligando la tierra al cielo perdido, no sin combatir duramente, y sin embargo discurriendo en tranquila quietud, como una corriente universal de grandioso e incansable recorrido, cuya fuente es el infinito amor de Dios que abraza al mundo entero. (pp. 206-207)

¿Acaso esto no resume buena parte de la historia occidental? La furiosa lucha o guerra –en este caso religiosa– entre el paganismo y el cristianismo, que al principio parece que el vencedor va a ser el paganismo; empero la voz o el canto del «dulce Evangelio» que trae consigo la «buena nueva» calla o silencia los voces paganas: el cristianismo ha hecho suyo todo el «orbe terrestre» o, mejor dicho, el Dios cristiano ha abrazado –sofocado y debilitado– al mundo entero.

Entre otoño de 1867 y la primavera de 1868 el joven alemán realiza algunas anotaciones sobre historia y literatura. En estas anotaciones encontraremos también ciertas cuestiones sobre la guerra. Nietzsche (2011) nos dice:

No negamos la utilidad de la ciencia, pero el que guía al pueblo debe saber que la masa no se satisface demasiado con estos elementos. Hágase la guerra contra todo lo que angustia a los hombres, pero no enseñándoles a disolver las necesidades con las intuiciones. En una palabra, transfórmense las necesidades; la satisfacción, que piense la masa en buscársela.

Transfórmense, por ejemplo, las fuertes necesidades religiosas en necesidades morales. Las políticas en caritativas. Las necesidades de disfrute en necesidades artísticas. Pero despacio. Es absurdo querer infundir en un bebedor de aguardiente la sensibilidad por las estatuas bellas. Sin embargo, se le puede infundir la sensibilidad por la cerveza y la política. (p. 230)

Aquí Nietzsche nos explica que el individuo particular que conduzca a la masa debe de otorgarle al pueblo la voluntad de buscar su propia satisfacción o realización. Esto trae como resultado que la vitalidad de un pueblo no se atrofie en la existencia de una cultura vulgar, sino que esta se realice y se resuelva en una cultura refinada propia de un pueblo superior. El joven alemán también nos advierte que este proceso no debe ser realizado velozmente, al contrario, de una manera pausada para que, así, el individuo que pertenece a la masa entienda, desde la tranquilidad, la importancia de la moral, la caridad y la sensibilidad artística.

Esto es afirmado por Nietzsche (2011) de otra manera:

¿Qué es la historia sino la lucha por la existencia entre innumerables intereses infinitamente distintos?

Las grandes «ideas» a través de las cuales algunos creen poder concebir esta lucha son reflejos debilitados de ingenios grandes o pequeños que se mueven en la superficie del mar agitado. Ellos no dominan el mar, pero embellecen, con frecuencia, las olas a los ojos del que mira. Es, pues, indiferente que la luz venga de la luna, del sol o de una lámpara: en cualquier caso, las olas estarán iluminadas con mayor o menor intensidad. (p. 233)

Y sigue mencionando:

Satisfacer necesidades quiere decir tener éxito, y viceversa. Pero en la historia, como en la vida del individuo particular, las necesidades cambian. Las necesidades cuya satisfacción es más ostensible y se expresa en guerras, literaturas, etc., no por ello son las más importantes. Un pedazo de pan es siempre más importante que un libro. (Nietzsche, 2011, p. 233)

El filósofo alemán, en su juventud, nos afirma que la historia es la lucha por la existencia y que esta lucha es entre diferentes intereses. Además nos menciona que todas estas luchas reflejadas en las grandes ideas no controlan el inmenso mar; empero si iluminan parte de este, intentando encontrar un algo.

Consiguientemente nos ratifica, una vez más, que el hombre constantemente cambia y, por ende, también sus necesidades. Anteriormente mencioné que se debe de buscar y realizar el tránsito de una cultura vulgar a una cultura refinada; en la siguiente frase Nietzsche lo precisa aún mejor: «Un pedazo de pan es siempre más importante que un libro». ¿Cómo se puede conducir a un pueblo si este carece de las necesidades más básicas?, ¿de qué serviría hablarle de literatura o de la importancia de la guerra a una masa que sufre hambre y miseria? El individuo particular que existe en lo ostentoso, que no observa la fatalidad en la que se encuentra la masa nunca podrá conducirla porque no ha entendido las necesidades de esta. Comprender la necesidad es hallar la forma de superar la debilidad del hombre, de un pueblo y de la humanidad.

Periodo de Nietzsche en la Universidad de Basilea

Como se mencionó anteriormente, en esta sección del artículo se traerá la lección y anotaciones que produjo Nietzsche sobre Heráclito revelando, así, mucho más su pensamiento sobre la guerra.

Nietzsche (2003), desde su lección sobre Heráclito, menciona:

Esta es una de las ideas más grandiosas: la lucha como acción continuada de una Δίκη unitaria, legítima y racional, idea surgida del fundamento más profundo de la esencia griega. La lucha es lo que diferencia a los griegos, pero ante todo la legitimidad inmanente de la decisión del combate. Cada hombre lucha como si él solo estuviera en derecho; pero la victoria se decanta mediante la medida absolutamente segura de un juicio justo. (p. 81)

La lucha o la guerra se encuentran en una Δίκη unitaria, legítima y racional. El resultado de la lucha resulta ser justa y legítima, en el cual solo los mejores son capaces de llevarse la victoria. Tal como nos lo informa Lledó (1988):

Areté, como es sabido, significa algo así como “excelencia”, capacidad de sobresalir; dones que se poseen y que conceden al poseedor una cierta preeminencia, un cierto poder. Esta areté es un atributo fundamental del agathós, que acaba integrándola en sí mismo. El agathós se convierte, así, en aristós. (p. 24)

El aristós es parte de la Δίκη cósmica, en este se halla el areté propio del ser humano, pero no tanto del individuo. Lledó (1988) sigue explicando:

Y esta victoria es más firme y más alta si el otro, el rival, es también «victorioso», si puede ser victorioso. No es un vencido quien sucumbe, sino un posible vencedor. La gloria del héroe no es vencida. Se vence a un hombre; pero la gloria que arrastra en su caída, la areté que lleva consigo, el linaje que le ata al tiempo pasado, no perece con él; lo recoge la fama de aquel que lo ha vencido. (p. 27)

Esta guerra entendida en un sentido griego tiene como peculiaridad que el caído o vencido no muere, al contrario, sigue existiendo en el vencedor. Esta magnanimidad griega produce que las historias de los hombres en pugna sean siempre recordadas, igual que los pueblos de donde ellos vienen. Se prefiere batallar contra un gran luchador, ya que hay más dignidad de caer ante la lanza de un hombre fuerte que ante la cobardía que siente el individuo que entra en la lucha. La compasión para ellos no es digna del hombre fuerte, algo que comprenderá Nietzsche y lo explicará en su libro El anticristo y en su filosofía de la transvaloración de valores.

Retomemos los apuntes de Nietzsche. En uno de ellos menciona:

El mundo, como cuando juega un niño, es construido y destruido constantemente, pero de vez en cuando se inicia completamente de nuevo: un instante de hartazgo, y luego una nueva necesidad. La constante construcción y destrucción es una χρησμοσύνη [carencia], al igual que la creación es para el artista una necesidad, el παιδιά [juego] es una necesidad. Ocasionalmente ocurre una sobresaturación; en este instante, solo hay fuego, es decir, todo es inflamado por él. No la ῦβρις [desmesura], sino el impulso lúdico, reavivado de nuevo, conduce hacia la διακόσμησις [ordenación cósmica]. Aquella aversión de la visión teleológica del mundo alcanza aquí su punto culminante: el niño arroja el juguete; sin embargo, cuando juega, lo hace por una conveniencia y un orden eternos. – Necesidad y juego: guerra y justicia. (Nietzsche, 2003, p. 90)

La necesidad entendida como un juego eterno, el cual el niño, harto de este juego, arroja sus juguetes para jugar nuevamente con ellos. Estos actos de construcción y destrucción son los procesos de la guerra. La guerra es usualmente concebida como destrucción, empero en esta destrucción ya se está construyendo un algo, es decir, se está realizando una διακόσμησις. Esta ordenación cósmica que parece que se dirige a un fin –progreso– es destruido nuevamente, es decir, se vuelve a construir y a formar un algo. La guerra se presenta aquí como justicia, porque gracias a esta se busca apaciguar o llenar la necesidad del hombre, por ende, también tiene la característica de ser necesaria.

Etapa de Filósofo Errante

Ahora revisaremos algunos pasajes suyos escritos en su etapa de filósofo errante.

Ya en su famoso libro Así habló Zaratustra menciona:

Solo se puede estar callado y tranquilo cuando se tiene una flecha y un arco; de lo contrario, se charla y se disputa. ¡Que la paz sea una victoria! ¿Dicen que la buena causa es la que santifica incluso la guerra? Yo respondo: la buena guerra es la que santifica toda causa. La guerra y el valor han hecho más cosas grandes que el amor al prójimo. No es la compasión, sino la valentía, la que ha salvado hasta ahora a quienes se hallaban en peligro. (Nietzsche, 2015, p. 53)

El principio de este párrafo se siente tan actual. La diplomacia política muchas veces es una falsa paz o charlatanería, ya que por debajo de toda esta politiquería hay una guerra esperando ser llevada a cabo. La charla lleva a la disputa, empero muy diferente es estar en un estado de tranquila precaución –tranquila porque tengo o tenemos lo suficiente para defendernos–. Los pueblos que han seguido el camino de la diplomacia son pueblos que han quedado sojuzgados por las naciones que poseen mayor valía bélica. La palabra se vuelve candorosa y desgraciadamente ingenua cuando una nación le pide a otra nación, que posee mayor poderío militar, que esta respete sus derechos nacionales. Como bien menciona Nietzsche: «La buena guerra es la que santifica toda causa», ya que la valentía y la voluntad es la que libera al sojuzgado y no la compasión y la falsa sensación de paz.

Asimismo, Nietzsche (2015) nos sigue mencionando que “solo les es lícito tener enemigos que haya que odiar, pero no enemigos para despreciar. Es necesario que estén orgullosos del enemigo, porque entonces los éxitos de él son también los éxitos de ustedes” (p. 54). En este párrafo se hace presente la influencia griega que hay en Nietzsche, además de la nobleza y el actuar de los antiguos griegos. El que desprecia a su enemigo es porque no mira arriba de él mismo, se contenta en batallar a lo que ya ha sido batallado y abatido. Muy diferente es el hombre o pueblo superior, que siempre tiene la mirada bien en alto, buscando enemigos formidables con los cuales abatirse de manera astuta y valiente. Derrotar a un enemigo excelente hace que nuestro espíritu tome la excelencia del enemigo para, así, forjar de mejor manera nuestra excelencia. En esa derrota del otro ese otro merece que le mostremos un digno respeto.

Para finalizar analicemos algunos pasajes de su igual famoso libro El anticristo. En este Friedrich Nietzsche (2013) dice:

¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.

¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad.

¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrecienta el poder, el sentimiento de haber rebasado una resistencia.

No contento, sino mayor poderío; no paz en general, sino guerra; no virtud, sino habilidad, virtud en el estilo del Renacimiento, virtud libre de moralina.

Los débiles y los fracasados deben perecer, esta es la primera proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a morir. (pp. 26-27)

Este fragmento del parágrafo 2 puede ser interpretado, en el contexto de la guerra, de la siguiente manera: lo bueno vendría a ser todo lo que acrecienta en el hombre el sentimiento de poder, es decir, el vencer las dificultades o las resistencias. Esto trae consigo la felicidad de los individuos y de la nación.

Acorde con el avance del artículo una de las afirmaciones que se puede deducir es que la guerra o el conflicto vendrían a ser la búsqueda y el encuentro de la felicidad, claro está si es que se llega a sobrepasar la resistencia o lo que se halla como obstáculo ante tal pueblo o nación. Todo pueblo que posee la voluntad de poder conseguirá que cada individuo que pertenezca a tal sociedad beba de esta voluntad acrecentando, así, el gozo en la existencia individual-comunitaria.  

Ahora bien, para entender la última parte del parágrafo 2 debemos remitirnos al parágrafo 7:

Suponiendo que se considera la compasión por el valor de las reacciones que ella suele provocar, su carácter de peligro para la vida aparecerá a una luz aún más clara. La compasión impide en conjunto la ley de la evolución, que es la ley de la selección. Ella conserva lo que está maduro para perecer, ella opone resistencia para favorecer a los desheredados y condenados de la vida, ella le da a la vida misma, por la abundancia de cosas malogradas de toda especie que retiene en la vida, un aspecto lúgubre y dudoso. (Nietzsche, 2013, p. 33)

Habiendo leído este extracto del parágrafo 7 podemos entender de mejor manera lo que nos quiere decir Nietzsche: «Los débiles y fracasados deben perecer». Se refiere a una conservación corrupta como consecuencia de la compasión, ya que esta conserva lo que está putrefacto y como vida putrefacta contagia todo lo vital. Se debe de enseñar que la compasión es parte del espíritu del débil y que no es digno del espíritu fuerte significa «ayudar a morir» a los débiles y fracasados, claro está que en cuanto espíritu. Se asesina al débil mediante el ejemplo del hombre fuerte. Esto puede ser explicado desde una perspectiva griega, ya que en estos “el concepto de modelo, de «ejemplo», no es un concepto abstracto, no es una teoría, sino que está encarnado en la vida, en el aristós que, al vivir, señala el camino de su areté. (Lledó, 1988, p. 24)

Conclusiones

Después de haber seguido los diversos juicios de Friedrich Nietzsche, en sus diferentes etapas, sobre la guerra, se puede afirmar que esta tiene un sentido y razón positiva en la humanidad.

Las contiendas bélicas permiten la liberación de las culturas oprimidas. Toda imposición cultural tendrá como consecuencia, en corto o largo tiempo, una liberación de la cultura oprimida, esto porque la cultura oprimida no se encuentra en su espacio ontológico natural.  

La guerra no debe comprenderse solamente como una guerra entre hombres, también debe ser entendida como una lucha del hombre contra su destino. Para que el hombre salga victorioso de estas constantes luchas contra su fatum es de suma importancia el uso de su voluntad. La voluntad de poder del hombre se acrecienta en tanto en cuanto supere las diferentes adversidades que se le presenta.

La guerra es justa porque es necesaria, ya que permite el ordenamiento y reordenamiento del cosmos. Además, hay una ética presente en la guerra: el vencedor debe de vencer con magnanimidad, grandeza y nobleza al vencido. Asimismo, se debe de buscar una lucha digna en la cual el contiende a abatir sea un contiende igual o más poderoso que el retador. El vencedor de la contienda debe de mostrar respeto al vencido, ya que le ha dado grandeza.

Por último, todo intento de conservación del débil conduce a la putrefacción vital de la humanidad. La compasión permite que el débil no perezca, es más, permite que su debilidad se reproduzca. Es deber de la humanidad erradicar toda debilidad. Ahora bien, esta erradicación se logra mediante la enseñanza de la importancia de la voluntad, del afrontar la adversidad, de la sed de poder. Esta enseñanza conducirá a la felicidad de la humanidad.

Notas
(1) Una primera versión con el título “El significado de la guerra mediante una visión nietzscheana” se presentó en el evento “Coloquio: Filosofía de la Guerra”, organizado por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) de México entre el 28 de febrero y el 4 de marzo del 2022.

Referencias
Álvarez Turienzo, S., Aranguren, J., Camps, V., Fernández-Galiano, M., García, J., García, C., Gómez, J., Granada, M., Lledó, E. y Rico, F. (1988). Historia de la ética. I. De los griegos al Renacimiento. Editorial Crítica.
Nietzsche, F. (2003). Los filósofos preplatónicos. Editorial Trotta.
Nietzsche, F. (2011). Obras completas. Volumen I. Escritos de juventud. Editorial Tecnos.
Nietzsche, F. (2013). El Anticristo. Ebisa Ediciones.
Nietzsche, F. (2015). Así habló Zaratustra. Ediciones Lea.


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