STUDY ON FREEDOM AND ITS FORMS
Iván Meza
Vélez, Bachiller en Ciencias Biológicas (UNMSM) e Investigador, Museo de
Historia Natural (UNMSM),
Correo-e: imv2999@gmail.com
Resumen
La libertad nace en el individuo e interactúa con el
medio material y social; donde actúan la Física y la Sociología respectivamente,
ambas se relacionan con su psicología; pero por su condición biológica, le son
innatos el deseo de supervivencia y el egoísmo, expresado en la búsqueda de un
tener para sí lo que necesita, para ello elige y rechaza ejerciendo su libertad.
Como ente social, forma grupos con objetivos comunes, donde se dan acciones de
cooperación en busca de un tener para sí colectivo, actuando también la
libertad. Estos grupos se interrelacionan con otros en una dinámica compleja
que abarca la sociedad, donde la
economía y la política son esenciales para lograr el bienestar. Ahí aparece el
Estado con sus políticas liberales, tanto en lo social como en lo económico, relacionando
transversalmente todas las libertades dentro de un sistema democrático, con el
fin de alcanzar el mayor desarrollo y bienestar de sus componentes. En cambio,
la supresión de la libertad, en uno o en todos los niveles, traería consigo lo contrario.
Palabras clave: libertad, individualidad, tener para sí, sociedad, Estado.
Abstract
Freedom is born in
the individual and interacts with the material and social environment; where
Physics and Sociology act respectively, both are related to his psychology; but
due to his biological condition, the desire for survival and selfishness are innate
to him, expressed in the search for having-for-itself what he needs; for that,
he chooses and rejects by exercising his freedom. As a social entity, he forms
groups with common objectives, where cooperative actions are given in search of
a collective having-for-itself and freedom act too. These groups interrelate
with others in a complex dynamic that include society, where the economy and
the policy are essential to achieve welfare. The state appears with its liberal
policies there, both socially and economically, cross-linking all freedoms
within a democratic system, in order to achieve the greatest development and
welfare of its components. Instead, the suppression of freedom, at one or all
levels, would bring about the opposite.
Keywords: freedom, individuality,
having-for-itself, society, state.
1.
Introducción
Cuando
se habla de liberalismo nos estamos refiriendo a un sistema político y
económico;
sin embargo, también a un estilo de vida. Reconocidos filósofos, ideólogos, políticos
y economistas, defensores de la libertad, han escrito sobre este concepto, como
valor fundamental para el desarrollo humano. Los términos: economía de mercado,
propiedad privada, sociedad abierta, o libre competencia están presentes en los
discursos de aquellos pensadores como principios a seguir por el Estado. Simultáneamente,
personas, parejas y familias de diferentes países llevan un estilo de vida
liberal, en donde la independencia, la autosuficiencia, la igualdad de
derechos, la igualdad de géneros, la tolerancia, etc., dentro de un contexto de
amplia libertad, son su esencia. Ambas categorías del liberalismo están
relacionadas: el Estado liberal y una sociedad liberal, que incluye la
educación, psicología individual, cultura y estilo de vida.
Detrás
de todo concepto libertario se encuentra como fuerza motriz la libertad, que
unifica las diferentes variantes del concepto. La libertad es consustancial al
ser humano, está íntimamente vinculado a su naturaleza biológica y social.
Estamos frente a una idea con distintas apariencias, que nos lleva a una nueva cosmovisión
del ser humano en sociedad.
2. Objetivos y método
Este
estudio tiene por objetivo principal unificar el concepto libertad, desde la
que posee un individuo hasta la que puede tener una sociedad y un Estado;
además, describir las características de las diferentes formas del concepto. El
método utilizado es el inductivo, es decir, de lo particular (individuo) a lo
general (sociedad y Estado).
3. La libertad y la Física
La
física cuántica nos presenta un universo donde reina la incertidumbre en el
microcosmos, mientras que a gran escala el cosmos luce ordenado que obedece a
las leyes de la física clásica, como la relatividad y la física newtoniana. El
cerebro humano, desde el punto de vista material, responde a esas leyes, y
según cuáles sean, deterministas o indeterministas, definirán total o
parcialmente su funcionamiento. Asumiendo que leyes de la física cuántica
actúan en el cerebro, las consecuencias observables, como la conducta, serían
por naturaleza imposibles de predecir; aun así, habría una dependencia de las
leyes indeterministas de la física. Sin embargo, se podría afirmar la presencia
del libre albedrio, entendido como la voluntad que elige libremente, o la
llamada libertad de elección, es decir, la facultad de decidirse con plena
libertad por lo uno o lo otro en una situación dada (Müller & Halder, 1976,
p. 274). Santo Tomás de Aquino afirma que “El hombre posee libre albedrío;
de lo contrario, serian inútiles los consejos, las exhortaciones, los
preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. (…). La oveja que ve
venir al lobo, juzga que debe huir de él; pero con un juicio
natural y no libre, puesto que no juzga por comparación sino por instinto
natural. De igual manera son todos los juicios de los animales. El hombre, en
cambio, obra con juicio, puesto que por su facultad cognoscitiva juzga sobre lo
que debe evitar o preocuparse; y como este juicio no proviene del
instinto natural ante un caso práctico concreto, sino de una comparación hecha
por la razón, síguese que obra con un juicio libre, pudiendo decidirse por
distintas cosas. (…) cuando se trata de lo contingente, la razón puede tomar
direcciones contrarias (…). Luego es necesario que el hombre posea libre
albedrio, por lo mismo que es racional. ” (Santo Tomás, 1970, t. II, p. 300).
Como veremos más adelante, notamos que Santo Tomás esboza una explicación etológica
para fundamentar la existencia del libro albedrío.
De
un universo determinista, el cerebro humano funcionaría con precisión, del cual
se podría predecir, en teoría, todas sus consecuencias observables.
Actualmente, la posición determinista sigue teniendo defensores, aunque se ha
impuesto el indeterminismo.
La
conciencia es un nivel que está más allá de lo material. Nadie duda de que
antes de nacer un ser humano su conciencia no existe, luego del nacimiento
aparece y se va haciendo más elaborada simultáneamente con el desarrollo
cerebral, en otras palabras, hay una dependencia material. Dos alternativas
tenemos de la relación conciencia–materia. En la primera, la conciencia obraría
independientemente de la fisiología del cerebro y estaría regida por sus
propias leyes, originadas y desarrolladas a partir de las leyes físicas
conocidas y tendrían una correspondencia o correlación con estas últimas, es
decir, una propiedad emergente. La otra alternativa presenta una conciencia que
dependería totalmente de los mecanismos fisiológicos cerebrales, a través de
ellos se podría estudiar y determinar su naturaleza y funcionamiento,
determinista o indeterministamente, según sea el caso. En ambas opciones,
estamos ante la cadena evolutiva del universo: materia, vida y conciencia;
a través del cual el universo se conoce a sí mismo, como lo afirmó el astrónomo
Carl Sagan en el primer capítulo de la serie Cosmos.
De
la primera opción se desprende que existiría una libertad que llamaremos intrínseca,
pero que no podríamos llamar absoluta, porque actuaría en función del medio y
las circunstancias, eligiendo y rechazando, lo cual le daría a la conciencia
una libertad que denominaremos extrínseca, que esta fuera de uno, que se evidencia
y se siente al interactuar con el medio. La segunda opción tendría solo la
libertad extrínseca. En cualquier caso, por lo menos permanece la libertad
extrínseca, la que es vivida y sentida psicológicamente. La prueba de su
existencia no es de tipo racional o científica, es una autoevidencia
experimentada intuitivamente, es decir, nos vivimos libres, tal vez por
momentos, muchos o pocos, dependiendo del individuo y sus vivencias. Lo sentimos
como algo que está antes de cualquier racionalización del problema. Es una
condición humana a priori que no necesita demostración racional.
Todo
parece indicar que en nuestro cerebro yace la incertidumbre como en todo el
universo, y el destino, pensado antes como algo definido e insalvable, le da
paso al libre albedrío para hacer de aquel un sinfín de posibilidades. La
libertad, una condición humana individual, tiene en la conciencia misma,
independientemente de si depende total, parcialmente o nada de la materia, la
evidencia intuitiva de su existencia.
4. La libertad y la Psicología
El
aprendizaje y la conducta del ser humano vienen determinados por la interacción
entre el medio (estímulos) y el cerebro, dependientes del condicionamiento
genético con el que nace. La psicología del ser humano tiene como condición necesaria,
pero no suficiente, los estímulos externos para su determinación. La
dependencia con el medio es determinante, pero no última o absoluta. Aun a
falta de estímulos externos –si esto fuera posible-, tendríamos la capacidad de
acogernos a nuestros propios estímulos que surgen de nuestros recuerdos,
pensamientos y sentimientos. Entonces, la conducta de un individuo está dada
por la interacción con el medio, como por sus contenidos mentales y
psicológicos adquiridos en su desarrollo. Dentro de los estímulos no
consideramos los que producen una reacción instintiva, como el movimiento
brusco para evitar quemarnos. Los estímulos externos e internos, que producen
una respuesta emocional o racional, generan una dependencia externa e interna
respectivamente, que podría llevarnos a afirmar la no existencia de la libertad
en el primer caso, y a su existencia en el segundo. Una dualidad fluctuante
dependiendo de los estímulos y sus frecuencias. El mecanismo de esta libertad
está profundamente ligado al intento de liberarse de todo lo que nos puede
dañar, tal como afirma Skinner (1987, p. 25). Según este investigador, “Su
última razón de ser no es el amor a la libertad; son simplemente formas de
conducta que han demostrado su eficacia en eliminar amenazas para el individuo,
y, consecuentemente, para la especie, a lo largo del proceso de evolución”.
Esta libertad tiene niveles de complejidad. En su forma más primitiva funciona
como elementales formas de conducta de tipo instintivo o de reflejos de
naturaleza biológica, como liberar el estómago de un contenido nocivo a través
del vomito. En este nivel podemos identificar mecanismos biológicos de defensa
y preservación, que lo podríamos definir como proto libertad. El siguiente
nivel es de tipo biológico-psicológico. Aquí se conjugan los dos factores para
depender uno del otro, dándole forma a una libertad primitiva. Cuando vemos en
algunas tribus africanas que, como parte de su estética personal o cultura, se
perforan los labios estamos ante una subordinación del dolor o molestia física
(nivel biológico) a una mentalidad condicionada por la cultura y costumbres. En
occidente, en cambio, se prefiere evitar el dolor. Entonces, rechazamos o
elegimos en función de esa dualidad.
El
último nivel es enteramente psicológico o de conciencia, es el nivel de los
valores morales, éticos y estéticos. En este caso, rechazamos racionalmente –o
por lo menos no instintivamente- lo que nos afecta en ese plano. Por ser de
tipo racional, incluso con alguna carga emocional, y operar en el ámbito de la
conciencia, tiene la facultad, no solo del rechazo a la fuente aversiva, sino a
la búsqueda de alternativas u opciones donde el sujeto se sienta identificado o
no agredido en el plano moral, ético y estético. En este nivel no hay una
dependencia biológica en forma directa, es donde la autoevidencia de la
libertad se manifiesta claramente.
La
afirmación de Skinner es reduccionista, porque restringe el problema a uno o
dos niveles de libertad, o en todo caso a no diferenciarlos. Al suceder esto,
no se llega a ver la otra dirección del problema: la de elegir. Sin
embargo, se rescata que la libertad
alcanza su forma madura en la psicología.
5. La libertad y el entorno social
El
entorno psicosocial es la siguiente esfera del ser humano donde se desarrolla
la libertad, es decir, una visión desde la individualidad hacia el entorno
social. Es la libertad del individuo como ente social. Es la primera jerarquía,
que será relacionada con la libertad colectiva, como segunda jerarquía.
Es
característica de todo ser vivo el instinto de conservación y la lucha por la
supervivencia. La mejor adaptación y la competencia por dejar descendencia entre las especies es parte de los mecanismos
de la evolución. La selección natural actúa incluso en los mecanismos de
cooperación y altruismo entre algunas especies. En la vida animal también hay
un plano social que sigue las leyes de la evolución, sobre todo en los órdenes
superiores. En el ámbito humano, ese instinto animal de lucha por la supervivencia,
toma la forma de individualismo, o llamado también egoísmo, concepto respaldado
por la genética en el denominado “gen egoísta” de Richard Dawkins (1985, p.
67-97), donde plantea las máquinas de genes de supervivencia; y como parte de
las bases biológicas de la conducta, Dawkins (1985, p. 99) afirma que el
individuo es “como una maquina egoísta, programada para realizar cualquier cosa
que sea mejor para sus genes considerados en su conjunto”; simultáneamente, el
altruismo se ve en algunos grupos de mamíferos, como fuerza opuesta al egoísmo
y que también tiene una función evolutiva.
El
egoísmo primitivo es el que se da en forma más instintiva, donde predomina una
relación directa con la biología. Un nivel intermedio es un egoísmo que nace de
una relación biológica-psicológica. En este nivel la parte afectiva es una
característica. Un ejemplo es cuando la madre arriesga su vida por la cría,
cuando esta está en peligro; pero no haría lo mismo por la cría de otra madre. Aquí,
el individualismo incluye a la cría como parte del ser de la madre. El último
nivel es el individualismo con carga cultural o ideológica. Es el más elaborado,
ahí actúan los intereses, las costumbres, las ideas y los valores. Tiene por
características la reflexión, la razón y los sentimientos elevados, como el
amor a la patria, a un ser divino, etc.
El
individualismo humano es un tener para sí lo que menos nos afecte física,
mental y moralmente; o, visto en positivo, lo que nos agrada, satisface, necesitamos,
hace sentir bien, o con lo que nos identificamos o estamos de acuerdo. Este
tener para sí implica un rechazo y una búsqueda con elección constante para
poseerlo, por lo que estaríamos poniendo en ejercicio nuestra libertad, desde
la protolibertad hasta la libertad extrínseca con sus diferentes niveles. John
Stuart Mill (1984, p. 4) lo expresa de otra forma: “La única libertad que
merece este nombre es la de buscar nuestro propio bien, por nuestro camino
propio, en tanto no privemos a los demás del suyo o les impidamos esforzarse
para conseguirlo”. En algunos casos, el individualismo es altamente elaborado y
muy sutil en reconocerlo como tal, como en los monjes budistas, por ejemplo,
que renuncian al deseo y a lo material; pero tras esa renuncia existe una
filosofía, que es el objeto que se tiene para sí. Cuanto más complejo es el
individualismo, produce un relativismo en la expresión de la libertad; lo que
es bueno para una población, es malo para otra.
En
este tener para sí, mediado por la libertad, juega un papel importante el
placer y la sensualidad. La búsqueda o elección de ese para sí actúa, en gran
medida, en función de lo que siente una persona, y este sentir se da por medio
de los sentidos en forma directa o indirecta. Sensación directa es la que nos
causa placer físico o emocional, este último condicionado por la cultura, como
el placer estético. Es el caso de la belleza humana a través de las culturas.
Los placeres exclusivamente sensitivos, como el comer o el sexual, tienen un
menor condicionamiento cultural. Los placeres indirectos son los que producen
una satisfacción puramente mental o, como dirían los místicos, espiritual; pero
tienen como intermediarios a los sentidos que reciben la información. Este caso
es el más condicionado ideológicamente y culturalmente, por lo tanto, es muy
relativo, variando entre personas, no solo entre culturas. Por ejemplo, el
placer que produce para un matemático leer un libro de matemáticas, y el
rechazo que generaría el mismo en un novelista. Los sentidos, por lo tanto,
dejan de ser un fin en sí mismo para el goce del placer. El placer, sea directo
o indirecto, juega un papel muy importante a la hora de elegir o rechazar, de
poner en juego nuestra libertad, y es el mejor indicador de qué es lo que nos
conviene, porque nos satisface física, emocional o “espiritualmente”.
Se
puede hipotetizar que la felicidad es un estado temporal en el que nos sentimos
bien, ya sea con uno mismo y/o con el medio, donde el placer -directo o
indirecto- es la medida y el objeto de la felicidad; la libertad, el medio para encontrarla; y el
individualismo, el punto de partida.
Cuando
en una población existen intereses comunes, o pocas diferencias culturales
entre sus miembros, el tener para sí individual se eleva al plano grupal: un
tener para sí colectivo, que está vinculado al individual, porque del bienestar
colectivo depende del bienestar de cada integrante. En este nivel, se dan
comportamientos de cooperación, como se observan en muchas especies, que es
campo de estudio de la Etología. Este mecanismo de preservación individual
puede ser inconsciente cuando se está dentro del grupo. La identificación con
el grupo y la visión del individuo reflejada en cada uno de sus miembros, da
seguridad, sensación de pertenencia, generando causa común entre sus
integrantes. Del egoísmo individual se construye el egoísmo colectivo o de
grupo. El carácter social del ser humano radica en esta evolución del egoísmo,
es una característica del Homo sapiens
desde nuestros ancestros cazadores y recolectores, justificado por la biología
y la antropología. El egoísmo colectivo lo encontramos en niveles básicos como
el racial, hasta el plano intelectual, moral, etc. El individualismo de grupo,
como en una institución o en una familia, son un ejemplo.
Una
propiedad de este egoísmo es el de ser incluyente, es decir, que forma parte o está
incluido en otro mayor. Ambos unidos por lazos egoístas, pero menos solidos o
eventuales. Las competencias deportivas entre equipos de diferentes
continentes, son un ejemplo. Otra propiedad es la persistencia del egoísmo de
cada integrante, el que puede ser una persona o un subgrupo. Los componentes
del grupo los definimos como entidades más sólidas, con una causa común más
consistente que la de los lazos del siguiente nivel jerárquico. La formación de
estos grupos está dada por la existencia de otros grupos diferentes. Una forma
de preservar el grupo ante la existencia de otros es la cohesión por intereses
comunes. Esta es la razón por la cual no existe el grupo de la humanidad como
unidad de egoísmo; probablemente ante la amenaza de seres
extraterrestres –otro grupo-, la situación cambiaría. Se observa que la
sucesión de inclusiones se da de lo individual a lo colectivo, por la
naturaleza individual del egoísmo. La existencia de alguna relación entre las
unidades, determina la existencia del conjunto. En un conjunto, cuanto más
diversidad haya, que puede estar relacionado a la cantidad de elementos (la
persona es la unidad mínima), las afinidades dentro del grupo tienden a la
heterogeneidad. Eventualmente, como en un enfrentamiento bélico entre dos
grupos, los lazos entre los elementos pueden fortalecerse, ahí actúa el fuerte
mecanismo de supervivencia.
El
egoísmo, por su naturaleza individual básica, produce fricciones con otros
elementos. Los enfrentamientos entre grupos pueden ser constructivos o
destructivos y si sus lazos internos son de nivel primario, como el racial, se
pueden dar encuentros del mismo nivel, llegando en algunos casos a la
violencia. En elementos con vínculos de niveles superiores, como el racional o el
“espiritual”, los encuentros serán más elaborados y sus consecuencias podrían
incluso ser constructivas.
Los
encuentros se dan en la competitividad humana como una lucha por la
supervivencia, para la preservación del conjunto y el beneficio de sus
integrantes. Pero no siempre es así, existe el altruismo y la cooperación en la
especie humana, conducta observada en nuestros primos hermanos los chimpancés. Aquí,
la Etología nos da más luces sobre la conducta humana en libertad. La
cooperación puede juntar a grupos dispares buscando un beneficio común. También
se dan los encuentros constructivos, como en la competencia leal, donde los
grupos salen beneficiados. En cambio, en un encuentro destructivo, un grupo atropella
y se aprovecha de las debilidades del grupo oponente; en este caso, las
relaciones entre y dentro de los grupos son, por lo general, de nivel primario.
Recíprocamente, cuando las relaciones son de nivel superior, la competencia será
más constructiva. Debido a una mayor racionalidad y ética, el egoísmo resulta
ser fundamental para la superación de los grupos e individuos involucrados.
Visto de esta manera, se podría denominar con mayor propiedad, individualismo
positivo (o egoísmo positivo).
La
libertad extrínseca es la búsqueda y elección de un tener para sí. Todos los individuos
tienen esa facultad y estando en interacción con otros individuos resulta la
libertad extrínseca en sociedad, donde la libertad individual comparte y se
desenvuelve en un mismo espacio y momento. El individualismo puede dificultar
el flujo continuo de todas las libertades en juego en un espacio y tiempo
determinados. Dependiendo de qué tipo de egoísmo o individualismo predomine en
un determinado medio social, se tendrá mayor flexibilidad o rigidez de las
libertades. Otra forma de inducir flexibilidad de las libertades, es con la
capacidad de dar libertad y de obtenerla. Es una cualidad que no disminuye
nuestro individualismo, porque radica en la racionalidad, es decir, se da
libertad como un principio racional, por el cual esperamos a cambio recibirla
en la misma medida. También podemos dar libertad instintivamente, para
recibirla a cambio por una necesidad no consciente. Ambas formas pueden actuar
juntas. Probablemente detrás de una libertad racional este la instintiva o
irracional a partir de la cual se construya la primera. Esta convivencia de
libertades individuales es un complejo mecanismo de frágil estabilidad. La
dinámica de la libertad colectiva depende del tipo de libertad.
El
grupo más natural es el que se mantiene libre de sanciones y reglas que
coaccionan la libertad, donde la libertad se expresa en su forma más “pura”, es
el caso de una familia liberal. Cuanto mayor calidad haya en los vínculos en
los grupos naturales, mayor calidad de libertad habrá; libertad que no afectará
al prójimo y se respetará la libertad ajena como propia. Por otro lado,
denominamos grupo artificial al excesivamente reglamentado, generalmente su
existencia se debe a la búsqueda de una mayor efectividad en su funcionamiento.
Encontramos, en este grupo, que la libertad es pobre o limitada. Un ejemplo de
este caso es la institución militar. En ella, la supresión por largo tiempo de
la libertad, tal como la conocemos en la sociedad civil, puede llegar a generar
la falsa sensación de no sentir la falta de libertad, lo que beneficiaría al
grupo y se mantendría en sólida unidad, aunque de manera artificial. Un término
medio es donde existe rigidez, pero que ha surgido de manera natural. Tiene
parecido efecto al de un reglamento creado. Las familias conservadoras son un ejemplo
de este caso.
El
grupo deja de serlo cuando aumentan las diferencias y hay un constante
atropello a la libertad, provocando su desintegración. Los egoísmos enfrentados
en aumento originan cruces conflictivos de las libertades. En los grupos
artificiales es más probable que esto ocurra. En grupos antagónicos,
eventualmente, durante un conflicto la libertad es atropellada, fruto de
egoísmos primarios, que son, por lo general, de naturaleza opuesta.
La
libertad colectiva es, por lo tanto, la dinámica de las libertades individuales
en función de la evolución, intereses y solidez de los grupos. Esta interacción
entre grupos humanos deja apreciar la consistencia e identidad de la libertad
del ente colectivo, a su vez compuesto de subgrupos, sean naturales,
artificiales o de grados intermedios. Es una libertad más abstracta, que
conjuga muchas variables; además, puede haber grupos que sean la intersección
de otros grupos, es decir, elementos (subgrupos o individuos) que pertenecen a
más de un grupo a la vez. En estos grupos de intersección existiría una
yuxtaposición de libertades colectivas, conviviendo con objetivos diferentes. Podemos,
entonces, hablar de libertades colectivas con dinámicas propias y complejas, que,
en muchos casos, forman verdaderas redes, donde interactúan individuos,
subgrupos, grupos, grupos de intersección y distintos niveles de libertades. Esta
enorme cantidad de elementos interrelacionados en diferentes grados, nos
plantea la existencia de un sistema complejo; a diferencia de un sistema
simple, que es predecible, los sistemas complejos cambian con el tiempo,
evolucionan, se adaptan al medioambiente y tienen propiedades que surgen de la
interacción de sus elementos, pero son independientes de estos; en otras palabras,
la interdependencia de los elementos origina que comportamientos a nivel macro
del sistema surjan de esa interacción, son las llamadas propiedades emergentes
(Earls, 2011, p. 23). Aunque difícil de identificar desde dentro del sistema, las
propiedades emergentes de una sociedad libertaria probablemente favorezcan a
sus individuos. Por lo tanto, un sistema complejo, como el de la dinámica de la
libertad y sus elementos, se hace impredecible y su evolución puede llevarla a
su decadencia o florecimiento.
El
condicionamiento cultural es uno de los factores que le da matices o diferentes
apariencias a las libertades colectivas. En un pueblo con una alta carga
religiosa, como el que profesa la religión islámica, donde la libertad tal como
la conocemos en occidente está coaccionada, sus integrantes no sentirán la falta
de libertad. Pero esto no significa que la existencia de la libertad sea
relativa. La libertad es independiente de cualquier perspectiva. Una
demostración es la conversión que ocurre en personas musulmanas en sociedades
de occidente, más no así sucede lo contrario sin sentir la privación de la
libertad, salvo adoctrinamiento religioso previo. Las razones teóricas están en
que la base psicológica de la libertad extrínseca le pertenece a todos los
seres humanos por igual, porque sus raíces están en lo instintivo, a un nivel
biológico, está antes de cualquier construcción social o cultural. Otro ejemplo
es la libertad del pueblo árabe, que tiene diferente dinámica y apariencia que
la libertad de cualquier pueblo de occidente, es decir, tiene diferente
identidad.
Dos
jerarquías en una es la fusión de la libertad individual y la colectiva, porque
no hay libertad individual que no interactúe en algún momento con la colectiva.
Nuestro actuar individual está en función del actuar de los demás miembros del
grupo al cual pertenezcamos. Ambos tienen
la misma importancia y existen simultáneamente. Es una dualidad.
6. La libertad a gran escala
La
libertad colectiva es la que elige o rechaza cosas en común a sus integrantes.
Estas cosas son afines entre sí en los grupos naturales, donde el ejercicio de
la libertad está en función de criterios racionales y/o afectivos. Un criterio
racional en un conjunto de individuos hace que las diferencias sean menores y,
de manera natural, se logran los tener para sí, los acuerdos, las posiciones y
el rol que le toca a cada miembro del grupo, sin necesidad de reglamentos,
controles y coacciones; logrando equilibrio, organización espontanea,
compensación de fuerzas y consistencia en el grupo.
En
los grupos artificiales y de término medio priman los criterios pobres en
racionalidad o en mayor medida, los irracionales. Otro criterio que mueve a las
unidades artificiales es la racionalidad no natural, es decir, estructurar,
organizar y especificar esa racionalidad en función de una mayor eficiencia
para alcanzar los objetivos que la unidad o grupo persigue. De un tener para sí
en este caso, nace una organización, donde la libertad está relativamente
limitada, pero se anda en ella con racionalidad. Para mantener la solidez de
estas unidades, es necesario los controles y reglamentos, y debe ser
jerarquizada.
Cuanto
más grande es el grupo humano, la racionalidad natural se va haciendo más
difícil de sostener, porque la heterogeneidad aumenta. También la comunicación
personal se dificulta en grupos grandes, entonces necesita una estructura, y
esta se sustenta en la organización. Esta es necesaria para mantener la unidad
y funcionamiento de un colectivo grande y heterogéneo. En general, la
racionalidad artificial es necesaria para el funcionamiento eficiente de grupos
humanos, a costa de una limitación de la libertad. Los grupos naturales no
necesitan de una organización, porque su constitución se da espontáneamente,
sin fines preestablecidos, como es el caso de una familia o un grupo de amigos.
La
organización es necesaria para los grupos no naturales, pero puede degenerar,
convirtiéndose en controlista, arbitraria y represora. Así esta consiga sus
objetivos, es perjudicial para sus integrantes, como es el caso de una secta
religiosa. Independiente de como sea la organización, si no consigue sus
objetivos o consigue resultados contrarios, también es una organización
perjudicial. Si la organización logra sus objetivos, pero es una organización que
afecta en alguna medida a sus integrantes, entonces es el llamado mal
necesario. Es el caso de los grupos militares que tienen una instrucción
espartana. La organización, cuanto más se aleja de la racionalidad o de lo
natural, tiende a ser más coactiva y arbitraria, convirtiéndola en artificial
negativa. Lo contrario son las organizaciones racionales y libertarias.
La
competencia entre organizaciones forma parte de la razón de ser de estas, pero
puede ser perjudicial para el medio social, es ahí donde es necesario un orden
extraorganizacional, una organización de organizaciones que establezca las
reglas del juego. Ese papel lo tiene el Estado.
El
Estado es el ente administrador de sus elementos, para velar por los intereses
de todo el conjunto. Para satisfacer esos intereses, tiene para sí lo que
necesita para ello. En dos campos busca el tener para sí: el interno y el
externo. En este último, tiene que competir y compartir con las demás naciones,
y para ello necesita un espacio de libertad externa (de naturaleza comercial)
en interacción con las relaciones diplomáticas de la comunidad mundial. El
éxito del ejercicio de la libertad externa está en función de su organización y
desarrollo interno, porque es desde ahí donde surge lo que ofrece (producto-precio)
en el ámbito internacional para poder competir.
El
tener para sí interno es cualitativamente más importante. El Estado, podría
pensarse, debería buscarlo para sus elementos (empresas, instituciones e
individuos); pero el tener para sí es mejor entendido por el propio elemento, él,
mejor que nadie, sabe lo que quiere y necesita, y para lograrlo precisa poner
en ejercicio su libertad. Como esta libertad está en función de sus intereses,
y estos se mueven por el egoísmo colectivo o individual, pueden generar
conflictos perjudiciales; para esta situación está el Estado que garantice las
mismas reglas de juego para todos, sin obstaculizar con un exceso de
reglamentos el accionar de los elementos. Entiéndase por elemento los
individuos, unidades productivas, instituciones, etc. El Estado logra estas
condiciones para todos cuando obedece a una organización racional y ética que
garantice una libertad donde la creatividad, esfuerzo individual o de grupo y la
calidad sean los factores principales del progreso de cada uno de ellos. El
Estado tiene como fin el de asegurar, velar y promover, a través de su
organización, la realización individual determinado por el propio individuo o
grupo de individuos. Un Estado no democrático, regido por un gobierno
dictatorial, impone a sus elementos lo que conviene a sus intereses,
prescindiendo del derecho de libertad de sus ciudadanos;
tarde o temprano, degenerará en corrupción y violencia.
La
mayor abstracción libertaria es la libertad de una Nación, la que el Estado da
a sus componentes y la que necesita en el frente externo. En la medida de cuánta
y de qué calidad sea la libertad, el Estado será liberal, traducido en una
política y economía liberales. La libertad que un Estado ofrece a sus
elementos, traducida en libertad de mercado (económica), política y social,
origina más opciones de conseguir el tener para sí en todos sus niveles,
llegando finalmente al elemento básico y fundamental de la sociedad: el ser
humano, el individuo. El ser humano es el que recoge la libertad que el Estado promueve,
gracias a ella es que el individuo puede realizarse como desea, de acuerdo a su
proyecto de vida, y que lo hace diferente de los demás.
Una
sociedad libre estimula la libertad de ideas y criterios, generando una
diversidad de nuevos conceptos y opciones que enriquecen la base cultural y de
conocimientos de una sociedad; asimismo, la pluralidad se ve reflejada en la
diversidad individuos, que va desde las ideas personales hasta la identidad de
género, pasando por la apariencia. Es lo opuesto al pensamiento único, la
uniformización y la ausencia de matices. Entonces, es el medio ideal para
formar libre pensadores, que son los motores del desarrollo científico,
artístico y humanístico de un pueblo. La libertad de pensamiento pone en juego
la creatividad, el ingenio y el espíritu descubridor, que son factores para la
realización individual y no tienen límites en un país que cultive la libertad. Junto
con los conocimientos, formación y educación logran la calidad y grandeza de la
realización personal y por ende de una sociedad. Se puede afirmar que el camino
a la realización y el éxito van de la mano con la libertad.
La
libertad que el Estado promueve el individuo la utiliza como un medio para
lograrse; pero, a su vez, su estilo de vida se mueve dentro de ella,
convirtiéndose en fin en sí misma. El individuo que alcanza sus objetivos se
sentirá autosuficiente, seguro de sí mismo, con mayor autoestima y formará
parte del arreglo jerárquico natural de la sociedad, de las funciones dentro de
ella y de la división del trabajo. En este medio, todos los individuos deberían
tener los mismos derechos y oportunidades, donde lo racional y pragmático
evitaría las coacciones y los excesivos controles. En un medio así, los
acuerdos, decisiones, el rol que le toca a cada individuo tienden a surgir
espontáneamente. La libertad no solo es un medio para la realización plena del
individuo, sino también es parte de su propia vida.
La
libertad también actúa como medio para la búsqueda del placer directo o
indirecto. En individuos inmersos en una cultura que impera la racionalidad,
sus placeres tenderán a tener el mismo nivel. Una Nación con un real Estado
liberal propicia un estilo de vida liberal; y viceversa, un pueblo que tiende a
la liberalidad, genera un Estado liberal, concretado en las autoridades
elegidas. Ambas dinámicas actúan juntas en mutua retroalimentación. En países
con Estados no liberales se puede producir un cambio, a través de la difusión
de las ventajas que tiene la libertad en otras realidades. El Estado liberal
reconoce y promueve la singularidad del individuo, expresada en las cualidades
humanas productivas y elevadas, como la creatividad, el ingenio y la
utilización plena de los conocimientos adquiridos. Otro factor que el Estado
liberal apoya es la propiedad privada, que es el espacio dentro del cual se
desarrolla el individuo, el campo que impulsa su realización y le brinda
seguridad, características vinculadas al ejercicio de la libertad. La propiedad
privada y los bienes en general son, en parte, el reflejo de la realización del
individuo, una expresión de su singularidad, son un refuerzo de su autoestima y
autosuficiencia.
En
lo económico, un Estado liberal promueve la economía de mercado, la libre
competencia, el no intervencionismo y controlismo del Estado, el apoyo al
capital extranjero, la economía abierta, la iniciativa e inversión privadas, y
está en contra de los monopolios y las empresas públicas. El rol del Estado debe
circunscribirse al desarrollo de la infraestructura, la seguridad interna y
externa, y garantizar una educación y salud de calidad al alcance de toda la
población, es decir, todo aquello que la empresa privada no puede cubrir a
cabalidad. Gracias a la libertad en la que actúan las empresas, toman políticas
de conquista y descubrimiento de nuevos mercados, utilizando la creatividad y
profesionalismo con que cuentan sus integrantes, y por supuesto la inversión;
es un grupo con objetivos comunes, cuyo tener para sí les proveerá de ingresos,
bienestar, desarrollo laboral y crecimiento empresarial. La no planificación
por parte del Estado favorece la libertad de las políticas empresariales en
busca del propio tener para sí.
Del
éxito individual de los agentes económicos, se tendrá el éxito económico del
país. En esta dinámica por alcanzar el éxito, las empresas que utilizan
procedimientos mercantilistas pueden producir encuentros o interacciones
destructivas, perjudicando a otras. Es ahí donde el Estado debe intervenir y
corregir las anomalías que generan el mercantilismo y el mal uso de la
libertad. La libre competencia, sin anomalías, es el mayor estímulo de
superación individual y colectivo, es un empuje que potencializa toda actitud
que conlleve al éxito. El motor del empuje es la necesidad actuando en libertad
sin el asistencialismo del Estado, donde cada individuo o grupo tiene que
conseguir, por sí mismo, los elementos para su supervivencia y bienestar.
Las
unidades económicas privadas tienen más claras sus metas que las unidades
públicas, porque los logros conseguidos por aquellas son asumidos
individualmente por el sentido de propiedad y pertenencia al grupo; y del éxito
de este, dependerá el bienestar y desarrollo de cada integrante. La economía de
mercado es el sistema que coloca, de manera natural, la posición y jerarquía de
la unidad económica, en función de su eficiencia, competitividad, capital y
tiempo de vida dentro del mercado.
Un
Estado liberal debe respetar y no interferir en el proyecto individual que toda
unidad económica se ha trazado por sí misma y para sí misma, solo ella sabe lo
que quiere y necesita.
La
abstracción final es la fusión de la libertad colectiva con la libertad más
abstracta: la de una Nación.
7. Dinámicas de la libertad a gran escala
A
todo grupo humano le es inherente la libertad, porque sus integrantes la
poseen, y de la suma e interacción de estas, resulta la libertad de una
sociedad, la que es más abstracta y compleja por las múltiples y diversas
interrelaciones entre sus individuos e instituciones. Debido a su naturaleza
colectiva no posee identidad propia y única como una conciencia que pueda
regular y controlar adecuadamente esa frágil –por inestable- libertad. El
Estado es esa conciencia que necesita una sociedad y el encargado de ponerle
límites y mantenerla, por medio de sus leyes y principios, tan natural como la
de un ser humano. Para Maquiavelo, la ley debe erigirse en fundamento de la
libertad, y cuando hay un poder arbitrario y de dominación surge el conflicto,
que no siempre contribuye a la causa de la libertad; el
pensador sostiene que estos conflictos normalmente tienden a la corrupción, a
la destrucción o a la tiranía, pero si se canalizan mediante una legislación
adecuada son también un camino hacia un espacio de libertad y prosperidad (Maquiavelo,
2011, p. LXXVIII, LXXIX).
Dentro
del Estado, el papel del gobierno es fundamental, porque define la naturaleza y
grado de libertad de los gobernados; pero no necesariamente es así. John Stuart
Mill (1984, p. 41) afirma que “No es libre ninguna sociedad, cualquiera que sea
su forma de gobierno, en la cual estas libertades no estén respetadas en su
totalidad; y ninguna es libre por completo si no están en ella absoluta y
plenamente garantizadas”.
Una
persona, la que es consciente y dueña de sus actos y decisiones, puede mal
utilizar su libertad, reprimiéndola o desbordándola. En el primer caso no
afecta a los demás, y conscientemente podría no afectarse a sí mismo; en el
segundo, sí puede perjudicar a otros individuos. Entonces, el Estado debe
interpretar las libertades de sus elementos (individuos y grupos) para
mantenerlas en armonía con las libertades del Estado liberal expresadas en su
marco jurídico. Reprimirlas produciría mecanismos de evasión, deliberados y
violentos en algunos casos, perjudicando al medio y deteriorando más al
sistema, haciéndolo más rígido –por reacción– y corrupto. En el campo económico
los síntomas son: las coimas, prebendas, favoritismos, corruptelas en general,
que surgen entre el Estado y los agentes económicos.
Un
Estado represor mantiene un sistema bajo un criterio no racional, alejado de lo
natural e inspirado en antivalores, en donde los intereses personales de los
gobernantes están por encima de los intereses de la Nación. En el campo
político, no estimula las cualidades individuales para el desarrollo personal;
todo lo contrario, las reprime, impidiendo la libertad de acción, expresión y
de pensamiento. Un Estado represor planifica lo que se debe creer, realizar,
etc., en una sola dirección impuesta para todos, que serializa a los
individuos, enajenando su identidad e individualidad y mutilando sus aptitudes
hacia la realización plena. En el campo económico, las unidades económicas
privadas, por la ausencia de una economía de mercado y de competitividad, son
desestimuladas en su accionar; más aún, si la planificación del Estado decide
el tener para sí de aquellas, anula el interés y coacta el surgimiento de la
creatividad y el espíritu emprendedor y descubridor de mercados. Una de las
consecuencias será la mediocridad de lo producido por las unidades económicas,
lo que deviene en una cultura del consumo de la cantidad, mas no de la calidad.
Instalada esta cultura, puede derivar en una mediocridad de los individuos. En
el orden intelectual y artístico, donde la libertad es fundamental, una
fracción de la producción se alineará con el sistema, como parte de sus bases
ideológicas y culturales; pero otros evadirán esa realidad impuesta. Las obras
y creaciones estarán al servicio del sistema, y los conocimientos y sus
aplicaciones serán limitados o dirigidos hacia los objetivos del régimen
represor, como sucedió en la China de Mao, la Unión Soviética de Stalin y la
Alemania de Hitler. En estas sociedades, las jerarquías naturales –personales y
colectivas- tienden a no existir en favor de una igualación forzosa de sus
integrantes, que generalmente es hacia una mayor mediocridad y pobreza
productiva económica y humana (artes, ciencias, letras). Esta situación produce
tensiones en el sistema, generando mecanismos de evasión, que son reprimidos,
lo que a su vez genera mayor evasión, sembrando el germen de su propia
destrucción.
Un
Estado represor puede tener diferentes grados, el menor es el que solamente
restringe la libertad económica o de empresa, es decir, un Estado estatista,
controlista, intervencionista. El mayor grado sucede en el campo económico y político,
es decir, un Estado represor que coacta las libertades ciudadanas y sus
derechos fundamentales, con una ruptura del equilibrio de poderes, es una
quiebra del orden constitucional y democrático, instalándose una tiranía o
dictadura.
Otra
clase de Estado, que linda con la anarquía, es el que permite el canibalismo
económico entre sus elementos, donde la mayoría de los agentes productivos ven
reducidas sus libertades. Este sistema, en apariencia liberal, es antiliberal,
provocando mecanismos de evasión en el campo social, es decir, violencia
estructural. Son Estados fallidos, ausentes y altamente corruptos.
En
el mundo hay países que, como complemento de sus medidas económicas de
coyuntura y de mediano plazo, necesitan una reforma del Estado que liberalice
la economía y la política. En esta deben estar incluidas las libertades
sociales, como el reconocimiento de los derechos civiles de las minorías. El
fin de la transformación del Estado es lograr el mayor beneficio y desarrollo de los
habitantes de una Nación, como entes productivos y como seres humanos en
libertad.
8. El comportamiento pendular de la
libertad
La
ola libertaria de inicios de los 90 es parte de un ciclo: sociedades
abiertas-sociedades cerradas, libertad-coacción de la libertad, que se ha
presentado a lo largo de la historia de la humanidad, que puede ser a nivel
global o regional. Friedrich Nietzsche (1983, p. 177-182), en su doctrina del
“eterno retorno”, trata sobre la naturaleza cíclica del tiempo, en un
transcurrir infinito y cerrado, donde todo se repite: la vida y la historia;
del mismo modo, en el hinduismo se abordan los ciclos de la existencia:
destrucción y renovación, controlados por el dios Shiva.
La
presencia de ese constante retornar lo apreciamos en el anhelo de libertad de
fines del siglo XVIII, con la revolución francesa y la independencia de los
Estados Unidos, igual que la acontecida en Latinoamérica a principios del siglo
XIX y a la progresiva descolonización de muchos países del Asia y África; para
luego, en el primer tercio del siglo XX, surgir los regímenes totalitarios y
nacionalistas, como el fascismo, el nazismo y el stalinismo. Latinoamérica
también sufrió la supresión de la libertad en los años 70.
Los
sistemas sociales están sustentados en el ser humano, que en su aspecto
psicosocial varía de acuerdo al medio cultural en el que vive; a pesar de ello,
mantiene rasgos psicológicos básicos, comunes e inherentes, como la dinámica de
la libertad. Por lo tanto, los sistemas políticos y económicos son la suma de
personas con esa dinámica que interactúan entre ellas y con su estructura. Este
enfoque puede ser explicado por la psicología social. Erich Fromm (1985) en El
miedo a la libertad afirma que el ser humano necesita de libertad, porque le es
inherente; pero al encontrarla, bajo situaciones insalvables, se siente
aislado, disminuido, desprotegido, y busca mecanismos de evasión, algunos de
ellos: el deseo de sumisión y la búsqueda de poder y mando. Esto ocurre en
forma masiva, como en la Alemania Nazi, porque es el sistema el que se libera
estructuralmente en interacción con sus elementos en mutua retroalimentación, y
posteriormente la supresión de la libertad.
Evitar
el retorno de la abolición de la libertad debe pasar por evitar los mecanismos
de evasión. Un posible contrapeso es el bienestar de la sociedad, que ofrezca
seguridad al individuo. El fortalecimiento del individualismo positivo, que
genera solidaridad y respeto por los demás, también es una fuerza opuesta a la fuerza
que ataca a la libertad. Estos cambios se tendrían que dar a nivel estructural
y humano.
9. El ser liberal, el libre pensador y
la libertad de a dos
Un
liberal, antes de ser teórico, es práctico y vive su liberalidad, porque este
no se restringe al ámbito económico y político, sino que es una manera de ser,
una filosofía de vida, que abarca todos los aspectos de la persona y se origina
en su ser, que va más allá de lo racional. Se podría decir que se nace liberal
en algunos casos, como también se construye el ser liberal.
Un
liberal parte, ante todo, del ser humano y por lo tanto de él mismo, para
responder al medio con sus acciones y opiniones. Para el individuo liberal, lo
principal es la persona humana y su libertad de acción y de pensamiento, por
eso utiliza aquellas facultades que le son inherentes sin subordinarlo más que
a sus propias ideas y convicciones; pero reconoce que toda persona posee igual
libertad y que no hay libertad mayor o más privilegiada que otra. En ese
sentido, la libertad ajena es respetada como la suya propia.
Tratar
de definir la libertad humana racionalmente sería limitarla, ponerle
condiciones. Sin embargo, los mecanismos e interacciones de la libertad sí son
objeto de estudio y conceptualizaciones, sin riesgo de afectar el concepto
libertad. Por lo tanto, es una facultad, al menos de los mamíferos superiores,
que se siente y vive, y que solo sabemos dónde están sus fronteras cuando las
traspasamos invadiendo la libertad del otro.
La
libertad, bien utilizada, ayuda al desarrollo de la creatividad, el ingenio y
explota las canteras del intelecto y el pensamiento humano, como ya dijimos.
Las grandes creaciones de la mente humana se han dado en condiciones de máxima libertad
intelectual y, en la mayoría de los casos, de manera no planificada por el
creador.
La
libertad y sus posibilidades son producto de la evolución mental e intelectual
del sujeto, determinada por características propias de su personalidad y de su
relación con el medio, el cual es un permanente flujo de ideas, conocimientos y
sensaciones que marcan su mente desde la infancia, donde la educación y el
ejemplo de los padres es fundamental. En la madurez, el individuo con esencia
liberal se independiza intelectualmente; este proceso lo distingue de los demás
por sus decisiones, elecciones e ideas, reafirmando y tomando conciencia de su
condición humana única. Esta independencia intelectual incluye el alejamiento
de los dogmas que recibió en la infancia o temprana juventud.
La
relación entre el dogmatismo religioso y la psicología liberal es conflictiva,
porque la religión somete autoritariamente a la inteligencia y su capacidad de
discernir libremente. Las autoridades religiosas y la tradición, durante
cientos de años, han presentado preceptos como dogmas irrefutables, que están
en los libros sagrados. A menos que sea a través de un Concilio, los dogmas no
están sujetos a comprobación y discusión. De esta forma, existe un sometimiento
voluntario de parte de millones de individuos. Un liberal auténtico no debería
aceptar esas condiciones por razón de su psicología liberal que le permite
pensar libremente para poder someter al dogma al análisis de la razón, la
lógica y la ciencia. El pensar libremente puede originar conflictos en el
camino de un liberal hacia el agnosticismo o el ateísmo. Son diversas las reacciones
de los liberales ante un dogma. El libre pensador afronta el dogma
analizándolo, si tiene conocimientos para hacerlo, como el científico o el
filosófico. Otra reacción sería no afrontarlo, no dándolo por verdadero o
falso. Por último, están los liberales no libre pensadores que conviven con el
dogma, es decir, lo toman como algo que existe y lo aceptan por inercia sin que
condicione su libertad de acción; en la práctica, no influye en su vida liberal.
El
grupo mínimo dentro de una sociedad, es la pareja. Su papel atraviesa el
comercio, el trabajo, la vida de estudiante, los valores y la prueba de
libertad más compleja: la libertad de a dos y su unidad. A pesar de su pequeñez
en cantidad, la pareja es la base de la sociedad, de ahí se construye la
familia, del tipo que esta sea. Pero también es altamente dinámica, se hacen y
deshacen constantemente.
En
una pareja, ambos poseen la misma cantidad de libertad, la calidad o contenido
depende de cada uno. Los acuerdos mutuos deben limitar lo menos posible la
libertad de cada uno. El respeto mutuo es indispensable y no debería nacer en
la relación de pareja, sino desde antes.
Sin
necesidad de autoritarismos y roles protagónicos, en una pareja, si vive en
armonía y respeta la libertad, se acomodarán de manera natural lo quehaceres,
los momentos de compartir, los roles, etc. En esa dinámica existen factores
clave para la supervivencia y evolución de la pareja. Un primer factor
importante es la confianza mutua, y no se da en abstracto, se gana con
acciones; y la desconfianza no debería generar acciones coactivas, sino de diálogo.
Luego, la comunicación, entendida como el intercambio de ideas, gestos,
actitudes, pensamientos y contacto físico, para el mejor entendimiento y
compenetración, es un factor para evitar todo impulso humano que traiga consigo
la intolerancia, la incomprensión y las acciones que coaccionan la libertad.
La
pareja, si bien de alguna manera es una unidad, no debe ahogar el individualismo
de cada uno, entendido como la absorción de parte o toda la identidad de uno
por el otro. Los rasgos particulares de la personalidad y su exteriorización en
gustos y acciones propias deben conservarse, porque de otra manera se atenta
contra la naturaleza individual y todos los beneficios que trae, incluyendo el
empobrecimiento de la riqueza de la relación. Una pareja son dos
individualidades que conservan su libertad, que en unidad tienden a un
objetivo: la felicidad con uno mismo y con el otro, sean del género que fueren.
10. Conclusiones
·
La libertad es un concepto que posee diversidad
y complejidad.
·
La libertad, a nivel colectivo, es frágil
y está sujeto a cambios como parte de los sistemas complejos en los que actúa.
·
La libertad es necesaria en todos sus
niveles para el desarrollo del ser humano y de los grupos humanos.
·
Las libertades individuales, de grupo, de
una sociedad, de una Nación, y la del Estado a través de sus leyes y normas sociales,
económicas y políticas, están interrelacionadas y tienen una dinámica propia.
Referencias bibliográficas
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J. (2011). Introducción a la teoría de
sistemas complejos. Fondo Editorial de la PUCP.
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R. (1985). El gen egoísta. Biblioteca Científica Salvat.
Fromm, E. (1985). El
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Origen/Planeta.
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Forte Monge, GREDOS.
Mill,
J.S. (1984). Sobre la libertad. Los
Grandes Pensadores. SARPE.
Müller,
M. & Halder, A. (1976). Breve
diccionario de filosofía. Herder.
Nietzsche,
F. (1983). Así habló Zarathustra. Los
Grandes Pensadores, SARPE.
Santo
Tomás de Aquino. (1970). Suma Teológica, tom. II. Editorial Universo.
Skinner,
B. (1987). Más allá de la libertad y la
dignidad. Biblioteca Científica Salvat.
Qué estudio más detallado, muchas gracias por compartirlo.
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Soy profesor de periodismo en una universidad en CDMX