jueves, 30 de abril de 2020

PANDEMIA, INDIVIDUALISMO Y METÁFORA MILITAR

PANDEMIC, INDIVIDUALISM AND MILITARY METAPHOR

Héctor Flores Iberico
Lic. y Mag. en Filosofía, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y Docente, Universidad Nacional Tecnológica de Lima Sur
Correo-e: flores.iberico@gmail.com

El triunfo de la Muerte
Pieter Brueghel el Viejo, 1562


Resumen: En el texto se presenta la relación entre individuo y sociedad contemporánea, enfatizando el papel del individualismo en el pasado y el presente. Así mismo se da cuenta de la relación que existe entre ciencia médica y objeto de estudio o sujeto de estudio lo que conlleva a una revisión de la epistemología actual en relación a la salud individual y colectiva.
Palabras clave: individualismo, Hegel, Schopenhauer, Maturana, Varela, metáfora.

Abstract: The text presents the relationship between the individual and contemporary society, emphasizing the role of individualism in the past and present. Likewise, it realizes the relationship that exists between medical science and the object of study or subject of study, which leads to a review of current epistemology in relation to individual and collective health.
Keywords:  Individualism, Hegel, Schopenhauer, Varela, metaphor.


La reflexión acerca de las condiciones actuales de existencia en el Perú, en medio de una pandemia, no se diferencia de otras culturas y países en el sentido más extremo de la enfermedad, la que acaece con la muerte del individuo. Este pánico a cesar la propia existencia no se condice con testimonios ni reflexiones de sociedades anteriores, las cuales albergaban pésimas condiciones sanitarias y de asepsia, sumadas a una medicina que no tenía los estándares a las cuales estamos acostumbrados gracias al trabajo de Pasteur en el siglo XIX y al descubrimiento de la penicilina, realizada por Flemming en 1928. Las consecuencias del desarrollo de la ciencia y de mejores condiciones de habitabilidad en muchas ciudades del mundo, trajo como resultado la ampliación de las expectativas de vida humana y por consiguiente un extrañamiento ante la muerte que era un acto casi cotidiano en el pasado.

Este espanto y rechazo a una condición natural – ¿existirá algo más natural que una pandemia?- han activado mecanismos de sobrevivencia exacerbados por el tipo de sociedad en la cual nos encontramos: egoísmo, narcicismo, ausencia de solidaridad, autoritarismo estatal, comercio y especulación farmacéutica y un largo etcétera que muestran al libre mercado y al capitalismo en general en su fase más vergonzosa y decadente. Por otra parte, desde la oposición al capitalismo, se tendrá que pensar muy bien que esa posibilidad no es más que un deseo muy lejano y casi propio de otra época, pues la posibilidad de tomar conciencia y de acción solidaria es lo más lejano que podemos apreciar en la masiva respuesta humana frente a la crisis epidemiológica. Pese a los esfuerzos de los diversos Estados, la sensación generalizada es la del “sálvese quien pueda”, no solo porque es la reacción inmediata frente a la sobrevivencia, sino por el abarrotamiento progresivo de las atenciones hospitalarias y de la posibilidad del acceso a camas y respiradores mecánicos. Se salva quien puede en tanto sobreviva a la enfermedad pues, ¿qué puede hacerse ante un virus a corto plazo? Pese a ello hay una posibilidad con las investigaciones desarrolladas en Marsella por el Dr. Raoult, no todo está perdido para la ciencia que muestra su proceder en situaciones extremas, lo mismo le sucede a la filosofía (1).

La filosofía siempre ha actuado en momentos inciertos y azarosos. Jean-Pierre Vernant pensaba que la racionalidad se originó a partir de la crisis en la cual se vio envuelta la sociedad ateniense hace unos 2,500 años. Optimista como era defendió el derrotero del pensamiento y el saber cómo parte de la acción humana para vivir cada vez mejor. La sociedad democrática había posibilitado el nacimiento de la racionalidad y por ende de la filosofía; se instauraba el debate y la búsqueda de la mejor propuesta para resolver los problemas que aquejaban a la sociedad griega clásica. El filósofo, en ciertos momentos, desarrollaba acción pública e integraba los conocimientos que posibilitaban dicha acción; pero la humanidad, pese a sus grandes logros y gigantescas formas de racionalidad, no pudo evitar el dolor y la muerte, solo la soslayó para aparecer de manera terrorífica en tiempos de pandemia. Estamos tan huérfanos de conocimiento como esos griegos del pasado o los andinos de hace 500 años frente a una pandemia; inexplicable para ellos, aún confusa para nosotros.

En esta larga tradición filosófica, aparece otra corriente que se opone a la búsqueda virtuosa antes señalada. En realidad son un conjunto de escuelas y luego de autores, de individuos que puede clasificarse bajo el nombre de escépticos. En estos días de encierro mientras medito sobre el individuo contemporáneo y sin saber lo que iba a llegar, he tenido que releer a un grande que pensaba que la filosofía no era otra cosa más que prepararse para la muerte. Ese pensador era Montaigne, un francés que vivió en el siglo XVI y que pensaba que el ser humano al ser víctima de sus pasiones y deseos, solo podía esbozar tibias opiniones e ingente cantidad de proyectos fallidos que serían cuestionados por otros sujetos que a su vez decían tener el proyecto ideal de vida para los demás. Parece ser que por lo menos desde hace unos 500 años, nada ha cambiado a nivel de nuestras costumbres y nuestro actuar. Seguimos abandonados a nuestra suerte de sujetos comunes y corrientes, aterrorizados frente a los vaivenes de la existencia y frente a la enfermedad y la muerte. ¡Qué impotencia sentirán los psicólogos, psiquiatras y filósofos contemporáneos frente al pánico generalizado! Aunque estos últimos pueden seguir un camino distinto al de buscar el bienestar general y el suyo propio, tanto si se considera inútil actuar en sociedad o si se piensa lo contrario. Al primer grupo pertenece Montaigne, al segundo Hegel. En relación a esto último puede narrarse la anécdota que vínculo a dos filósofos representantes de ambas corrientes, es el caso de Hegel y Schopenhauer.

En 1820, Hegel y otros docentes examinaban al joven Schopenhauer como postulante a una cátedra en Berlín que logra conseguir, pero no cimentar ya que pasó 12 años sin alumnos. Entre 1829 y 1837 la epidemia del cólera se expande por Europa. En 1831 Hegel abandona Berlín por esa causa para regresar en el otoño europeo e incorporarse a su cátedra el 10 de noviembre de ese año. El día 12 sucumbe y se queda en casa, muriendo un día después. Schopenhauer a su vez huye a Frankfurt empujado por un sueño premonitorio en donde se le aparece el padre ya fallecido al igual que un amigo de la infancia también muerto, seguidos de una fila de almas en pena, el filósofo despierta súbitamente y abandona la ciudad salvando su vida. A Hegel la racionalidad lo empuja a proseguir la cátedra más allá de la epidemia. Por su parte, el irracionalista Schopenhauer salvó el pellejo por una pesadilla que no tenía conexión con el mundo salvo metafóricamente, quien sabe si por esto y por otras disquisiciones más, Freud considerase precursor del psicoanálisis al filósofo. En este punto, el miedo, lo irracional, el empuje del querer vivir salvó al filósofo y no fue la fría razón que impotente nada podía decir en ese momento frente a la epidemia. La ciencia avanza a paso lento, el impulso vital no la espera. Desde la filosofía, estas dos actitudes nos muestran que muchas veces la intuición, la observación y algo de sentido común pueden ayudar a salvar vidas.

Para la mayoría de ciudadanos, y es mucho decir eso de la población peruana,  lo que no “ve”, no existe, salvo el caso de Dios que responde más a una herencia cultural que a la percepción básica ante el peligro, es decir, al elemental instinto de supervivencia que dispara una señal de alerta y que debe ser tomada conscientemente para procesarla y evitar el contagio. La información resulta relevante ante el peligro para evitar la pandemia. Lamentablemente en estos momento esa información y esos conocimientos aún no podrán solucionar el problema, puesto que un virus no puede curarse, solo evitarse por el momento.
La milenaria tradición de nuestros pueblos otorga ventaja al campesinado pobre y a los no contactados, aislados por definición y decisión. Siguen siendo golpeados por un modo de producción que todo lo cuantifica. Estos pueblos para quienes la ganancia les es ajena, no forman parte del circuito mercantil que se ha generalizado en el país. Ello les evita en estos momentos, el contacto con los portadores de la peste del siglo XXI, ya no son los invasores españoles quienes la propagan, esta vez son aquellos que se llaman sus compatriotas y quienes dirigen las políticas públicas que supuestamente van a beneficiar a estas poblaciones vulnerables excluidas del mapa político peruano.

La propuesta del Ejecutivo de militarizar al país tiene de cerca operaciones militares anteriormente realizadas bajo el rubro de la lucha contrasubversiva, luego mutó el nombre a lucha antiterrorista y hoy narcoterrorista. Esa mutación virulenta de la metáfora militar se expande cada día, encerrando a la población en sus viviendas como medida preventiva ante la pandemia. El territorio urbano es ampliamente dominado por las tropas que tienen mapeado absolutamente todo como medida de control y prevención ante posibles ataques a la propiedad privada. Ese temor que puso al Perú como primer país en adoptar medidas represivas y autoritarias, muestra más el fracaso de un modo de vida basado en el consumo y la ganancia por un lado y la exclusión, pobreza y abandono por otro. No es solo un modo de vida el que se pone en cuestión en este momento, sino la vida misma que resulta inútil en tanto no sea la vida del homo oeconomicus, del hombre que produce y puede gestionar racionalmente su vida. Esa contradicción insuperable en los marcos de la sociedad contemporánea, produce un tipo de ser que podría definirse por su permanente insatisfacción frente al consumo y que jamás llega a satisfacer aquello que desea, pues su deseo es su ser y ese ser tienen tal cantidad de estímulos en el día a día que no hace más que reforzar esa condición enajenada.

Pero la metáfora no se detiene allí. En la década de 1990, los biólogos chilenos Maturana y Varela plantearon que la metáfora militar no era lo más indicado para entender la enfermedad y solucionarla. No se trataba de combatir, de atacar, etc.; para ellos se trataba de equilibrar y plantearon la idea de sistemas autopoiéticos, en donde el organismo debe lograr equilibrio y mantenerse a sí mismo con la finalidad de lograr la recuperación ante la enfermedad. En estos momentos habría que pensar que ante una enfermedad incurable y en ausencia de fármacos, la metáfora militar resulta inútil ante la pandemia, como parece señalarlo el propio Comando de Operaciones Covid-19 creado por el Gobierno del Perú que propone el día 29/04 la utilización de paracetamol, dexametasona, hidratación y anticoagulantes para diluir los trombos que puedan surgir en el pulmón y el paciente pueda seguir respirando por sus medios. En suma, hace lo contrario de lo que dice, no es un comando en realidad, no ataca, ayuda a que el paciente recobre sus propias facultades, con fármacos bien administrados en condiciones específicas. Sin darse cuenta el Comando deja de lado la metáfora militar y se inscribe en lo que Maturana y Varela sugerían: el autocontrol y equilibrio del propio organismo.

Esta pandemia va a dejar muchas lecciones, en lo concerniente a la epistemología se va a plantear de manera radical la ontología que subyace a las teorías científicas tanto a nivel de la comprensión del ser humano como a la manera de tratar sus afecciones.
No solo la medicina, la bioquímica y ciencias afines revisarán sus supuestos. También lo debe hacer de manera urgente la economía, la relación entre Estado y sociedad y sobre todo la relación que llevamos los individuos con la comunidad que ya no tolera más el aislamiento, el asalariado y la alienación generalizada.

Nota
(1) https://www.mediterranee-infection.com/

Bibliografía
Maturana, H y Varela, F Autopoiesis and cognition, Boston studies in the philosophy of science, v. 42. Reidel, 1972.
Montaigne, M. Ensayos, Orbis, 1983.

1 comentario:

  1. "La ciencia avanza a paso lento. El impulso vital no la espera""... El comando deja d lado la metáfora militar"...Todo dicho. Crisis=oportunidad d repensarnos como especie. Ojalá Eros triunfe sobre Tanatos.Abrazo argentino,hermano latinoamericano.

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